En septiembre de 2019 se cumplen 200 años de la llegada accidental del navío San Telmo a las costas de la Antártida en 1819. Siendo las primeras personas conocidas que pusieron pie en el continente blanco, aunque no los descubridores, pues no volvieron para poder contarlo. Si bien ya en 1603 la Antártida había sido avistada por el marino Gabriel de Castilla, nadie había puesto pie en el continente.

El 11 de mayo de 1819 el navío de línea San Telmo partió del puerto de Cádiz liderando un grupo de navíos, la División del Sur, que debía servir de apoyo a los esfuerzos militares del virreinato del Perú, bastión español en una Sudamérica convulsa por las guerras de independencia.





Varios marinos habían denegado el liderazgo de la expedición debido a las malas condiciones de los barcos (podridos por falta de mantenimiento debido al caos económico que hubo durante muchos años mientras se combatía al invasor francés en España y estallaban las guerras independentistas en América) y sobre todo por la peligrosidad de atravesar las tormentosas aguas del Cabo de Hornos (que sepra Sudamérica de la Antártida) en pleno invierno.

Finalmente el mando recayó en Rosendo Porlier, quien consciente de la dificultad su misión se despidió así de su amigo en Cádiz: "Adiós Francisquito, probablemente hasta la eternidad..."




El estado de las embarcaciones era tal que algunas tuvieron que dar media vuelta a medio trayecto. En medio de una fuerte tormenta la dotación de la fragata Primorosa Mariana, otro barco de la expedición, fue quien contempló su desaparición, el día 2 de septiembre de 1819 en latitud 62º sur y longitud 70º oeste, y registró que llevaba averías en el timón, tajamar y la verga mayor: sin capacidad de controlar la nave que se dirigía hacia el sur, hacia lo desconocido.







Tras llegar a puerto en Perú en octubre los otros barcos de la expedición esperaron durante meses la llegada del San Telmo, aunque tras largo tiempo de espera se dió al barco por desaparecido.

El barco embarrancó en las costas de la Antártida. Apenas un mes después, un un bergantín inglés, procedente del puerto rebelde de Valparaíso, Chile, capitaneado por el británico William Smith llegaba a la zona. Según parece, la Royal Navy llevaba tiempo buscando un paso que permitiese sortear los peligros de navegar en las proximidades del Cabo de Hornos. De este modo, Smith habría divisado las Shetland en febrero de 1819, pero en lugar de poner pie en tierra se dirigió hacia Valparaiso, donde informó sobre su hallazgo. Cuando dirigió sus pasos hacia la zona con el fin de explorarla y de reclamar su posesión para el Imperio Británico, se topó con los restos de un buque de pabellón español. A su alrededor pudo observar restos de animales que, posiblemente, fueron cazados por los náufragos del «San Telmo».

A pesar del silencio sepulcral de los hombres de Smith, en 1821 el marino James Weddel, que fue enviado desde Gran Bretaña con el fin de cartografiar las tierras descubiertas, recogió en sus mapas los retos del buque español. Incluso llegó a dejar por escrito lo siguiente en su obra «A voyage towards the South Pole»:

«Varios restos de un naufragio fueron hallados en las islas del Oeste, aparentemente pertenecientes al escantillón de un buque de 74 cañones, que es probable sean los restos de un buque de guerra español de esa categoría perdido desde 1819, cuando hacía el tránsito hacia Lima».

Lo más probable es que los marinos murieran de hambre y frío en medio del durísimo invierno antártico poco tiempo después de su naufragio. En 1822, por insistencia de las viudas de los náufragos, se dió al barco y a su tripulación por desaparecida, con el fin de que estas pudieran acceder a su pensión.

Este presente año, con motivo del segundo centenario, se está acometiendo el "Proyecto San Telmo 1819-2019" con el fin de encontrar los restos del naufragio por parte de la Fundación Polar Española.

Este es un pequeño escrito que hace memoria a las almas de los 644 fenecidos al descubrir un continente, cuando paradójicamente se acababa la presencia española en otro continente anteriormente descubierto por casualidad.