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Thread: Globalistán —construyendo el archipiélago Gulag del futuro tercermundismo global: IBEROAMÉRICA

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    Miami / Key West
    Meta-Ethnicity
    White Hispanic
    Ethnicity
    Criollo
    Ancestry
    Castilians, Bretons, Normans & Guanches
    Country
    Cuba
    Region
    Florida
    Y-DNA
    R1b-M222=>A10857
    mtDNA
    U6b1
    Politics
    Hispanism
    Hero
    Isabel I of Castile, Juan Ponce de León, Francisco de Orellana, Sebastián de Belalcázar
    Religion
    Catholic
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    Globalistán —construyendo el archipiélago Gulag del futuro tercermundismo global: IBEROAMÉRICA

    En lo pasado está la historia de lo futuro.
    (Juan Donoso Cortés).



    ÍNDICE
    IBEROAMÉRICA
    · Las raíces hispánicas de Hispanoamérica —PLVS VLTRA
    · La realidad de la América poscolombina: lucha de clases y guerra civil entre españoles
    · ECCLESIA versus IMPERIVM —Templo contra Palacio, o Papa contra César
    · La farsa indigenista como vector globalista en América —alternativa controlada
    · El indigenismo, al servicio del modelo de Huntington: una "civilización latinoamericana"
    · Mitos y verdades de Simón Bolívar y sus émulos —¿libertadores o balcanizadores?
    · Bolibananismo moderno, o los hijos de Bentham —conozca usted el rostro de la política bolivariana
    · Contra el victimismo hispanófobo y leyendanegrista
    · Las venas abiertas de España Ibérica
    · El peor enemigo del atlantismo es… otro atlantismo



    En esta tercera parte de la serie Globalistán, no se nos podrá objetar que, siendo un blog español, y a pesar de haber ya mirado al Oeste en otro artículo, volvamos a dedicarle especial atención a Iberoamérica, una esfera con la que tenemos tantos vínculos históricos, culturales y de sangre. Si Rusia es un país eurasiático, España es un país eurafricano… y euramericano. Ceuta, Melilla, Baleares, Canarias, Puerto Rico y Cuba "deberían" ser lo que Pérgamo, Éfeso, Rodas, Creta o Cirene fueron para la antigua Grecia: plataformas para proyectar influencia europea en otros continentes. En el caso histórico de España, esta proyección consolidó la antítesis exacta de la Ruta de la Seda, su negación absoluta: la ruta Sevilla-Veracruz-México-Acapulco-Manila, con infinidad de ramificaciones secundarias.

    Además de esto, Iberoamérica es una ventana al futuro de Occidente por cuanto, en ella, ya se han consumado muchos procesos globalizadores, como el mestizaje a escala masiva y la concentración de riqueza en manos de élites minúsculas que viven en oasis neofeudales. No hay que olvidar que el mismo término Globalistán fue acuñado por un iberoamericano, el brasileño Pepe Escobar.

    También se nos ofrece con este artículo desarticular el principal vector de globalización y tercermundización en el mundo hispanohablante: el indigenismo y el bolivarianismo —ahora defendidos también en la misma España por el entorno del partido político Podemos. Asimismo, consideramos que ha habido una labor secular de difamación y mixtificación para arrastrar por el barro todos los grandes logros de España. Este ataque contracultural ha tenido varios objetivos:

    • Yugular el ascenso de una globalización rival de la decretada desde Londres, Nueva York o el Vaticano.

    • Impedir la constitución de un Patriarcado de Indias que deviniese Iglesia Hispánica.

    • Impedir la restitución de la influencia hispánica en el Caribe, especialmente en Cuba.

    • Impedir el establecimiento de un sistema de castas cuyo criterio de jerarquía no fuese el dinero.

    • Impedir la constitución de una esfera de Estados hispánicos paralela a la Commonwealth británica.

    • Impedir la constitución de un atlantismo alternativo al anglosajón, tendente a partir el Atlántico en dos y a extirpar el Caribe y el Golfo de México del Atlántico, colocándolos bajo la tutela de tierra firme hispana.

    • Impedir la vertebración terrestre de Iberoamérica. Que cada país iberoamericano sea como una isla, bien conectada con el mar y mal conectada con todo lo demás. Con ello se acentúa la yugoslavización iberoamericana y el parasitismo de los recursos de Iberoamérica a manos de potencias fuertemente marítimas.

    • Impedir que la cultura grecorromana pueda llegar a tener en Iberoamérica la capacidad de atracción que tiene, por ejemplo, en Asia Oriental. Subsaharización, haitización y orientemedización de Iberoamérica con respecto a la cultura europea occidental.

    De un modo u otro, es necesario limpiar el nombre de nuestro país, que está unido indisolublemente a la mayor parte del continente americano, para bien y para mal, guste o no, pese a quien le pese. No pretendemos relatar exhaustivamente hechos históricos que están disponibles de sobra en Internet o los manuales de Historia, sino proporcionar datos intrahistóricos y pinceladas sobre política encubierta, que ayuden a formarse ideas generales de Iberoamérica, todo un mundo, a menudo demasiado olvidado incluso en nuestra misma Iberia. También procuraremos asumir frontalmente la responsabilidad española en la globalización de vastas superficies del planeta. El comercio hispano, las pugnas con la Iglesia, los antagonismos clasistas en Ultramar, las limpiezas étnicas, etc., fueron hitos importantes en la historia de la globalización y no podemos pasarlos por alto porque si a alguien le concierne, es a nosotros, los hispanos del Siglo XXI. De modo que, aunque ésta sea la tercera parte de la serie "Globalistán", será una parte especial.

    El lector perdonará que quizás le dediquemos especial atención a Venezuela para ilustrar el proceso de consolidación, desmembración y difamación del Imperio Español. El motivo está a la vista: del mismo modo que los petrodólares de Arabia Saudí y otras monarquías del Golfo se han utilizado para financiar el yihadismo de marca wahhabita-salafista-tafkirí, parece que el petróleo venezolano también está empleándose para subvencionar una corriente comparable al otro lado del Océano. Corriente teóricamente antiglobalización pero, en la práctica, fiel comparsa de la globalización, al igual que la insurgencia islamista, y destinada, como ésta, a lograr la favelización mundial necesaria para que un puñado de hombres concentren en sus manos todas las riquezas del mundo. La demolición de estatuas budistas en Afganistán, a manos de talibanes fanáticos, no difiere mucho del derribo de estatuas de conquistadores españoles en el extremo opuesto del globo, a manos de otros fanáticos.



    IBEROAMÉRICA

    En más de un aspecto, la posición de los Estados Unidos en el Siglo XX se asemeja a la de España en el Siglo XVI. Blandiendo un poderío enorme en defensa de un ideal esencialmente conservador, se encuentra como blanco de odio y de los celos tanto de amigos como de enemigos. Nadie que lea los periódicos podrá dudar que las naciones del mundo están compilando una nueva Leyenda Negra, ni de que los Estados Unidos han disfrutado de un poderío mundial; como España, se han permitido llevar la autocrítica hasta el extremo; y, a la postre, su destino puede ser el mismo.
    (William S. Maltby, "The Black Legend in England", 1969).

    Por Iberoamérica entendemos Hispanoamérica (América hispanoparlante) más Brasil (América lusoparlante). No usaremos el término "Latinoamérica" ni "América Latina" por ser una invención de la política exterior estadounidense, británica, francesa y vaticana para quitarle peso al carácter específicamente ibérico en general e hispánico en particular de todo lo que hay al sur de Río Grande. Tampoco nos referiremos a sus habitantes como "latinos", ya que dicha palabra en realidad designa a los habitantes del Lazio, una región italiana que no tiene nada que ver con el Nuevo Mundo, donde el latín no es precisamente el idioma dominante.


    Hispanoamérica. Llama la atención la falta de conexiones con el Atlántico de buena parte del espacio hispanoamericano. Prácticamente solo se salvan Argentina, Uruguay, la República Dominicana y en menor medida Venezuela, cuya salida marítima está estrangulada por Estados insulares. También destaca la naturaleza bioceánica de muchos Estados.

    En el proceso de globalización de las Américas, pueden distinguirse varios hitos:

    • El establecimiento de las diversas civilizaciones precolombinas (tiahuanaco, huari, topará, nazca, maya, tolteca, azteca, inca, etc.), algunas de ellas muy avanzadas tecnológicamente, sentó las bases de la globalización al implantar agricultura, arquitectura, ingeniería, matemáticas, astronomía, sistemas de regadío y de escritura, tecnología, medicina, ciudades grandes y bien urbanizadas (cuando los españoles llegaron a Tenochtitlán, la capital azteca era dos veces más grande que Sevilla y cinco veces más grande que Madrid), organizaciones burocráticas y estatales, grandes desigualdades sociales, enormes masas de población campesina, ejércitos organizados, regiones enteras adaptadas a la dieta post-neolítica a base de almidón, y gran cantidad de esclavos acostumbrados a aceptar los abusos de una élite extractiva. Eduador Galeano, autor de "Las venas abiertas de América Latina" reconoció la importancia de estas "civilizaciones indígenas con densas concentraciones de población ya organizada para el trabajo". A pesar de todo ello, la proporción de población cazadora-recolectora era mucho mayor en las Américas que en Eurasia, de modo que había también amplios espacios donde todavía no había llegado la civilización, ni siquiera el Neolítico. Si hemos de creer al mismo Cristóbal Colón, las poblaciones cazadoras-recolectoras de América tenían una excelente salud y constitución física.

    • El desembarco y despliegue de los conquistadores ibéricos [1] trajo la civilización del Viejo Mundo a Ultramar, e insertó al Nuevo Mundo en el ya incipiente circuito comercial global. Es un claro punto de inflexión en la historia de América y de la humanidad. A no mucho tardar, los caballos, los cerdos, las vacas, las ovejas, los plátanos, la caña de azúcar, el trigo y los esclavos subsaharianos fluirán hacia América, mientras que el azúcar, el tabaco, el cacao, la patata, el tomate, el boniato, la piña y el maíz inundarán los mercados europeos. En América se erguirán ciudades, templos y centros educativos que reflejarán las del Viejo Mundo, pero también tendrá lugar un proceso de mestizaje que llevará a una síntesis cultural en muchos lugares.

    • Detrás de los conquistadores llegaron misioneros cristianos, como fray Pedro de Gante, destruyendo los ídolos religiosos de los indios y adoctrinándolos en el cristianismo. Bajo la fachada de querer evangelizar y extender la Religión Verdadera y la Fe de Cristo, los verdaderos objetivos del Vaticano eran poner un pie en Ultramar, posicionarse para el reparto del poder en el Nuevo Mundo y colocar a los indios en pie de igualdad con los conquistadores para socavar la posición de estos en beneficio de la Iglesia. Esto no ocurrirá sin fricciones, como veremos más adelante.

