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View Full Version : Recesión de Estados Unidos y sus efectos en México.



Han Cholo
11-08-2012, 06:08 PM
Algo desactualizado, lo tope en otro foro; pero igual se me hizo bastante informativo:

Es evidente que la situación económica en los Estados Unidos es complicada y que tal situación está afectando al mundo entero y particularmente a México. Se trata de una situación que tendrá efectos, sobre todo, diferenciados, provocando efectos negativos moderados para los grupos de mayores ingresos y profundos entre los estratos sociales con menor poder económico.

México está especialmente expuesto a la situación estadounidense, por diversos factores: en primer lugar por su enorme dependencia comercial, pues más de 80% de las exportaciones mexicanas se dirigen a sus vecinos del norte. Adicionalmente, México es inmensamente dependiente de los flujos de inversión directa y de portafolio, de las maquiladoras y de las remesas de trabajadores provenientes de los Estados Unidos.

En tercer lugar, se depende sustancialmente de los bienes de capital y de la tecnología norteamericana, ya que cerca de 40% de las empresas más importantes de México son de capital norteamericano. Los Estados Unidos también representan una gran válvula de escape de la población ante la insuficiencia de empleos en México. Asimismo, gran parte del consumo de productos básicos (maíz, trigo, arroz), se satisface con importaciones provenientes de los Estados Unidos.

Por último, las reservas del Banco de México se encuentran totalmente nominadas en Dólares y, por lo tanto, el manejo de las políticas monetaria y crediticia (manejo de circulante y de tasas de interés) esta supeditada a los mercados norteamericanos. La relación entre México y Estados Unidos es además profundamente desigual, dado que el PIB mexicano representa tan sólo 6% del de los Estados Unidos. En estas circunstancias, resulta difícil pensar que México esté suficientemente blindado ante los problemas de los Estados Unidos.

Pero… ¿Qué es la recesión?
Aunque la Reserva Federal de los Estados Unidos no ha declarado “oficialmente” la recesión existe una opinión generalizada acerca de la situación que enfrenta la economía estadounidense aunque en sentido estricto la recesión no pueda ser validada.

De acuerdo con los criterios de la Reserva Federal Norteamericana, para que haya una recesión, se requiere que se presenten al menos dos trimestres consecutivos de caída del PIB. Esto no ha ocurrido, sino que se han presentado dos trimestres de reducción significativa en la tasa de crecimiento: en el tercer trimestre del 2007 el PIB avanzó a una tasa anual de 4.9%, en el cuarto sólo creció en 0.6% y en el primero del 2008 repitió esa misma cifra.[1] En otras palabras, los resultados del cuarto trimestre del 2007 y del primero del 2008 muestran un comportamiento que se acerca peligrosamente a la recesión pero sin alcanzarla. El riesgo permanece para los trimestres segundo y tercero del 2008, aunque es muy probable que ante el panorama electoral norteamericano se genere una gran inyección de recursos públicos que frenen la imagen recesiva, aunque esto pueda tener un costo significativo en términos de déficit público, de inflación y de mantenimiento aumentado del riesgo para el 2009.

Cabe mencionar que en todo caso la “declaratoria oficial de recesión”, pasados dos trimestres de decrecimiento en la producción, es un tanto irrelevante, porque siempre es a toro pasado: Lo importante es el debate previo que se da entre los especialistas acerca de la gravedad y duración de la situación, -se declare oficial o no la recesión- para tener elementos de análisis acerca del rumbo de la economía.

Por lo pronto, los Estados Unidos muestran una grave crisis hipotecaria que se refleja en la reducción de ventas inmobiliarias, en la cartera vencida los deudores de créditos hipotecarios, en la reducción de los precios de los inmuebles, en la crisis de sociedades hipotecarias y en su contagio hacia el consumo del sistema financiero, especialmente el bancario.

El elemento detonador de lo que sucede en la economía estadounidense es el llamado efecto subprime, en el que las financiadoras de vivienda colocaron capital en préstamos hipotecarios de alto riesgo, confiando en que la especulación del mercado permitiría que las casas aumentaran su valor en poco tiempo. Así, por ejemplo, a una persona se le podía prestar el equivalente de hasta 30 años de su ingreso anualizado, cuando en promedio, este tipo de préstamos son de el equivalente a 2.5 años de su ingreso anual (Ross de Leo, 2008).

