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En una de sus crónicas, Pedro Cieza de León hace una descripción detallada de los enchaquirados, quienes reciben este nombre en la investigación de Benavides a raíz del uso dechaquiras, que eran cuentas de conchas brillantes rojas o blancas. Cieza de León describe a los enchaquirados como hombres (uno o más por cada templo) que cumplían el rol de sacerdotes o guardianes de las distintas deidades adoradas por los huancavilcas y que tenían relaciones homosexuales con las autoridades de sus tribus durante sus festividades religiosas. Estos hombres eran elegidos para este papel desde la infancia y adoptaban vestimenta femenina y costumbres típicas de las mujeres huancavilcas.
Otra descripción de los enchaquirados es dada por Fernández de Oviedo, quien calificó a los huancavilcas como «sodomitas abominables» y habla de la costumbre de tener «niños bien enchaquirados y vestidos con bastante joyería de oro». De acuerdo a Benavides, el uso de objetos considerados como invaluables por parte de los huancavilcas, como lo eran el oro y las chaquiras de conchas spondylus, indica el estatus elevado que este grupo tenía dentro de la jerarquía social de las tribus. Benavides señala además la posibilidad de que algunos enchaquirados fueran enterrados vivos junto con sus caciques al momento de su muerte, como parecen sugerir las crónicas de Cieza de León y de Agustín de Zárateal hablar de ritos mortuorios huancavilcas en que se enterraban a las mujeres favoritas de un cacique junto con él, así como a «dos o tres niños jóvenes de su servicio».
De acuerdo a Cieza de León, los huancavilcas fueron duramente castigados por los capitanes Francisco Pacheco y Juan de Olmos por practicar la homosexualidad.
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