    • El Imperio Español era un circuito comercial cerrado, Madrid no permitía al resto del mundo comerciar con sus posesiones en Ultramar, ni permitía a los distintos virreinatos americanos comerciar entre ellos, de modo que existía toda una comunidad mercantil internacional ardiendo en deseos de liberalizar el comercio americano para poder parasitar el continente de forma más efectiva. Los primeros intentos capitalistas serios de globalización económica vinieron de la mano de Gran Bretaña y su doctrina estratégica de emancipación de las colonias españolas. Sobre todo interesaba a Londres —también a Ámsterdam y a París— desestabilizar la barrera de las Antillas para frustrar el enlace de España con sus dominios americanos (Cuba nunca llegaron a conquistarla: demasiada tierra para talasocracias mucho más especializadas en el mar que la misma España), y convertir el Caribe en un lago vetado a los españoles. Mucho antes de ser paraísos fiscales y oasis financieros, las numerosas islas caribeñas fueron nidos de contrabandistas, negreros, traficantes, privateers, bucaneros, plantadores desalmados, vrijbuiters, corsarios y, en definitiva, piratas de diverso pelaje, de procedencia inglesa (incluyendo galesa), escocesa, holandesa, francesa y judía; un mundo confuso y violento, que vivía de depredar lo que llamaban Spanish Main: tierra firme española.

    https://i.imgur.com/bRtn2km.png
    Banderas históricas utilizadas por piratas, especialmente ingleses, en el Caribe. Sin embargo, podrían ser también perfectas para cualquiera de los numerosos Estados insulares-paraísos fiscales que pueblan actualmente aquel mar. Estos oasis financieros no sólo blanquean capitales procedentes de las cloacas inconfesables del crimen organizado global, sino que acogen subsidiarias y filiales (la lista del mapa no es exhaustiva) de los principales bancos y multinacionales de Estados Unidos y otros países. Los actuales nidos de piratas están situados a una distancia sospechosa de las principales rutas de narcotráfico y movimientos de dinero negro. Sin que extrañe, la balcanización del Caribe exige que también haya Estados que sean el extremo opuesto al paraíso fiscal: infiernos fiscales como Cuba, Nicaragua o Venezuela. Para ser justos, también hay que reconocer que aquellos piratas de antaño, a diferencia de los especuladores de hoy, al menos arriesgaban sus vidas y tenían que obtener lo que querían con la espada en el puño.

    La presión de Londres aumentará después de la independencia de Estados Unidos en 1783. Bajo la dirección del aparato de Inteligencia del comercio británico (manejado por Jeremy Bentham), se procedió a la liquidación del Antiguo Régimen en Iberoamérica. La "emancipación" fue seguida de todo un rosario de guerras balcanizantes en las que el único ganador era el comercio internacional británico. El general argentino Bartolomé Mitre lo expresó bien cuando, después de la vergonzosa Guerra de la Triple Alianza —en la que Brasil, Argentina y Uruguay aplastaron a Paraguay para aniquilar su sistema autárquico y telurocrático—, declaró que en aquella guerra habían triunfado "los grandes principios del libre cambio"... Su ideología no difería en nada de aquella que llevó al Imperio Británico a las guerras del opio en China en "defensa del sagrado derecho a comerciar".


    Estas dos obras demostraron que la emancipación de las colonias americanas de España estaba entre ceja y ceja del Imperio Británico ya en 1711, antes de que España ayudase a Estados Unidos a independizarse de la tutela de Londres. Gran Bretaña, sucesivamente derrotada en sus tentativas de invadir abiertamente la Iberoamérica continental (por ejemplo, en la Batalla de Cartagena de Indias de 1741), se contentó con promover la subversión masónica contra Madrid, dando a luz a una miríada de Estados pseudofallidos e impotentes que, enfrentados entre ellos caóticamente, acabarán pasando a la órbita británica primero y estadounidense después. Ninguno de los "libertadores" fue capaz de vislumbrar que el apoyo británico era un caramelo envenenado, ya que a Londres no le convenía el enriquecimiento de Hispanoamérica (es decir, que las riquezas hispanoamericanas revirtiesen en suelo hispanoamericano), sino drenar vampíricamente todo su comercio hacia el Caribe a precio de saldo —logrado mediante la desestabilización.

    Las posesiones portuguesas quedaron más a salvo de esta desestabilización extranjera. Por un lado, Brasil tenía demasiada costa en el Atlántico y demasiadas pocas islas: era difícil crear barreras marítimas artificiales, plataformas de desestabilización o nidos de contrabandistas, agentes y piratas frente a la costa brasileña, de modo que, hacia el sur del país y en el Amazonas, los fuertes y puestos ingleses, holandeses y franceses serán tomados, uno tras otro, por Portugal. A esto se añade que Portugal no tuvo que enfrentarse a Estados indígenas plenamente constituidos, superpoblados y bien organizados. Brasil no se desgajó tan radicalmente de la metrópoli, siendo, hasta 1889, el Imperio do Brasil: un Estado monárquico regido por un emperador emparentado con la realeza portuguesa. Aunque hubo una guerra en 1822-23 entre portugueses y brasileños, la separación no fue tan traumática como en el caso español. Cabe destacar el papel de estadounidenses y británicos en el proceso brasileño (como el almirante Thomas Cochrane). La idea era conformar todos estos espacios como patios traseros del comercio británico: el dominio español o portugués directo sería sustituido por un dominio británico indirecto que utilizaría la ilusión de independencia como máscara.

    Por otro lado, Portugal, cuya misma separación de España fue obra de la política exterior inglesa (primero en la desastrosa Batalla de Aljubarrota de 1385 y luego en el Tratado de Lisboa de 1668), era considerada una potencia menos peligrosa y más controlada que España. Hasta muchos siglos después, la misma alta sociedad portuguesa estaba mucho más masonizada y unida al comercio internacional que la española [2]. Desde el principio, los capitales fundadores de las plantaciones de azúcar eran holandeses, que recogían toda la mercancía en el puerto de Lisboa y que llegaron a invadir el nordeste de Brasil en 1630 para controlar el comercio del azúcar desde su origen. Los holandeses usurparon la trata de esclavos de los portugueses, que por no ser capaces de ofrecer manufacturas a los caciques y reyezuelos subsaharianos, se limitaron a ejercer de intermediarios comerciales entre ellos y otras potencias, especialmente Holanda, a la que Carlos I había concedido el monopolio esclavista. En el Tratado de Methuen de 1703, Portugal firmaba una alianza comercial con Inglaterra, en virtud de la cual todas sus colonias quedaban abiertas al comercio británico. Londres empezó a recibir un denso flujo de oro procedente de las minas de Ouro Preto (Brasil) y tampoco perdió tiempo en inundar Brasil de sus manufacturas, hasta el punto de presionar a Lisboa para liquidar las industrias manufactureras autóctonas: no sólo los telares portugueses dejaron de funcionar, sino que en 1715 la Corona portuguesa ilegalizó las refinerías de azúcar en todo su territorio, en 1729 prohibió la apertura de nuevas vías de comunicación en las regiones mineras de Minas Gerais (las únicas vías de comunicación debían ser desde las minas hasta los puertos) y en 1785 llegó a ordenar el incendio de los telares e hilanderías en Brasil, en una maniobra claramente orientada a beneficiar a la industria textil británica. Cuando Napoleón amenazaba la posición de Londres en Europa, fueron los mismos británicos quienes trasladaron insólitamente la casa real portuguesa a Río de Janeiro. George Canning, secretario de exteriores del Imperio Británico, instruyó así al embajador en Brasil, lord Strangford: "Hacer de Brasil un emporio para las manufacturas británicas destinadas al consumo de toda América del Sur". La multinacional minera británica Saint John d'el Rey Mining Co. controló una enorme proporción del comercio mineral brasileño hasta que en el Siglo XX su lugar fue sustituido por la estadounidense Hanna Mining Co., cuyos tentáculos asieron firmemente el mundo de la política brasileña.

    La Casa da Índia, versión portuguesa de la sevillana Casa de Contratación de Indias o de las compañías de Indias británica, holandesa y sueca —aunque mucho más antigua que cualquiera de ellas (1434)—, manejó un colosal volumen de comercio e información hasta que fue destruida en el maremoto de 1755. Ese mismo año, el marqués de Pombal, primer ministro y patriota portugués, denunció que los británicos habían conquistado el Imperio Portugués sin los inconvenientes de una guerra. También señaló que los agentes británicos manejaban totalmente el comercio portugués. Su llamamiento a instaurar una política proteccionista y nacional llegó demasiado tarde: gracias al oro brasileño, el centro financiero europeo se había transladado desde Ámsterdam hasta Londres, y la City era dueña de la tupida red internacional portuguesa. Aun así, el imperio colonial portugués, con plazas tan privilegiadas como Cabo Verde, Guinea-Bissau, São Tomé y Príncipe, Angola, Mozambique, Diu, Daman, Goa, Macau o Timor Oriental, será el último en desmantelarse, en fechas tan tardías como 1975.

    Además de la desestabilización marítima provocada por Londres, en el Siglo XVIII Inglaterra logró infiltrarse, vía los estudios de idiomas, las logias masónicas [3] y las ideas ilustradas, en muchas oligarquías criollas continentales que ansiaban explotar de forma más rotunda y comerciar de forma más independiente los recursos tanto humanos como territoriales de Hispanoamérica, sin las cortapisas impuestas por el Antiguo Régimen desde Madrid. Estas cortapisas incluían disposiciones como las Leyes de Burgos de 1512, las Leyes Nuevas de 1542 y las Leyes de Indias de 1680, así como la tradición jurídica encabezada por Francisco de Vitoria [4] y defendida en América por otros frailes dominicos de la Escuela de Salamanca, como Domingo de Soto, Bartolomé de las Casas, Antonio de Montesinos, Domingo de Santo Tomás y Pedro de Córdoba, ya desde el Siglo XVI, en tiempos de Carlos I [5]. De las filas franciscanas, se destacarán defensores de los indios como Toribio de Benavente (alias fray Motolinía) o Jerónimo de Mendieta. El aspecto pobre y desharrapado de los franciscanos impactó a los indios, acostumbrados a la "bizarría y gallardía" de los conquistadores, y suscitó su curiosidad. El jesuita Francisco Suárez continuará en la línea proindígena al profundizar en el ius gentium (derecho de gentes, el antepasado del derecho internacional) y revitalizar la escolástica y el pensamiento de Tomás de Aquino. El también jesuita Juan de Mariana, apologista del "tiranicidio" y de la globalización, también tendrá una influencia importante. Sin que sorprenda, las obras de Las Casas y de Suárez serán citadas profusamente por los separatistas americanos siglos después, y el mismo Bolívar, considerando al fraile un filántropo, propondrá homenajearlo.