Las casas no se vendieron como se especulaba, los precios se redujeron y quienes las compraron quedan endeudados, sin dinero y pagando créditos hipotecarios por montos que excedían ampliamente sus capacidades financieras. Lo mismo sucede con las financiadoras y los bancos que apuntalaban esos créditos. Esta crisis financiera a su vez se expandió sobre el conjunto del sistema financiero y monetario, debilitando al dólar frente a la mayor parte de las monedas del mundo, especialmente frente al Euro, lo que encarece el consumo norteamericano de productos importados.

Evidentemente esto afecta el consumo e ingreso de los norteamericanos, lo que ha tratado de ser paliado con programas de apoyo a los deudores, bajas de impuestos y, sobre todo, con una baja en las tasas de interés fijadas por la Reserva Federal, para aligerar la carga de la deuda. Los temores de tales medidas van el sentido de que se mantenga el consumo no inmobiliario norteamericano por la vía de un endeudamiento de los hogares aún mayor, lo que generaría una espiral de deuda aún mayor que la actual, lo que tendría impactos mayores a nivel macroeconómico, pues no se podría sostener al infinito la espiral de deuda.

Los programas de apoyo gubernamentales, además, deben contar con fuentes de financiamiento público. En una situación emergente, como la que se vive, se profundiza el déficit fiscal y se cae en el riesgo de un problema de inflación, que debilitaría aun más al dólar. Resulta paradójico el que un país y un gobierno reconocidos por lógicas discursivas profundamente promotoras del libre mercado, recurran, por la vía del pragmatismo, a políticas de fuerte inyección monetaria y participación gubernamental en el sistema económico, para mitigar los resultados de su propio proceso de liberalización económica.

Estados Unidos está perdiendo competitividad real frente a Europa, China o la India, lo que trata de compensar con su competitividad monetaria (con un dólar más barato, que abarate los productos norteamericanos en el exterior y encarezca los importados en los Estados Unidos). Ello generará el efecto inverso en el resto del mundo, incluyendo evidentemente a México. Es decir, para Europa o para México resulta cada vez más atractivo consumir productos norteamericanos en lugar de productos propios; resulta a su vez más atractivo desplazar la producción de “la zona del Euro”, a “la zona del dólar”, Lo que amenaza a las empresas y al empleo en Europa. En el caso de México, la política del “peso fuerte” también puede afectar negativamente al mercado y al empleo nacionales.

El ganador de este juego de la especulación no es por lo tanto Europa, ya que al revalorarse su moneda, el capital europeo de inversión, se desplaza hacia los países en donde encuentra infraestructura, población capacitada con bajos costos de producción. Ahí es donde se encuentra la lógica del crecimiento de países como China o la India en el período reciente, que son los ganadores a corto plazo, no obstante, persiste un riesgo, incluso para estas dos últimas economías, ya que le apuestan a los mercados más grandes que son Europa y Estados Unidos, los que enfrentarán un riego de recesión en la demanda, por lo tanto, disminuirán su consumo de productos provenientes de los países asiáticos.

En suma, la situación actual se expande de Estados Unidos a Europa, México, Asia y al resto del mundo, es una especia de metástasis comercial, productiva y financiera, producto de una forma de operación “libre” de los mercados, que está cobrando sus consecuencias.

Efectos en México
México le ha apostado unilateralmente al mercado norteamericano, bajo el argumento de que era mejor aliarse con un “gran mercado”, que con los “pobres latinoamericanos” que están en una situación parecida a la nuestra. Haciendo una caricatura, la estrategia mexicana ha sido la de Doña Florinda en El Chavo, diciéndole a Kiko que no se junte con esa chusma (sus vecinos de barrio).

