Maya Amaya, el islamista gitano que preparó la yihad en Melilla




La Audiencia Nacional condenó a ocho años de prisión a los integrantes de una célula yihadista, entre ellos al líder de la misma, el español Mustafá Maya Amaya, dedicada desde 2012 al envío de combatientes a Malí, Siria o Libia para luchar en las filas del autoproclamado Estado Islámico o Al Qaeda.

La trayectoria de Maya Amaya es peculiar. Nació en Bruselas hace 54 años en el seno de una familia gitana, pronto llegó a Melilla y comenzó un intenso proceso de radicalización. En la ciudad autónoma se refugió en las redes islamistas y creó “una de las mayores redes de captación y envío de radicales para su incorporación a organizaciones terroristas”.

Según las cifras que maneja Interior, más de 29 radicales fueron enviados a zonas de conflicto gracias a su célula de captación, la mayor de Europa. Esta es alguna de las conclusiones que se desprenden de la sentencia del juzgado número 2 de la Audiencia Nacional .

“Maya Amaya desarrolló una estrategia a la que llamó La Hégira antes de la Hégira por la que centralizaba en la ciudad española de Melilla, en la que residía, la actividad de formación y entrenamiento de los nuevos candidatos”, detalla el documento.

Maya era el líder de una célula yihadista integrada por cuatro miembros más: Paul Audren Lawrence Cadic, Sylvain Bertrand Guillaume Decker, Farid Cheikh y Davide de Angelis.

La actividad del grupo se estructuraba en círculos, siendo el primero el que realizaba funciones de adoctrinamiento y captación; el segundo se encargaba de los medios para el traslado de combatientes -en éste se situaban los también procesados De Angelis, Lawrence Cadic, Farid Cheikh y Sylvain Bertrand– y el tercero facilitaba los desplazamientos.

“Para todos los hermanos y hermanas que van a viajar”, rezaba un texto de consejos escritos por Maya. “Mira de dónde vas a partir. Si es posible que no sea de tu propio país; a donde vais, sea Estambul, sea Ankara, no directamente a Gaziaantep; dad vuestro teléfono turco y posición; al salir de la estación es mejor coger un taxi y después el bus y entrar en las grandes ciudades antes de la terminal; (tener preparado) un proyecto de viaje ficticio, turístico, religioso o culinario; si tenéis dinero coger un (billete) ida y vuelta. Es más seguro”

Presencia en redes sociales

La actividad de Amaya en internet era incesante y llegó a utilizar hasta 26 blogs de forma simultánea para difundir su propaganda yihadista. “Soy hijo de gitano español y madre castellana andaluza y Alá me dio ideas muy prácticas para desenvolverme”, así se presentaba el islamista ante sus numerosos seguidores en redes sociales.

Amaya explicaba las bondades de la yihad a los interesados y llegó a pedir a sus seguidores que tradujeran sus textos al árabe y al inglés. Además intentó crear una radio local islámica en Melilla, lugar donde tenía establecida su residencia.

En permanente contacto con organizaciones musulmanas europeas, Amaya comenzó a enviar combatientes a Mali en 2012. La intervención francesa en la zona complicó los traslados y el yihadista decidió comenzar con los envíos a Siria por la frontera turca. Tras el acuerdo migratorio entre Turquía y la Unión Europea, ese paso quedó taponado y fue entonces cuando aplicó sus tesis a los ciudadanos de Melilla.

Los mensajes de Amaya a sus seguidores dejan ver a una persona persuasiva, convincente y manipuladora. Hablaba de paz y amor, pero en sus mensajes siempre aparecía la guerra: “Hermana, te doy las gracias por Allah. Soy español musulmán desde hace más de 16 años y tendré 50 el mes que viene. No te hablo de hombre a mujer, sino de hermana a hermano. Mi trabajo es muy arriesgado y muy complicado, pero necesario si Dios quiere. ¿Por qué te hablo? Porque eres musulmana, porque he visto tu verdadera convicción. Mi cabeza me dice que quieres ayudar. Estoy postrado en una silla de ruedas desde hace más de 10 años, con la parte derecha paralizada, lo que no me facilita mucho mi trabajo”.

Amaya era un obseso de su seguridad y conocía los peligros de Internet. En una mensaje intervenido por los agentes, el islamista advertía de la falta de seguridad de los foros y reclamaba cautela a sus seguidores: “He rebuscado en la Red, no me busques como amigo. No nos escribiremos palabras clave. La Red funciona solo, por máquinas y sistemas que marcan todas las palabras prohibidas, son las palabras clave. Todo lo relacionan con el delito. Hablamos de trabajo y de viajes turísticos. Solo”.

El rastro del FBI


Tras años de adoctrinamiento y proselitismo, Amaya fue detenido en su casa de Melilla cuando aleccionaba a Paul Cadic y Frank Cheikh, dos yihadistas franceses, sobre cómo viajar a Siria. Llevaba años en el radar de los servicios de información y había escapado de una operación policial en Nador donde residía con su mujer marroquí. De hecho, varios agentes del FBI viajaron a España ante el gran volumen de reclutas que estaba moviendo para proponer que un policía español se infiltrara en la célula. La petición finalmente fue rechazada.

Durante los primeros interrogatorios, Amaya presumió de su cargo. ¿Cuánta gente ha mandado usted a Siria?, le preguntó el fiscal Azcárraga en un vista junto a otros fiscales franceses. “Más de doscientos”, respondió con una amplia sonrisa.

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