    Estas disposiciones proindígenas nacían de las quejas transmitidas a la Corona por los frailes dominicos en lo que se refería al trato a la población indígena, colocaban a los indios bajo la protección de la Corona y tendían así a poner coto a las prédicas de apologistas de las encomiendas como González Fernández de Oviedo o el religioso Juan Ginés de Sepúlveda, quienes consideraban que los indígenas eran homúnculos, algo así como subhumanos desprovistos de alma o de mente racional, incapaces de hacer una conversión consciente al cristianismo y aptos sólo para la servidumbre. Estos hombres tenían, por tanto, una mentalidad esclavista no muy distinta de la que tenían las aristocracias maya, azteca o inca. Las leyes proindígenas fueron las responsables de que no sucediese con los indios lo que ya les había sucedido en tiempos de las civilizaciones indígenas esclavistas, o lo que hubiera podido sucederles en caso de triunfar el modelo anglosajón de conquista y exterminio, sin evangelización ni mestizaje de por medio.

    No importa cómo sople el viento de la Historia ni qué compás siga la danza geopolítica de la época de turno, España tiene algo que no tienen EEUU, el Reino Unido, Francia, Rusia, China y otras potencias que pretenden adjudicarse paquetes de activos en Hispanoamérica sin llevar al cabo la labor militar y cultural de siglos que llevó en su día España: España tiene el Instituto Cervantes, la RAE, Ortega y Gasset, Unamuno, Manrique, Garcilaso de la Vega, Quevedo, Velázquez, Calderón de la Barca, Gutierre de Cetina, Donoso Cortés y Ramón y Cajal. España tiene la universidad de Salamanca y la de Granada; las catedrales de Burgos, Valladolid, León, Córdoba y Santiago; el monasterio de El Escorial y la Alhambra de Granada; la Giralda de Sevilla y la torre de Hércules de Coruña; el acueducto de Segovia y las murallas de Ávila y de Lugo; la Lonja de la Seda de Valencia y las plazas mayores de Salamanca y Madrid; el museo de El Prado, la basílica del Pilar y el palacio de la Aljafería. En todos estos tesoros se condensó una de las historias nacionales más ricas del mundo y se escribió anticipadamente el destino de sus conquistas futuras: España construyó la catedral de México y la de Lima, levantó Cuzco y Cartagena de Indias y creó el barroco mexicano. Todo un legado del patrón-riqueza y del valor-trabajo que, tarde o temprano, desplazará las mentiras del marketing vulgar y de la ingeniería social globalista y rendirá sus frutos maduros.


    Las raíces hispánicas de Hispanoamérica —PLVS VLTRA

    Con sus 11,5 millones de kilómetros cuadrados y 400 millones de habitantes (compárese con los 8,5 millones de km cuadrados y 200 millones de habitantes de Brasil), Hispanoamérica, es decir, la América hispanoparlante, constituye una esfera geopolítica digna de estudiar y de tener en cuenta, ya que en todo el planeta no hay nada que pueda compararse ni remotamente a todo un mundo que comparte idioma común en una continuidad geográfica y humana de cerca de 8 mil kilómetros —los que hay desde California hasta Tierra del Fuego. Por ende, se hace necesario retroceder a sus raíces, tanto para comprender su presente como para despejar ciertos mitos de la Leyenda Negra española, creados por los rivales históricos del Imperio Español para dividir artificialmente Hispanoamérica e infeudarla al comercio internacional de tutela londinense. Las concentraciones de población de México, las ciudades de Colombia, las más antiguas universidades americanas (en 1551 se fundaron la Universidad de México y la de San Marcos, Lima [6]), los primeros vaqueros norteamericanos, las diversas plazas de toros y la cultura ganadera de los gauchos, tienen su origen en España, a orillas del Cantábrico, en Extremadura, Galicia, la Castilla profunda o el Valle del Guadalquivir, de modo que para encontrar las fuentes del vasto mundo hispanoamericano debemos colocarnos en la Iberia cristiana del norte, antes de 1492, un reino más pequeño que Francia, menos poblado y de geografía mucho más endiablada, pero que rápidamente se convertirá en la superpotencia hegemónica del mundo.

    La larguísima Reconquista (que, no lo olvidemos, fue una guerra civil española, ya que la población de Al-Ándalus consistía ante todo en hispanorromanos y visigodos convertidos al Islam) contra el poder transnacional del Islam había forjado generaciones enteras de hombres luchadores y un impulso guerrero irresistible, que no por haber tomado Granada iba a detenerse en 1492. Junto con el hecho de que España llegó a estar gobernada por una verdadera pareja de macho alfa y hembra alfa —los Reyes Católicos—, se conjugaron otros factores para que el español de la época, antes de dedicarse a vivir su vida en paz, se lanzase al mundo, enloquecido por el hambre de conquistas y horizontes, deseando ir más allá, plvs vltra, para romper los límites de una tierra que se le había quedado pequeña, donde todos los nichos importantes ya estaban repartidos entre terratenientes nobles, la Iglesia y burócratas funcionarios del Estado. El acero toledano era el más reputado de la Cristiandad y la esgrima española se había convertido en el arte marcial más efectiva y depurada del mundo, con minuciosos tratados escritos en la Escuela de Toledo. A diferencia de la mayor parte de Europa, prácticamente todo el mundo tenía una espada y además sabía usarla, puede que porque, como en el caso de EEUU, el pueblo tenía la conciencia de habitar una tierra conquistada recientemente con gran derramamiento de sangre. A no mucho tardar, los servicios de Inteligencia del Imperio Español [7] estarán entre los más eficaces de Europa, por delante de Francia e Inglaterra —aunque probablemente no de Venecia y Roma.

    Otro efecto de la Reconquista fue el haber creado un espíritu de equipo, de empresa común y de meritocracia típicamente militares, aboliendo el clasismo inercial e inaugurando un nuevo clasismo oficioso, más basado en la capacidad. El militar y escritor Pedro Calderón de la Barca expresaría bien la filosofía de los Tercios: "No es el vestido que adorna el pecho, sino que el pecho adorna el vestido", y "Sin mirar cómo nace, se mira cómo procede". Si bien los linajes siguieron pesando, en el pueblo llano estaba extendida la creencia de ser hombres libres que reconocían el poder de su rey por propia voluntad, a cambio de que éste reconociese sus fueros. Los fueros eran los antiguos derechos de cristiano viejo, sancionados por la costumbre, el pacto y la ley, y procedentes del mundo campesino comunal-militarizado de la Alta Edad Media en el actual norte de España. Los fueros podían otorgarse a reinos, comarcas, pueblos, ciudades, gremios, señoríos, etc., pero constituían un ejemplo de derecho propio y particular, "personalizado" a cada caso.

    No solo el territorio, muy montañoso (España es el segundo país de mayor altitud media de Europa después de Suiza), favorecía el foralismo y el cantonalismo, sino que en muchas zonas de las Españas, era mayoría la población hidalga —es decir, noble de bajo rango—, un caso inaudito en el mundo. Todavía a finales del Siglo XVIII, los hidalgos constituían probablemente en torno a un 10% o más de la población española. En los señoríos de Guipúzcoa y Vizcaya, todos los habitantes eran automáticamente hidalgos (hidalguía universal), ya que, con su milenaria y misteriosa cultura, se consideraba que los vascongados jamás habían sido tocados por las "malas razas" (en la mentalidad de la época: negros, gitanos, moros, indios y judíos). En Cantabria y Asturias, los hidalgos rondaban el 80% de la población, y en Galicia abundaban y detentaban mucho poder debido a la limpieza de la nobleza local, de origen suevo, llevada a cabo por los Reyes Católicos. Ésta era la herencia de una sociedad organizada en milicias y en comunidades campesinas autónomas, autárquicas y a menudo aisladas, que se habían ido expandiendo hacia el Sur a lo largo de la Reconquista. La cantidad de hidalgos iba descendiendo a medida que se acercaba uno a la antigua Al-Ándalus, pero a la vez en el Sur aparecían los grandes señoríos y latifundios, y era donde vivían los nobles, terratenientes y grandes de España más ilustres. Muchos de ellos eran tan poderosos que poseían más tierras que el Rey, ostentaban títulos, derechos, rangos y órdenes en toda Europa y podían permanecer en su presencia con el sombrero puesto.

    Esta situación social tan igualitaria y libertaria no se dio en ninguna otra parte de Europa, salvo quizás en el caso de los cosacos, zonas de Suiza y posteriormente con la emergencia de algunas sectas protestantes muy intelectualizadas. Los abusos del feudalismo no fueron conocidos en España, salvo en la Marca Hispánica (norte de la posterior Corona de Aragón) donde la monarquía carolingia se impuso, a largo plazo desembocando en oligarquías feudales al margen tanto de la Corona como de la Iglesia [8]. También en Galicia, la nobleza, de origen suevo, estaba más volcada hacia tendencias feudales hasta que fue derrotada por los Reyes Católicos. El hidalgo, sin embargo, era señor de su hogar. Este incentivo había sido la única manera de movilizar a las masas humanas de los reinos ibéricos del Norte y darles la suficiente motivación para lanzarlas a acometer las reconquistas primero y para organizar las repoblaciones después.


    Los caballeros villanos, también llamados caballeros pardos, fueron un ejemplo de la cultura de los fueros y de las extraordinarias transformaciones sociomilitares que tuvieron lugar en las Extremaduras (fronteras entre la Cristiandad y el Islam) ibéricas. En tanto vanguardias descentralizadas y autónomas, son comparables a los cosacos eslavos, a los gauchos sudamericanos, a los bandeirantes en Brasil, a los coureurs des bois franceses en Norteamérica o a los vaqueros anglos. La ideología fermentada en esta época no estaba muy alejada del anarcosindicalismo clásico o el libertarianism de Estados Unidos. Varias revueltas sociales certifican, a ojos de la Historia, el inconformismo de esta época, como la de los irmandiños gallegos, los comuneros castellanos o la de las germanías en Valencia.

    En España había nacido, por tanto, una auténtica clase media, imbuida de dignidad y señorío, totalmente desprovista de ese servilismo feudal que tenía la mayor parte del Tercer Estado en el resto de la Cristiandad, y motivo por el cual los españoles eran considerados, en otros lugares de Europa, arrogantes y altivos, pues hasta los hidalgos más humildes económicamente se consideraban hombres libres, por encima de un mercader, un banquero o un escriba, por rico que fuese. Cuando España dominaba los campos de batalla de la Cristiandad, un soldado raso de un tercio de infantería soportaba todo tipo de calamidades y privaciones sin inmutarse: hambre, frío, humedad, asedios, batallas, marchas, navegaciones, abordajes, asaltos, cargas de caballería pesada, lluvias de fuego y plomo, bombardeos enemigos, guerra de trincheras, labores de zapa subterránea, humos insalubres y hasta suspensión de la paga… pero era capaz de acuchillar a su propio sargento si le levantaba la voz de una manera que él considerase indebida. Su espíritu sindicalista le impedía soportar humillaciones a su honor. Cuando fallaba la paga, los tercios españoles se amotinaban después de tomar una ciudad, no antes, para que no cupiese posibilidad de duda con respecto a su coraje. Estos fenómenos, que pueden parecer anacronismos medievales, fueron en realidad buena parte del secreto tras el éxito militar de los Tercios españoles, el avance de la política exterior española y las hazañas de los conquistadores españoles en Ultramar. También explican el odio que ciertos sectores de la burguesía, de poder muy reciente y basado en el dinero y el comercio, le tenían al Antiguo Régimen, y especialmente a España, que era donde éste gozaba de mejor salud.