Lo que ahora ocurre es que esa “chusma de populistas” están integrando mercados, han generado una estructura financiera multinacional del sur (El Banco de Sudamérica) y, sobre todo, han resistido mucho mejor que México la situación actual. Ya en el 2007 México fue, después de Nicaragua, el país con menor crecimiento en América Latina y para el 2008 se espera una situación similar. El crecimiento económico que se preveía hasta diciembre del año pasado para México era de 3.5 por ciento para el 2008, pero las expectativas han bajado, hasta 2.4 por ciento. Según la CEPAL, México será este 2008 el país latinoamericano con menor crecimiento, estimando un aumento del PIB de 2.7%, frente a un promedio de la región de 4.6%.[2] De hecho, durante la presente década México ha crecido sistemáticamente por abajo del promedio latinoamericano.[3]

A nivel general, es posible detectar cuatro áreas directas de afectación mayor, que a su vez generan una serie de efectos indirectos que se entremezclan y ejercen una afectación sistémica. Cabe mencionar que pueden entreverarse efectos positivos y negativos, por lo que es fundamental la claridad con la que se definan los criterios de políticas públicas y empresariales en esta coyuntura. Esas cuatro áreas iniciales son migración, balanza comercial, precios y producción.

Migración
La primer área de afectación inmediata es en el terreno de la migración, impactando a todos los niveles, tanto macro como meso y microeconómico.

Las transferencias del exterior representaron en 2007, según cifras del Banco Mundial, 25 mil millones de dólares, que se han convertido en la segunda fuente de divisas para la economía mexicana, sólo después del petróleo. En el plano macroeconómico, el incremento en los precios y la afectación al empleo en los Estados Unidos, incide negativamente de manera especial sobre la empleabilidad y la calidad del empleo de los trabajadores más vulnerables y precarios, como es el caso de los indocumentados. Este riesgo se puede traducir por una parte, en una menor posibilidad de que los mexicanos emigrados a los Estados Unidos incrementen, o aún mantengan, el nivel de envío de remesas a México, lo que a su vez afectará el estado de la Cuenta Corriente de la Balanza de Pagos. Por otra parte, la menor empleabilidad en los Estados Unidos inhibirá la migración hacia ese país, lo que generará un mayor crecimiento de la Población Económicamente Activa interna y, por ende, mayor presión sobre el mercado de trabajo, una mayor precarización del empleo y un posible incremento en la tasa de desempleo.

En la escala mesoeconómica regional, la reducción de las remesas y de los flujos migratorios, afectarán especialmente a las regiones expulsoras de trabajadores, lo que puede implicar el empobrecimiento de vastas regiones que se sostenían significativamente gracias a las transferencias internacionales.

A nivel microeconómico, el impacto migratorio puede afectar proporcionalmente más a los hogares más dependientes del flujo de remesas, especialmente a los grupos de población más pobres, en los que las transferencias llegan a ser su fuente principal de ingresos. Esta situación puede afectar más a los hogares habitados por adultos mayores, a los integrados por población extremadamente joven y dependiente de ingresos de terceros, a hogares pobres de jefatura femenina con alta dependencia de las trasferencias y a hogares con dificultades especiales por gastos catastróficos en salud.

Balanza Comercial
Además del impacto sobre la cuenta corriente derivado de los cambios en la migración, podrá haber una reducción en las exportaciones mexicanas a Norteamérica, por su situación quasi recesiva y un aumento de las importaciones, ya que las empresas estadounidenses buscarán colocar sus productos tecnológicos cada vez más baratos (aprovechando el dólar barato), lo que incrementará sus compras e incidirá negativamente en la estabilidad externa de México y podrá generar endeudamiento.

Contraefectos Positivos
Hay, sin embargo, cuatro contraefectos positivos potencialmente explotables:

1. El encarecimiento de los costos de producción en Europa y el debilitamiento del dólar pueden impulsar una relocalización de procesos productivos, saliendo de la zona del Euro e ingresando a la zona del dólar, de la que México forma parte. Una estrategia adecuada de promoción de Inversión Extranjera Directa europea, que impulse un desarrollo de largo plazo, podría, simultáneamente, atraer recursos europeos, diversificar el mercado mexicano y favorecer el empleo estable.

2. El dólar barato también puede ser empleado para favorecer procesos de modernización tecnológica y de articulación entre compra y generación de tecnología. Si se privilegia la coyuntura para adquirir bienes de inversión sobre bienes de consumo, es posible que el dólar barato pueda favorecer el crecimiento de la productividad local.

3. La reducción de las tasas de interés norteamericanas pueden favorecer la posibilidad de reducir los costos financieros del sector público derivados de compromisos externos, esto es, es posible reducir la deuda externa, tanto directa como indirecta. Esto es válido igualmente para el sector privado. La baja en las tasas de interés puede fungir simultáneamente como una posibilidad de endeudamiento desestabilizador (en caso de privilegiar la importación de bienes de consumo), de endeudamiento potencialmente productivo (en caso de emplearse para inversión directa) ó de desendeudamiento.