    Se mire por donde se mire, el pueblo español no estaba preparado para el advenimiento de un estado nacional moderno de tipo absolutista-jacobino, sino que los fueros, los pactos entre hombres libres, el apretón de manos extraoficial, los clanes y el tradicionalismo medieval, eran la argamasa que mantenía unido el edificio de las Españas, en una especie de federalismo arcaico —de ahí que, aun hoy, la idea de patriotismo a la moderna no esté tan implantada en España como en cualquier otro país.

    En el sistema político, resulta chocante que el poder del rey en España no era tan ilimitado y dictatorial como la posteridad ha interpretado. Calderón de la Barca escribiría atrevidamente que "Al Rey la hacienda y la vida se ha de dar, pero el honor es patrimonio del alma, y el alma sólo es de Dios". Estando Felipe II en la iglesia de San Jerónimo en Madrid, un clérigo adulador declaró en un discurso que "el Rey es absoluto". Fue denunciado a la Inquisición, ya que esa filosofía se consideraba impía y herética. Inquisición que, dicho sea de paso, no tenía tanto fanatismo si permitía esculpir dioses paganos desnudos, ni tanta culturofobia si se escribían poemas llenos de alusiones a la mitología grecorromana, ni tanta crueldad si la mayor parte de los condenados a la hoguera fueron quemados solo en efigie, ni tanta brutalidad si, según historiadores como Henry Camen, las cárceles inquisitoriales eran más humanitarias que las civiles, ni tanto cinismo si sus tribunales ofrecían muchas más garantías procesales que cualquier tribunal civil de la época (y desde luego ofrecían muchas más garantías que la actual Ley Integral de Violencia de Género en España).

    En cuanto al proceso político de incorporación de las Indias como parte de las Españas, lo primero que sorprende es que los reyes españoles, desde Isabel y Fernando hasta Felipe II, sienten seriamente el peso de la carga moral que suponía la conquista de América e hicieron cuanto pudieron para que la hispanización se hiciese de forma limpia y decorosa. A pesar de estar curtidos de sobra en los pasillos de la intriga, las lides de la guerra y los intríngulis de la diplomacia internacional, tales eran los escrúpulos de estos monarcas que —pese a ser los hombres más poderosos del planeta— eran realmente temerosos de Dios, creían realmente que rendirían cuentas ante Él y por ello no fueron pocas las veces en las que examinaban su propia conducta y si realmente estaba acorde con el Derecho lo que hacían. Esto puede interpretarse de dos maneras:

    • Ridículo complejo de culpa cristiano, un auténtico sentimiento de control mental por parte de la Iglesia, a fin de favorecer un predominio del Templo por sobre el Palacio, o al menos algo de equilibrio. Lo cierto es que los antiguos romanos nunca se preguntaron si tenían derecho a conquistar una zona: su derecho era la fuerza. Lo que era conquistable, era conquistado tarde o temprano.

    • Rectitud moral auténtica. Entendían que el ejercicio de un poder tan enorme requería de ciertas dosis de ascetismo, autocrítica y autocontrol. Preocupados sinceramente por el destino de su alma en el Más Allá, estos reyes se negaban a que en su nombre se cometiesen tropelías que ofendiesen a Dios. Para mostrarlo, Carlos I de España y V de Alemania se paró varias veces a cuestionar la validez de su propio proceder y estuvo dispuesto a renunciar a todas las Indias si su posesión no se ajustaba a lo que él consideraba buen hacer, acorde con el derecho divino del que se creía depositario.


    La estatua de Carlos I dominando al Furor es típica del Renacimiento, pero parece expresar la filosofía de los reyes medievales: que un gobernante debe practicar cierto autocontrol, ya que el ejercicio de un poder tan grande supone demasiadas tentaciones al ego humano. La aristocracia de la época consideraba que "nobleza obliga" y que los privilegios no eran gratuitos, sino que conllevaban grandes responsabilidades y asumir un papel de ejemplo y liderazgo para con el resto del pueblo.

    Estos píos remilgos eran, sin embargo, desconocidos al norte de los Pirineos, donde el maquiavelismo estratégico, la Realpolitik desalmada y la mentalidad protestante pragmática, ya precursora de estados-nación modernos, era la norma. La renacentista razón de Estado de Maquiavelo estaba destinada a engendrar la concentración de poder propia de los Estados contemporáneos. Esto se verá en Inglaterra con Enrique VIII y especialmente en la Francia del Siglo XVII, primero con el cardenal Richelieu y luego con ese L'État c'est moi (el Estado soy yo) de Luis XIV. Si Francia vio procesos de concentración del poder del Palacio, Italia, Holanda e Inglaterra vieron procesos idénticos en el poder del Mercado. En España, en cambio, se reprodujo un arquetipo ya visto en el Sacro Imperio Romano-Germánico: un predominio del Palacio, en pugna contra el Templo (la Iglesia) y el Mercado (Holanda, Inglaterra, Venecia, el Imperio Otomano).

    Para franceses, holandeses e ingleses, la fuerza bruta, la audacia y el derecho de conquista eran razones más que suficientes para adjudicarse un lugar, sin prácticamente regulaciones morales. La acción de los mercaderes holandeses en Indonesia certifica que sus escrúpulos morales eran más bien escasos. Puede decirse que las autoridades españolas, en este sentido, eran muy poco yanquis, constituyendo incluso, en muchos sentidos, su antítesis exacta. De modo que no es solo que Hispanoamérica fuera un rival estratégico de la nueva potencia anglosajona, sino que su misma naturaleza estaba en contradicción con ella, necesitándose por tanto desmantelar completamente toda la arquitectura política que España había construido en Ultramar.

    Es cierto que también incluso en España se llegaron a ver tics absolutistas, como aquel "el Rey lo puede todo", dicho secamente por un oficial español a un ciudadano que protestaba por la ocupación militar de Zaragoza en 1590, y especialmente más tarde con el Conde-Duque de Olivares, al que le habría gustado un sistema de poder más francés, más jacobino… más realpolitikista. Sin embargo, por cada abuso del poder, el ciudadano tenía una tradición, una institución, una cultura pseudo-sindicalista de defensa de sus derechos, un fuero o una espada que esgrimir. Este duelo entre foralismo tradicional y regalismo moderno puede compararse al enfrentamiento que sigue habiendo en EEUU entre las tendencias federales por un lado y las estatales, jeffersonianas y constitucionalistas por otro. En realidad, el Conde-Duque de Olivares fue demasiado moderno para su época y su tierra. Tanto él como muchos hombres de Estado hubieran deseado perseguir a "la orden terrible y poderosa de los jesuitas" y "convertir a la Iglesia en oficina del Estado", dando luz quizás a una iglesia nacional, como la que existía en Inglaterra, o creando un galicanismo a la española, copiando la francesa Sanción de Bourges de 1438 y hasta los diversos concilios de Toledo de la época visigoda, pero la influencia de Roma era todavía muy fuerte. Justo es decir que la Santa Sede no se oponía al absolutismo porque amase la libertad, sino porque toda concentración de poder en manos del Estado se hacía a costa de la Iglesia, cosa que se vio en la Europa protestante, donde el Estado disolvió el mundo monacal eclesiástico y se adjudicó sus propiedades, o bien las vendió al mejor postor en el Mercado…

    La paz de Westfalia de 1648 selló el fin de aquella antigua forma de hacer política: lealtad a un rey reconocido libremente por pactos y fueros —aunque fuera un rey de dominios muy diversos, un emperador a su manera—, y dio a luz a la época de los Estados-Nación, relativamente homogéneos, así como a la geopolíticamente catastrófica desmembración del Sacro Imperio. Con ello, la yugoslavización de Europa quedó sellada con todas sus absurdas rivalidades fratricidas, y se frustró ese intento de imperio europeo de Carlos I. Principales beneficiarios geopolíticos: el comercio internacional y el Imperio Otomano, que, por supuesto, no fue balcanizado en sus infinitas naciones.

    En la plenitud del Imperio Español, el Palacio, predominante, estaba representado por la Corona, cuyo asiento era Toledo y después Madrid. La representación del Templo corría a cargo de la Iglesia romana, muy fuerte en Toledo, Valladolid y Salamanca. Y naturalmente, aunque más controlado que en otros lugares de Europa, el Mercado seguía existiendo, proyectándose su influencia en tres vertientes:

    • La continental tenía sus intereses en la ganadería bovina, la lana, la industria textil, los afamados paños castellanos, el Concejo de la Mesta y la distribución de la plata americana que entraba por el puerto de Sevilla. Tenía sus tronos en ciudades castellanas que en aquella época eran centros financieros de primer orden en la Cristiandad: Medina del Campo (sede de las ferias francas más importantes del país), Medina de Rioseco (mercado de plata, importantes lazos con la sevillana Casa de Contratación y con las ricas ciudades-estado del norte de Italia), Villalón y Valladolid. Burgos era el núcleo del comercio de la lana, que desde 1300, tenía en Bilbao y la tradición náutica vasca su salida al Cantábrico y a los mercados de los puertos flamencos, Amberes y Brujas. Su principal competidora, claro está, era Inglaterra, también afanada en colocar su lana en Flandes, amenazando la ruta de la lana castellana en su punto más vulnerable: el Canal de la Mancha. Buena parte de los conflictos que se sucederán en Hispanoamérica entre Londres y Madrid, así como el largo conflicto de Flandes, no son más que un trasplante de esta rivalidad comercial nacida en el Siglo XIV.

    • La mediterránea estaba representada por la Lonja de la Seda en Valencia, cuyas tierras prometidas eran Sicilia, Nápoles, Grecia, Bizancio, Berbería (Noráfrica) y Próximo Oriente. Si floreció en la época de los almogávares en el Siglo XIV, perderá protagonismo pronto por culpa de las ciudadelas comerciales del norte de Italia, la caída de Constantinopla, el Imperio Otomano, el terrorismo litoral de la piratería berberisca en el Levante y el simultáneo auge de la opción atlántica, que harán que el brazo mediterráneo de España se atrofie. Aun así, España dominará Milán y Nápoles durante siglos y mantendrá posesiones en Italia hasta el Siglo XVIII.

    • La oceánica era obviamente competencia de Sevilla, con su Casa de Contratación de Indias, su Real Casa de la Moneda (donde se fundían los metales preciosos americanos para fabricar dinero), su Consulado de Mercaderes —tributario de la Corona, pero no por ello dejaba de ser un grupo privado— y su tráfico de esclavos subsaharianos y riquezas americanas. La plata del Nuevo Mundo estaba guardada en las arcas de esta institución bajo tres llaves, cada una de ellas en manos de un hombre diferente. La influencia de mercaderes genoveses, florentinos, holandeses, flamencos, ingleses, franceses y marranos (judíos conversos) lisboetas tendía a ir in crescendo, siempre en puestos de distribución y administración de las mercancías americanas, hasta el punto de que muchos de ellos adquirieron carta de naturalización, estatuto de cargador a Indias e incluso puestos importantes en el Consulado, como priores o cónsules. En 1512, un veneciano, Sebastián Caboto, fue nombrado capitán de la Casa, y en 1518 llegó a ser piloto mayor y examinador de pilotos [9]. Estos extranjeros se estaban, por tanto, infiltrando en el aparato de navegación, información y especulación del tráfico colonial español [10]. También en la misma Sevilla era fuerte la influencia de los marinos vascos y de la Compañía Guipuzcoana de Caracas. La subversión ideológica y económica de este mundo está representada en el Siglo XVII por el fraile franciscano Francisco Fernández de Mata, apóstol de la ideología mercantilista (afín al posterior utilitarismo inglés de Bentham y Mill), opuesto a la sociedad estamental del Antiguo Régimen (lo único que mantenía a los mercaderes más o menos en su sitio), apologeta del temprano capitalismo especulativo (además de desechar la importancia del oro y la plata, consideraba que sólo la inyección de capital podía poner en marcha la productividad de un país) y, por supuesto, siempre interesado en los bajos fondos y los mundos de pobreza de su tiempo —un buen mercader todo lo quiere convertir en mar.

    No puede descartarse que este conglomerado de fuerzas internacionalizantes, llamado por Gil González Dávila "corte sin rey", dirigiese, hasta cierto punto, la alternativa atlántica, la apertura del Nuevo Mundo y la revolución de precios del Siglo XVI: aunque el circuito monetario europeo estaba saturado de plata americana traída por los españoles (y también del oro traido por los portugueses desde Ouro Preto y otros yacimientos), la riqueza real, el poder adquisitivo real, no había aumentado ni de lejos en la misma medida, produciendo una fuga de plata [11], una inmensa inflación y un aumento de precios —por tanto una concentración de riqueza en manos de aquellos que detentaban el capital. La corte sin rey se trasladará a Cádiz en 1717, donde acabará confundiéndose con las logias masónicas y los intereses británicos.

    Tanto el Palacio como el Templo y el Mercado se alimentaban de las energías y la sustancia vital del pueblo español —el único organismo verdaderamente nacional de España—, que solo tenía sus fueros, su esfuerzo y su tradición de hidalguía y proto-sindicalismo. Estas siniestras contradicciones producirán los interminables conflictos que pasaremos a ver a continuación.

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    La realidad de la América poscolombina: lucha de clases y guerra civil entre españoles

    Existe en esta América una antigua división y arraigada enemistad entre europeos y criollos, enemistad que es capaz de los más funestos resultados.
    (Miguel Azanza, virrey de Nueva España, 1799).

    Tras los conquistadores vino la gente de pluma.
    (II Congreso de Academias Iberoamericanas de la historia: factores de diferenciación e instancias integradoras en la experiencia del mundo iberoamericano).

    El año 1800 lo inauguró Iberoamérica con 13,5 millones de habitantes, de los cuales 3,5 millones eran blancos. Entre estos, había 30 mil nacidos en Europa (peninsulares), varios miles de canarios y, sobre todo, criollos. El resto se distribuía entre indígenas, negros, mulatos, pardos y todo tipo de mezclas. Pero muchas cosas tuvieron que pasar para llegar a este punto.

    Los conquistadores españoles derrotaron militarmente en combate abierto a los estados indígenas de América (principalmente los mayas, el azteca y el inca) gracias, en parte, a la adhesión masiva de las tribus locales, hartas del expolio, la esclavitud y el genocidio a que dichos estados los tenían sometidos. Aliados con estas tribus locales, los españoles liquidaron estas civilizaciones, basadas en el sacrificio humano, el canibalismo, la esclavitud, la desigualdad social, el clasismo, el imperialismo, el militarismo, la explotación de los recursos naturales, la dictadura religiosa y la derrota de los pueblos establecidos en la región antes que ellos.

    El proceso de la conquista española, por tanto, no fue novedoso en la Historia: un pueblo nuevo llega y derrota al pueblo establecido, colocándose en su lugar. El hecho de que los españoles no aboliesen la mita (sistema de trabajo y tributo de la nobleza inca) y desarrollasen instituciones comparables, como el repartimiento de indios (que solían ser entregados por el mismo cacique indio local), refuerza esta idea de cierta continuidad y de simple sustitución de una élite extractiva por otra.

    Después de la primera fase inicial de conquista española (en la cual hay que incluir guerras de sometimiento como la del Mixtón o la de Chichimeca), los principales focos de resistencia a la Corona española en América no serían indígenas, sino… españoles. Esto es especialmente cierto en el caso de los encomenderos, administradores de las malfamadas encomiendas: grandes haciendas rurales trabajadas por indios y después, en diversas zonas, por negros. Los encomenderos y otras élites españolas emprendedoras veían con gran desconfianza los intentos de la Corona y especialmente de la Iglesia por suavizar el trato hacia los indios y recortar el poder de los clanes criollos. Los frailes dominicos (orden de la cual dependía la Inquisición), nada más desembarcar en las Américas, se habían puesto de lado de los indios. En 1537, el Papa Paulo III criticó radicalmente la esclavitud de los indígenas en América. Las relaciones entre clero por un lado y emprendedores independientes por otro, se van enrareciendo hasta que, en 1542, la promulgación de las Leyes Nuevas por parte de Carlos I (convencido a su vez por fray Bartolomé) protege a los indios y pone coto al poder de los encomenderos.

    Muy grande debe de ser la miopía de los actuales hispanistas si toman a fray Bartolomé de las Casas por referente. La obra del fraile condenaba tajantemente todo el proyecto colonial español y, además de envenenar a Felipe II contra sus esforzados súbditos en Ultramar, será traducida al inglés e ilustrada por leyendanegristas protestantes (como Johann Théodore De Bry) que no habían pisado América en su vida, para envilecer el nombre de España, con lo cual Bartolomé, tenido por supuesto hispanista, fue en realidad un auténtico agent provocateur que arrojaba piedras sobre el tejado de la Hispanidad, sembrando la discordia y el conflicto social doméstico entre las clases españolas dominantes. El franciscano Toribio de Benavente (que acabaría él mismo perseguido por la Corona por instar a los indios a no pagar el diezmo) llegará a acusarlo de "destruir la gobernación". Siglos después, tanto Simón Bolívar como otros separatistas citarán a este hispanista con profusión.


    Lo que unos conquistan con la espada, otros se lo apropian con la pluma. La enemistad que tenían hombres como el fraile dominico Bartolomé de las Casas (imagen) con la élite empresarial y militar de los encomenderos criollos no estaba movida por razones humanitarias, sino porque la Iglesia quería ser ella la principal empresaria de América. El clero utilizó a los conquistadores como vanguardia encargada de hacer el trabajo sucio, duro y fastidioso sobre el terreno —para luego ningunearlos y adjudicarse sus frutos. A fin de conseguirlo, los frailes intentaban manipular al Rey. Siendo el futuro Felipe II todavía príncipe, fray Bartolomé (verdadero artífice de la Leyenda Negra hispanófoba) ya le envenenaba la mente con escritos virulentamente antiespañoles como "Brevísima relación de la destrucción de las Indias" y elevaba queja tras queja sobre el comportamiento de los, al parecer malvadísimos, encomenderos españoles. Sin que sorprenda, Bartolomé es una figura central del actual sistema educativo español en su labor de inculcar vergüenza y culpa a los niños españoles y extirpar su pensamiento nacional.

    Podemos encontrar una actitud similar en fray Jerónimo de Mendieta, monje franciscano vascongado, en cuya "Historia eclesiástica indiana" carga contra los españoles ansiosos de hacerse ricos —no contra el alto clero, ya rico y poderoso en una medida mayor. Como un "cooperante" de una ONG moderna, adopta una actitud condescendiente y paternal para con los débiles y desvalidos indios, en cuyo interior se diría que hay un cándido cristiano luchando por salir. Fray Jerónimo pedía también, cómo no, más poderes para los frailes, en detrimento del mundo laico de ultramar. Esta actitud por parte de las autoridades causó importantes revueltas entre los criollos y ayudó a distanciarlos de la metrópoli.

    El caso es que las Nuevas Leyes, insoportables para los encomenderos —que en buena medida habían marchado de España huyendo de regulaciones burocráticas e intromisiones autoritarias— causaron la Gran Rebelión de Encomenderos de 1544 en Perú. En un gesto típicamente ibérico-sindicalista-comunero-medieval, ex conquistadores como Gonzalo Pizarro querían mandarle un mensaje claro a "su" rey: que las Leyes Nuevas les parecían injustas, que no estaban dispuestos a aceptarlas, que sus servicios a la Corona no estaban siendo retribuidos como era debido y que lucharían para que su rey reconociese sus fueros. No fueron precursores de un separatismo antiespañol, sino protagonistas de una guerra civil entre españoles —como la de los comuneros de Castilla (de hecho a lo largo del Siglo XVIII también habrá revueltas comuneras en lo que hoy son Colombia, Ecuador y Paraguay), la lucha que tuvo lugar en Perú entre el partido de Pizarro y el de Almagro, o en México entre Cortés y Velázquez, la sedición de Lope de Aguirre, o como las muchas que se han sucedido tanto en España como en Iberoamérica desde entonces. Incluso la revuelta del cacique y noble inca José Gabriel Condorcanqui Noguera (alias Tupac Amarú II) tiene más de foralista-comunero que de proyecto separatista. El principal rival del Imperio Español no eran los indios, sino los otros imperios europeos y también las élites criollas crecientemente poderosas, a las que desde Madrid se ninguneó y trató de forma injusta, predisponiéndolos a ideas contrarias al Antiguo Régimen. Esta vez, el sindicalismo organizado venció a las intrigas de los burócratas, pero pagó el precio: si bien las Nuevas Leyes fueron suavizadas, la rebelión de los encomenderos fue aplastada por el Rey.