4. La búsqueda de rearticulación de las zonas expulsoras de trabajadores a encadenamientos productivos locales, regionales y nacionales. El posible ahorro acumulado en estas zonas, más los conocimientos adquiridos por población repatriada a México y la posibilidad de fortalecer infraestructura local, podrían permitir el impulso de esquemas de reactivación productiva (especialmente agropecuaria y agroindustrial), el desarrollo descentralizado, la apertura de nichos de mercado y la reducción de presión sobre las zonas metropolitanas.

Precios
El tercer problema derivado no sólo de la recesión norteamericana sino de los cambios en la estructura del poder económico y de la dotación de recursos energéticos mundiales, es el impacto sobre los precios de bienes básicos, provocado por dos factores:

Primero, el incremento en la demanda por parte de países demográficamente gigantescos y económicamente dinámicos como China y la India (máxime después de la tragedia derivada del terremoto en China).

Segundo, por la reconversión tecnológica en el sector energético, orientando a la agricultura hacia la producción de biocombustibles. Los Estados Unidos cuentan con una productividad especialmente alta en el campo y en la consecuente producción de bioenergéticos, lo que puede mitigar a la recesión y ser un factor de salida a ésta, contrarrestando los incrementos en el precio del petróleo.

Sin embargo, la contraparte de este crecimiento asiático y de esta reconversión tecnológica, es la reducción de la reserva de commodities (alimentos e insumos básicos, sobre todo minerales) y el encarecimiento de éstos. El caso de los alimentos es especialmente grave, dada la reorientación de la agricultura hacia cultivos de exportación y la producción de bioenergéticos, desdeñando la producción de básicos para consumo humano.

En el caso de México la agricultura se orientó hacia frutales y hortalizas, reduciéndose las posibilidades productivas de granos básicos, por lo que ahora los déficit en maíz, trigo o arroz son crecientes. El sostenimiento del consumo por una importación creciente, la que a su vez es financiada por los excedentes petroleros. Esta estrategia es particularmente riesgosa: las reservas de petróleo están en picada y los precios de los bienes básicos crecen en flecha. Si además se sigue reorientando el campo, ahora hacia la producción de bioenergéticos, estaremos agotando nuestros recursos petroleros para subsidiar la importación de bienes básicos, que produciremos cada vez menos al estar orientando al campo hacia la producción de bioenergéticos. En otras palabras estaremos perdiendo una gran cantidad de recursos energéticos para producir una pequeña cantidad de ese mismo tipo de recursos, al tiempo que hacemos al país cada vez más vulnerable en el plano más esencial: el alimenticio.

Además, la burbuja inflacionaria sobre los productos básicos amenaza aún más a la población con menores ingresos. Se mantiene un crecimiento en las expectativas de inflación para este año en México, de hecho, el Banco de México espera que la tasa de inflación rebase el 4% que se preveía en 2007, para llegar al 4.5% anual, alcanzando su punto más alto en el tercer bimestre ( 5% anualizado). Para el 2009 hay una revisión a la alza de las expectativas de crecimiento de los precios, sobre todo durante el primer semestre.

La particularidad de inflación actual con la experimentada en crisis precedentes, es su efecto diferenciado por estrato de ingreso, dependiendo de la canasta de consumo de los hogares.

En efecto, entre mayor sea la proporción de gasto que le dediquen los hogares a la compra de bienes básicos, mayor será la afectación que tendrán por la inflación. Esto significa que la inflación puede ser sumamente grave para los grupos de menores ingresos y pasar prácticamente desapercibida en el consumo de los grupos de altos ingresos.

Los resultados de la inflación en México durante el 2007 ya dan una muestra de ello.[4] La inflación fue de 3.76%, pero el mayor crecimiento de los precios fue en alimentos (6%), seguido por “otros servicios” (4.49%), Educación (4.19%) y salud (4.04%). En otros términos, la inflación afecta especialmente los bienes esenciales, esos que no representan más que una fracción pequeña del gasto de de los estratos de ingreso superior, pero concentran los desembolsos de la población con menores ingresos. Este comportamiento en un país que ya de por sí es uno de los más inequitativos del mundo, atenta contra la cohesión social y el desarrollo visto como conjunto.