    Después de este hecho, fray Bartolomé de las Casas escribirá "Brevísima relación de la destrucción de las Indias" al entonces príncipe Felipe para enparanoiarlo con respecto a los criollos, inyectarle mala conciencia en la mente y convencerle de dar mayor protagonismo a la Iglesia —única, según el fraile, capaz de parar los abusos de los malignos españoles en Ultramar, cuyo crimen consistía en no estar lo bastante sometidos a la Corona ni a la Iglesia. Bartolomé había sido encomendero él mismo, pero parece claro que la Iglesia quería todos los indios para ella. Puede que por ello, prácticas indias habituales, como el canibalismo, el infanticidio y el sacrificio humano, no encuentran tanto hueco en el leyendanegrista escrito del fraile como las atrocidades, tanto reales como imaginarias, de los españoles. Por su parte, a Felipe II, naturalmente, no le inquietaban los indígenas, sino las oligarquías de españoles poderosos que tendían a ir por libre, como los nobles de la antigua Corona de Aragón o las incipientes noblezas criollas de América.

    El conflicto estaba lejos de solucionarse, y en 1553, el capitán Francisco Hernández Girón encabezó otra rebelión, hecha en el nombre de "los españoles pobres" que habían conquistado aquellas tierras y las habían puesto a funcionar con su propia iniciativa, creando prosperidad de la nada. El levantamiento fue también aplastado por el Rey, y su caudillo ejecutado. La cabeza decapitada de Girón fue exhibida en la plaza mayor de Lima, junto con las calaveras de los jefes de la anterior revuelta.


    En 1553, el principal problema para el poder de la Corona española en América era… el poder de otros españoles, como el capitán Francisco Hernández Girón. Las guerras más importantes en América no eran de españoles contra indios, sino de españoles contra españoles.

    Llegados a este punto quizás venga a cuento hacer un ejercicio de empatía para con los criollos, encomenderos y descendientes de los conquistadores. Estos hombres, o sus antepasados, habían cruzado un océano y atravesado vastas masas ignotas de tierra, montaña y selva viendo cómo sus amigos morían de hambre, en combate o atacados por fieras y enfermedades tropicales. Los conquistadores habían luchado contra el indio, el jaguar, el caimán, la anaconda y la fiebre con gran derramamiento de sangre, habían erigido una encomienda desde cero con su esfuerzo, trabado tratos con los caciques locales (muchos de los cuales pactaron con ellos y les proporcionaban siervos y tributo) y se habían establecido, por derecho propio, como los nuevos brahmanes, en la cúspide de un nuevo sistema de castas, por encima de las sociedades indígenas derrotadas militarmente. Lo mismo habían hecho, antes que ellos, las aristocracias inca, maya o azteca.

    Todo esto lo habían llevado a cabo los emprendedores españoles lejísimos de su hogar, sin GPS, sin cartas de recomendación, sin carta real (la mayoría iban por iniciativa propia), rodeados de enfermedades tropicales, con una flora y fauna totalmente desconocidas, sin vacunas, sin ONGs de acogida, sin papeles de inmigración, sin servicios sociales, sin paguitas, en terrenos no cartografiados, rodeados de tribus generalmente hostiles, intolerantes y xenófobas, y prácticamente sin dinero, sólo con su duro trabajo y su enorme valor. Los criollos tenían, como vemos, su propia realidad, y no es difícil comprender por qué estos hombres no veían bien el ser puestos en pie de igualdad con la población india derrotada y dominada, ni de repente ser intervenidos por una casta de burócratas religiosos que habían desembarcado en los puertos que ellos habían construido y asegurado, viajado a lomos de los caballos que ellos habrían criado, por los caminos que ellos habían desbrozado, habitado en las ciudades que ellos habían hecho levantar piedra a piedra desde la nada y beneficiándose de la fuerza de trabajo de los indígenas que ellos habían sometido. Los encomenderos y similares estirpes criollas eran, en realidad, la verdadera vanguardia conquistadora de las Españas, los custodios de la cultura grecorromana en Ultramar, el verdadero mascarón de proa de la Hispanidad, y su labor pionera y durísima estaba siendo apropiada por una comandita de parásitos oficinistas y escribanos eclesiásticos que se escondían tras sus despachos, papeles, tonsuras, crucifijos, hábitos, templos, libros, estudios de Derecho, frases pomposas en latín… pero siempre con un pie en las altas esferas del poder y el otro en el lumpen descastado.

    De nuevo, éste no fue un conflicto de "resistencia indígena", ni tampoco precedente de independencia, sino una guerra civil entre los mismos españoles étnicos, señal de que la resistencia indígena era de débil a inexistente. Como los macedonios de Alejandro Magno en Oriente Medio, como los romanos del Triunvirato, los españoles se veían tan sobrados en tierra conquistada que podían permitirse el lujo de enzarzarse en peleas intestinas para dilucidar quién sería el primero en adjudicársela, ya que la conquista se daba por sentada. La principal amenaza al poder español reinante no era el indio, sino otros poderes españoles —y también otros imperios europeos. Antes que una guerra de razas, lo que se estaba desarrollando en América era una lucha de clases en el seno del mismo organismo español colonizador. Se iba a decidir quién sacaba mayor tajada de aquella vasta población y tierra, si la Corona, la Iglesia, los conquistadores o las posteriores oleadas españolas colonizadoras. Esto es cierto en prácticamente todos los conflictos importantes de Iberoamérica. Excepciones a esta regla son el largo y cruento conflicto librado contra los mapuche en Chile, así como varias revueltas en lo que hoy es México, y en menor medida otros lugares.

    Este terrible fantasma atávico y cainita del guerracivilismo español surge —combinado con viejos orgullos y resquemores clasistas de aroma medieval— de una forma increíblemente salvaje y endófoba en Venezuela, encarnado en la figura de José Tomás Boves. Este militar realista asturiano cursó brillantemente estudios de ciencias náuticas en Gijón y Ferrol, tras lo cual las necesidades de su familia en España lo forzaron a dedicarse al contrabando en el Caribe. Encarcelado, fue liberado de prisión in extremis, pero ya había caído en desgracia para la administración española y llegó sin nada a Venezuela. Allí, pasó a ser menospreciado y mirado por encima del hombro por la élite criolla local: los mantuanos, oligarcas del cultivo del cacao, una casta tan estirada y aristocrática que despreciaba incluso a los vascos de la Real Compañía Guipuzcoana de Caracas, creadores de la red de comercio de Venezuela.

    Boves, repelido por la arrogancia de los mantuanos, se introdujo en el revoltijo social de indios, negros, mulatos, zambos y pardos, montó una pulpería (humilde negocio, común en Galicia y Asturias, considerado como un actividad de baja categoría por los mantuanos), lo alternó con la ganadería de caballos, tomó una esposa mulata y acabó convirtiéndose en un referente de la sociedad mestiza de los Llanos del Orinoco, que acabó llamándolo taita o "papá". Cuando en 1810 estalló la guerra de independencia y se proclamó la I República, Boves intentó contribuir a la causa separatista con su propia y modesta fortuna. Sin embargo, a pesar de su destreza militar y naval, su solicitud de un puesto de mando en el ejército republicano fue rechazado por los mantuanos, que copaban todos los nichos importantes. En aquel momento es evidente que ciertas enemistades personales, no registradas por la Historia, comenzaron a manifestarse: Boves fue acusado de traidor, encarcelado, maltratado y condenado a muerte, su modesto negocio fue saqueado e incendiado y su mismísima mujer fue asesinada delante de su hijo. Sólo la victoria del ejército español realista lo salvó de la consumación de su propia sentencia de muerte.

    El efecto de esta horrorosa afrenta en un hombre pasional, orgulloso y de mentalidad hidalga era previsible: Boves se unió a las fuerzas realistas españolas y participó destacadamente en las campañas militares que liquidaron la I República venezolana en 1812. Pero su cólera llegará al paroxismo con la segunda y definitiva guerra de independencia al año siguiente, enfrentándose a las fuerzas insurgentes de Simón Bolívar. Con gran carisma, excitó el odio de clases y el racismo antiblanco proclamando "¡guerra a los blancos explotadores del pardo y del indio!". Con ello, azuzaba los resentimientos sociales contra los mantuanos, haciendo la asociación blanco = republicano y llamando la atención sobre el hecho de que los insurgentes separatistas criollos (Bolívar entre ellos) querían la independencia para poder proseguir su oligarquía neofeudal sin injerencias por parte de Madrid. Boves —que en ningún momento dejó de ser un asturiano blanco, rubio, de barba roja y ojos azules— arrasó prometiendo botín, mujeres y revancha a los mestizos, esclavos, peones, fugitivos, cimarrones, encomendados, ladrones de ganado, bandoleros y desertores enemigos que integraban sus fuerzas, de tal forma que juntó miles de voluntarios (la conocida como "división infernal") en el nombre del Rey de España. Bien apoyado logísticamente por el mundo campesino de los Llanos del Orinoco, este ejército irregular pudo mantener esfuerzos militares muy prolongados y recuperarse rápidamente. Incluso después de que un triunfante Bolívar hubiese proclamado la II República venezolana en Caracas, Boves continuó la resistencia por su cuenta, llevando la muerte y el terror incluso a peninsulares realistas desarmados —en una época en la que la masa del pueblo todavía era ideológicamente realista—, llegando a entrar a galope en la mansión Bolívar y grabar su nombre en la entrada.

    En la batalla de La Puerta de Junio de 1814, Boves conseguirá decapitar a Diego Jalón —el oficial republicano que lo había arrestado años atrás— y hará que el mismísimo Bolívar ponga pies en polvorosa para salvar su vida. En la toma de Valencia (ciudad donde los lugartenientes de Bolívar habían asesinado a 800 españoles y canarios meses atrás bajo el Decreto de la Guerra a Muerte), Boves invita a la alta sociedad criolla a una cena, durante la cual hace matar a lanzazos a todos los varones, a pesar de haber jurado respetar sus vidas tras la capitulación de la plaza. Las damas criollas son arrojadas a la tropa desenfrenada. Como en todas las poblaciones que han recorrido, las tropas de Boves acabarán matando a todos los blancos, sin distinguir entre criollos o peninsulares, insurgentes o realistas. Lo mismo sucedió en Espino, Calabozo, Caracas, Cumaná, Barcelona, Maturín y otros lugares. El asturiano, que suele dirigir personalmente las cargas de caballería, siendo herido en numerosas ocasiones, es atravesado finalmente con una lanza enemiga —pero su macabra herencia ya se ha enseñoreado de Venezuela…

    Juan Uslar Pietri, historiador de este periodo, consideró que durante el furioso año loco de Boves (1813-1814), hubo más muertes en Venezuela que durante toda la revolución francesa. Francisco Antonio Encina se atreve con las cifras: de los 12.000 españoles peninsulares y canarios, 7.400 cayeron en combate o fueron masacrados por la Guerra a Muerte decretada por los republicanos, así como por las arbitrarias represalias antiblancas de la soldadesca de Boves. De los 220 mil criollos étnicamente europeos, sólo quedaron 20 mil, y la masacre sólo se detuvo porque la llegada del general español Morillo humanizó hasta cierto punto la guerra, prohibiéndose el saqueo (lo cual pudo ser causa del aumento del apoyo a los separatistas: con el país bajo control monárquico, si uno quería saquear, debía unirse al ejército republicano). Lo que hubiese podido ser una casta dominante étnicamente española y unida, señora de todo el Caribe, como los griegos del Egeo o los romanos del Mediterráneo, degeneró en rivalidades fratricidas y prácticamente se autodestruyó sangrientamente. Todos estos conflictos fueron parte de la misma lucha de clases entre españoles étnicos. La guerra de castas, con involucramiento de otras razas en el conflicto, no fue más que el resultado de la externalización de la desarmonía que ya existía en el seno del mismo organismo étnico español colonizador.

    En estos años de sangre, dolor y turbulencias, la despoblación de blancos, el aumento del tercermundismo y la inestabilidad geopolítica provocarán una fuga de capitales venezolanos a las Antillas Menores, lo cual obviamente convenía mucho a los británicos, holandeses y franceses [12], hasta el punto de que sería interesante conocer cómo repercutió este conflicto civil en las bolsas de Londres, Ámsterdam y París, y en las acciones de las compañías comerciales marítimas.

    El caso de Boves es inquietantemente reminiscente del de Gonzalo Guerrero, apodado "El Renegado" por los españoles y "Padre del Mestizaje" por los indígenas. Militar veterano de las campañas del Gran Capitán en Granada e Italia, en 1510 había marchado a América y en seguida se había visto inmerso en uno de los primeros conflictos fratricidas españoles en Ultramar: la lucha entre los capitanes y conquistadores Alonso de Ojeda y Diego de Nicuesa. Es una época sangrienta pero preñada de promesas, la gloria gravitaba en el aire y cualquiera con un puñado de valientes podía tomarla por su cuenta y hacerla aterrizar. Tras haber naufragado en 1511 y sufrido diversos desencuentros con los indios locales, Guerrero y un grupo de españoles acabarán esclavizados por los tutulxiu, una tribu maya de la península de Yucatán, actual México.

    Todos los náufragos españoles menos Guerrero y el fraile Gerónimo de Aguilar mueren a consecuencia de los duros trabajos, pero Guerrero se destaca aconsejando a los indios en sus luchas contra otras tribus locales, montando estrategias militares complejas que los indios desconocían y organizándolos en una falange. El español, en fin, acaba siendo nombrado asesor militar de los jefes mayas y finalmente se ganará su libertad al matar a un caimán que amenazaba la vida de su amo. La aculturación de Guerrero —a diferencia del fraile, que nunca olvidó sus raíces, no renegó de Cristo e incluso mantuvo su castidad— será tan rotunda que ascenderá a nacom (jefe guerrero), se dejará realizar las perforaciones y mutilaciones rituales pertinentes, se casará con una princesa maya con la que tendrá hijos y luchará en adelante contra los enemigos de "su" tribu.


    En 1519, el conquistador Hernán Cortés supo, a través de rumores recogidos por expedicionarios suyos, de la supervivencia de los náufragos españoles y, a través de un fraile emisario, logró rescatar a Aguilar, pero Guerrero se negó a abandonar su nueva tribu. En adelante, los conquistadores Montejo (padre e hijo) encontrarán serias dificultades para avanzar en Yucatán, ya que Guerrero estaba adiestrando a vastos ejércitos de indios para adaptarlos tácticamente a los caballos y las armas de fuego. En 1536, atravesado por una flecha de ballesta y un disparo de arcabuz en la actual Honduras, Guerrero, el que había sido arcabucero del Gran Capitán, encontró la muerte mientras mandaba a más de mil guerreros mayas contra las tropas españolas del implacable Pedro de Alvarado. Tenía 66 años, de los cuales había pasado 26 en Ultramar.

    La extraordinaria gesta de Gonzalo Guerrero, por tortuosa que fuese, no puede sino interpretarse como otra guerra civil en el seno del genio español. Evidencia una vez más que el peor enemigo del español era él mismo, y pone en duda esa versión simplona y victimista de la Historia, en la que hay un bloque indígena "bueno" sin fisuras y un bloque español "malo" sin fisuras. Incluso Lautaro [13], mayor ejemplo de resistencia indígena, era un indio aculturado en el mundo español, que había sido paje del mismísimo Pedro de Valdivia, conquistador de Chile. Fue a sus órdenes que aprendió a montar a caballo y adquirió las tácticas que luego tantos quebraderos de cabeza les causarían a los españoles en el Siglo XVI.


    Pedro Valdivia, conquistador de Chile. El mapuche Lautaro, recurrente referencia indigenista, había sido paje suyo.

    Mucho tiempo después, el general independentista Francisco de Miranda, totalmente alucinado por el incipiente indigenismo de la logia masónica a la que pertenecía, la Lautaro [14], se proclamaba descendiente de "aquellos ilustres indios", cuando por sus venas no corría ni una gota de sangre india, sino que era étnicamente español por los cuatro costados [15]. Cuando Bolívar lo hizo llamar a América para ayudar en la insurgencia separatista, Miranda había pasado 40 de sus 60 años de vida en ambientes selectos de España, Francia, Portugal, Estados Unidos y Rusia. Durante la época del Terror jacobino de la revolución francesa, había actuado en París como observador y agente de la Compañía Británica de las Indias Orientales. A diferencia de hombres como Gonzalo Guerrero o fray Bernardino de Sahagún, Miranda no había hecho el más mínimo esfuerzo para aculturarse en el seno de los indígenas ni entenderlos: quedaban inauguradas las falacias y las mentiras.

    Otra gran verdad es que, cuando comenzó el proceso revolucionario, se dio la paradoja de que la mayor parte de poblaciones indígenas estuvieron de parte de España. El oficial Francis Burdett O'Connor, de la legión británica de Bolívar, relató claramente cómo su legión fue diezmada por indígenas guajiros leales a la Corona. En Chile, los indígenas mapuches fueron aliados de la causa realista. El último ejército imperial español que se rindió en América, en la capitulación de Ayacucho de 1824, consistía en 500 militares blancos y 9 mil cholos (mestizos) e indios quechuas, aymaras y chilotes. Esto sucedió también durante la independencia de EEUU: los indios lucharon de parte de los británicos porque sabían que, de triunfar los continentales, los colonos blancos cruzarían definitivamente la Proclamation Line de 1763 y les arrebatarían sus tierras, actuando con desalmado pragmatismo conquistador.

    Si nos hemos concentrado especialmente en Nueva Granada y en cómo un paraíso caribeño en potencia fue convertido en un infierno narcoterrorista y bananero, los otros virreinatos no son mucho más alentadores. Nueva Hispania se transformó en el fuertemente masonizado México, y después de que el "emperador" Iturbide (absolutista y contrario a la Masonería, al que le habría gustado seguir el modelo del Imperio do Brasil) fuese traicionado y ejecutado, el país tuvo la friolera de 22 presidentes de 1824 a 1864, además de perder la mayor parte de su territorio, incluyendo Filipinas y todo lo que tenía al norte de Río Bravo. Las diversas guerras civiles que el país tuvo a partir de la independencia (guerras de castas, varias intervenciones francesas, revolución mexicana, matanzas de indios mayas y yaquis en las plantaciones de henequén, guerra cristera, levantamiento zapatista, guerrilla en Chiapas, lucha contra el narco…), tuvieron unas cifras de mortandad que ponen los pelos de punta. Actualmente, en vista de la toma de control de muchos territorios mexicanos por parte de los cárteles de la droga, y de la situación de guerra civil de muchas zonas, hay incluso voces partidarias de declarar México Estado fallido.

    Las Provincias Unidas del Centro de América, con capital en Guatemala, sufrieron una aguda balcanización, separándose finalmente en Guatemala, Belice, El Salvador, Honduras, Nicaragua y Costa Rica. En su día, Londres, acostumbrado de sobra a tratar con piratas y delincuentes de todo pelaje, se negó a recibir a los embajadores de la "república" nicaragüense, considerándolos una autoridad irregular completamente carente de control sobre su propio territorio. Estos países serán, literalmente, bananizados por grandes empresas estadounidenses como la United Fruit Co., en una época en la que el embajador de Washington de turno mandaba más que el mismo presidente. En la actualidad, los Estados centroamericanos tienen unas tasas de homicidio surrealistas y un gran protagonismo del tráfico de cocaína.

    El antiguo Virreinato de Perú no fue mucho más afortunado: escindido en dos partes, rápidamente advino todo un rosario de guerras. En Bolivia, el dictador Mariano Melgarejo acabó con los derechos tradicionales de la población indígena, nacionalizando las tierras de propiedad comunal. Otras tierras fueron desalojadas violentamente para ser concedidas a los terratenientes. Cabe mencionar también la Guerra del Pacífico, involucrando a Bolivia, Perú y Chile, especialmente en torno a las regiones de Arica y Antofagasta —la antigua intendencia de Potosí, que había sido la salida al Pacífico del Virreinato de Río de la Plata y donde éste enlazaba con Lima. El verdadero móvil de la guerra eran los intereses que Londres tenía en el salitre, el guano y el yodo, por medio del masón inglés John Thomas North, de la Liverpool Nitrate Company. Perú también conoció movimientos narcoguerrilleros como Sendero Luminoso, comparable a las FARC y que, igual que las FARC, surgieron justo cuando mejor estaba el país.

    Ni tuvo mucha mejor suerte la región rioplatense: lo que había sido el poderoso Virreinato del Río de la Plata se desintegró entre Argentina, Bolivia, Paraguay, Uruguay y Chile, con vastas porciones cedidas también a Brasil. Las tensiones culminaron en devastadoras guerras como la de la Triple Alianza o la Guerra del Chaco, así como con los recursos de las Pampas completamente vendidos al Imperio Británico y el petróleo en manos del cártel Rockefeller.