Esta situación se clarifica aún más al comparar la inflación por estrato de ingreso entre el primer cuatrimestre del 2007 y el primero del 2008.[5]


INFLACIÓN POR ESTRATOS DE INGRESO.
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Fuente: Elaboración propia con base en INEGI (Banco de información económica) www.inegi.mx.

En términos absolutos, la mayor inflación la está percibiendo la población que cuenta con ingresos de 1 a 3 salarios mínimos, pero resaltan dos hechos adicionales: por una parte, la inflación no es sustancialmente distinta desde los ingresos más bajos hasta los seis salarios mínimos. La gran diferencia, a la baja, está en los ingresos mayores. Por otra parte, la inflación del primer cuatrimestre del 2008 con respecto a la del mismo periodo del 2007 es 3.4 veces mayor entre la población de menores ingresos; 2.6 veces entre los que perciben de uno a tres salarios mínimos; 2.1 veces para los perceptores de 3 a 6 salarios mínimos y 1.5 veces para los ingresos más elevados.

Producción
Ya se ha señalado que la recesión puede generar un menor volumen de las exportaciones mexicanas (en términos de valor, éstas pueden incrementarse por los precios del petróleo), lo que afectará los volúmenes de producción nacional. Si a ello se le agrega una menor demanda interna por el crecimiento de la inflación, la precarización del empleo y la reducción en las remesas, el saldo es la confirmación de un crecimiento más débil.

La tendencia de largo plazo muestra un pobre crecimiento de la economía mexicana, a un ritmo de 2.4% desde 1982. Reiteradamente se ha pretendido superar esa situación (recordemos el 7% prometido por Fox), pero sólo se ha logrado durante los años de elecciones presidenciales, dada la inyección de gasto público y la necesidad gubernamental de presentar una imagen de bonanza. Tales han sido los casos del 2006, del 2000, de 1994 y de 1988, que han sido los de mayor crecimiento en cada gestión presidencial. De nuevo, ahora se pretende un crecimiento de 5% para el año 2012, aunque nada garantice su sustentabilidad.

Por lo pronto, el crecimiento del 2007 ya fue significativamente menor al del 2006 (3.7 y 4.8%, respectivamente) y para este año se espera que sea aún menor, de entre 2.4 y 2.8%, acorde con las tendencias estructurales de estancamiento. Ello también afecta las posibilidades de generación de empleo, de competitividad y de bienestar social. Esta vez se podrá atribuir la debilidad a la recesión internacional, pero poco se hace para poder construir una estructura económica nacional que satisfaga sus propias necesidades y que no esté en función de los vaivenes de las especulaciones financieras internacionales, especialmente norteamericana.

Conclusiones
Esta recesión, o quasi-recesión no será tan intensa como las grandes crisis del capitalismo, no estamos hablando de crisis como la Gran Depresión de 1929, los shocks petroleros de los años setenta, las crisis latinoamericanas de la deuda y de la década perdida de los años ochenta ó los efectos tequila, vodka, samba y dragón de los noventa. Ni siquiera parece que llegue a impactar como la recesión del 2001 en Estados Unidos. Se trata de una situación que en promedio puede tener un impacto relativamente menor, pero con efectos mucho más diferenciados entre grupos sociales. Con impactos casi imperceptibles para los estratos sociales de altos ingresos, mientras de que los más pobres podrán ser sumamente serios.

Tanto a nivel nacional como internacional hay riesgos de empobrecimiento mayor y en muchos casos hasta de hambruna. Simultáneamente estamos en una escalada tecnológica sin precedentes y con enormes posibilidades para el desarrollo humano. Compatibilizar las capacidades tecnológicas con la satisfacción de las demandas sociales y no sólo con el mercado, puede potenciar el desarrollo colectivo. El no hacerlo y limitarse sólo a un juego de oferta y demanda puede acarrear resultados nefastos. En las decisiones que se tomen está nuestro deven

[1] (http://www.stat-usa.gov/ONLINE.NSF/vwNo ... le/gdp.pdf
[2] CNN-Expansión, 23/IV/08
[3] CEPAL, Anuario estadístico de América Latina y el Caribe, 2007.
[4] ww.inegi.mx, Banco de Información Económica
[5] www.inegi.mx, Banco de información económica