    Iberoamérica supera el umbral del 2015 albergando las mayores capitales del homicidio del mundo, como San Pedro Sula, Nuevo Laredo, Culiacán, Michoacán, Reynosa, Tijuana, Ciudad Juárez, Guatemala, San Salvador, Caracas, Cali, Palmira, varias favelas brasileñas, barriadas enteras dignas de la película "Elysium"… 40 de las 50 ciudades más peligrosas del mundo (sin estar en guerra) se encuentran en Iberoamérica y la policía corrupta se ha convertido en un fenómeno estructural en muchas zonas. El tráfico de cocaína es una epidemia, como lo es el hachís en el Magreb, el qat en el Cuerno de África o la heroína en el sur de Asia. A pesar de que Brasil tiene un homicidio cada 6 horas y un policía muerto cada 32 horas luchando contra el tercermundismo, diversos políticos y parte de la opinión pública izquierdista lloran la muerte de traficantes y delincuentes —conocidos allí como bandidos—, invocando los derechos humanos de toda la escoria que no tiene reparos en violar alegremente los derechos humanos de los demás. Los expertos en derechos humanos sólo ponen el grito en el cielo si el muerto es basura criminal. Es comprensible: los bandidos son agentes de tercermundización, es necesario mimarlos y revestirlos de un aura de rebeldía social, cuando lo único que hay son sucios intereses de narcotráfico e ingeniería social.


    Las dos partes de la saga brasileña "Tropa de Elite" son, más que simples películas de acción, una ácida y magistral crítica al marxismo cultural progre incubado en las facultades universitarias, y una apología de un Estado —el brasileño— en su labor de municipalización y destercermundización de ciertos sectores de su población urbana.

    La balcanización está siendo también cultural: EEUU ha creado todo un catálogo de "música latina" de inspiración puertorriqueña (Puerto Rico es el país más urbanizado de las Américas), teóricamente popular pero en la práctica creada en los laboratorios de las multinacionales del Norte para hacer avanzar la mentalidad tercermundista y el mundo de la noche, vertebrado en torno al narcotráfico. Y religiosa: si el catolicismo suponía en 1910 el 94% de la población iberoamericana, ahora representa sólo al 69%. Gracias al evangelismo, el protestantismo ha saltado del 1% al 20% en el mismo periodo. Ligado al complejo militar-industrial de EEUU, el evangelismo gana adeptos en Iberoamérica y predica las bondades del sionismo y del Estado de Israel. Marina Silva, una de las candidatas de las últimas elecciones brasileñas, es evangelista además de tener una turbia agenda en lo que respecta al medioambiente y la ingeniería social de corte marxista-cultural progre [16]. Su acceso a la candidatura fue puesto en bandeja gracias al oportuno accidente de aviación del candidato original del PSB, Eduardo Campos.

    Por tanto, el hecho palpable es que, a partir de las independencias, se inicia la balcanización de América, la rapiña de sus recursos a manos de Gran Bretaña primero (con intentos franceses y holandeses) y Estados Unidos después, la proliferación de guerras absurdas entre las nuevas "naciones" y el exterminio de las comunidades indígenas que habían quedado al margen del orden moderno y conservaban cierta autonomía tribal, pactada con España —los idiomas indios estaban mucho más extendidos en época española que después de las independencias. Y es que los separatistas estaban en contra de todo lo que oliese a tradición y a Antiguo Régimen, tanto el representado por España como el representado por las organizaciones tribales indígenas, que debían ser "ilustradas", por la fuerza si era necesario. Fue el caso, por ejemplo, de las masacres de los toba en el Chaco, en 1924, y de tantas otras guerras civiles y desamortizaciones que reproducían las que tenían lugar en la misma España. Todo ello fue consecuencia lógica de la aberrante balcanización y la falta de un mito unificador —que en el pasado había sido la Hispanidad— que ha dejado de ejercer su poder sobre el imaginario colectivo de todo un mundo.

  4. #4
    El_Jibaro
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    Un ladrillazo de post, pero basado.

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    ECCLESIA versus IMPERIVM —Templo contra Palacio, o Papa contra César

    Méchant moine, tu m'as tué!
    ("Malvado monje, ¡me has matado!").
    (Enrique III, rey de Francia, al ser apuñalado por el fraile dominico Jacques Clément).

    La historiografía indigenista suele dar la idea de una conquista con un frente hispanizador homogéneo y sin fisuras: una etnia europea mala que se impone a una etnia indígena buena. También se tiende a pensar que el clero formaba parte integral de esta insólita maquinaria colonizadora, donde la Iglesia católica y el Estado español cooperaban y conspiraban en contra de los desprecavidos indios para mejor sojuzgarlos. La realidad, sin embargo, fue otra, mucho más compleja. Proponer una teoría de la conspiración según la cual la Iglesia estuvo detrás de la independencia de Hispanoamérica es ir demasiado lejos, y es necesario reconocer que muchos misioneros fueron hombres francamente valientes e idealistas, así como que la religiosidad estaba profundamente implantada en la psique de cualquier español y que muchos miembros del clero fueron prohispánicos, pero lo que sí resulta claro es que la Iglesia no fue una institución monolítica en su lealtad a España, ni impermeable a todo tipo de infiltraciones extranjeras. ¿Podía la Iglesia misma ser considerada una potencia extranjera? La monarquía hispánica lo tenía claro, como veremos enseguida.

    Forma parte de la conducta de la Santa Sede el multiplicar los naipes de su baraja para tener más posibilidades de supervivencia en caso de que cambie el viento de la Historia: tener facciones tanto ilustradas como regalistas, papistas, criollas, indígenas, hispanistas, etc., ayudaba a Roma en su estrategia, que tenía muy poco de idealista y mucho de frío pragmatismo adaptativo. Se trataba de diversificar las apuestas y tener siempre un as en la manga. Y si los curas habían podido ser muy efectivos levantando los ánimos españoles contra Napoleón, ¿por qué no podrían ser igualmente efectivos contra los enemigos de la Iglesia al otro lado del charco? De hecho, algunos de los personajes que veremos más abajo habían participado en la Guerra de Independencia española, no por fervor patriótico (ya que traicionaron a España en tiempo récord), sino más bien en defensa de los intereses del Vaticano. Es una época en la que conviene promover la figura del cura-insurgente, al estilo de los mulás y ayatolás de hoy en día, aprovechando el púlpito, la impunidad religiosa, el asilo en sagrado y la plataforma de apoyo y visibilidad de la que disponían para cumplir los siempre nebulosos designios de la Santa Sede.

    Y es que la Iglesia era un organismo aparte, que tenía también su propia realidad y veía la hispanización de una forma muy distinta a como la veían los conquistadores. Por un lado, a los organismos globalistas (y la Iglesia es uno de los primeros organismos globalistas de la Historia) siempre les ha interesado la proliferación del tercermundismo y de los bajos fondos, porque los pueblos tercermundistas son más fáciles de comprar y de infiltrar. Los indígenas, desarraigados, descabezados de sus líderes tradicionales, aun confusos y traumatizados por el choque cultural, con sus mejores y más bravos hombres muertos en combate contra el español y sus mujeres a menudo en manos del invasor, eran carne de cañón para la maquinaria reclutadora del "Vaticano, SA", que siempre se ha nutrido de la pobreza, la miseria, la desesperación y la incultura. La Santa Sede era una multinacional en busca de mano de obra barata… en este caso, creyentes baratos. Y la clave nos la da —quién si no— el ya mencionado leyendanegrista hispanófobo fray Bartolomé de las Casas, cuando describe a los indios como "los más simples", "obedientísimos", "delicados, flacos y tiernos", "ovejas mansas" y añade que comen muy frugalmente. Interesantes cualidades para una transnacional pulpoide, deseosa de convertirse en la principal beneficiaria del dumping social y la mano de obra en América. Por el contrario, los españoles son descritos por el cínico y astuto fraile como "lobos y tigres y leones crudelísimos de muchos más días hambrientos", contrastando su ánimo conquistador, sindicalista, conspirador, orgulloso, plusultrista, desafiante, vengativo y sediento de oro con la plácida mansedumbre india. No dejaba de tener gracia que el religioso omitiese que había infinidad de tribus indias extremadamente belicosas, violentas y hostiles.

    Por otro lado, los cardenales y obispos de Roma debían ver con inquietud el auge del poder socioeconómico de una nueva casta española basada en la propiedad privada al margen de la Iglesia y de la Corona. La Iglesia quería ser ella la principal encomendera de América, pero, claro está, sin calzarse el morrión y sin empuñar la alabarda, la espada, el arcabuz, la ballesta o el arado. El caso es que detrás de los conquistadores llegó toda una retaguardia de burócratas eclesiásticos, frailes y curas sevillanos, vascos y/o jesuitas, que coaccionaron totalmente la espontaneidad conquistadora natural de los españoles, de tal modo que el clero se adjudicó aquello que (salvo excepciones, como algunas reducciones jesuíticas) no había conquistado. Con el tiempo, los criollos les cogerán manía a los peninsulares en general, viendo a los gachupines o chapetones como advenedizos inexperimentados que, a pesar de no haberse molestado en comprender América, se permitían adjudicarse sus frutos. Los criollos no diferían mucho de los afrikáners, los pied noirs europeos en Argelia y otras vanguardias colonizadoras que se sentían incomprendidas por la metrópoli.


    Encomendero español maltratando a un indio. La ilustración procede del Códice Kinsborough, mandado compilar por un lord inglés en el Siglo XIX a partir del Códice Mendoza del Siglo XVI —elaborado a su vez por una colaboración entre frailes españoles y escribas de la nobleza azteca. En su día, el virrey de Nueva España mandó este códice a Carlos I, teóricamente para informarle sobre los mexicas (aztecas), y en la práctica para predisponerlo a favor de los indios y en contra de los encomenderos.

    Las personalidades eclesiásticas vinculadas a América se dedicaron a inquietar al rey con la posibilidad de que las ambiciones de los encomenderos hiciesen sombra al poder de la Corona y de sus virreyes, para que el Estado recortase todo lo posible el poder de los criollos, a fin de que los eclesiásticos pudiesen ascender —gratis y sin trabajo— en la escala de la sociedad colonial, y ser ellos los encargados de administrar aquellas masas de indios. La Iglesia necesitaba una reforma agraria, una expropiación, que pusiese en sus manos todas las tierras monopolizadas por los criollos. Éste, y no el humanitario, es el verdadero motivo de las Nuevas Leyes y otras disposiciones similares: que tanto la Iglesia como la Corona estaban preocupadas de que surgiese lejos de Europa una casta dirigente étnicamente española, demasiado poderosa y con sus propios intereses regionales al margen de lo dictado desde el Vaticano, Toledo y después Madrid.

    El Vaticano, como Venecia, prefería las ciudades-estado, no las naciones-estado. Tanto Roma como Venecia habían sido enemigas de las concentraciones nacionales e imperiales en suelo europeo desde el Bajo Imperio Romano, manteniendo Italia balcanizada, enfrentándose al Sacro Imperio durante la época de luchas entre güelfos y gibelinos, y maniobrando diplomáticamente para evitar la aparición de grandes Estados. Tras Italia y Alemania, España será víctima de esta misma política; al parecer, el Papado nunca perdonó que una combinación de tropas españolas y alemanas saquease Roma en 1527. El descuartizamiento tanto del Imperio Español como del Sacro Imperio los dividían en unidades mucho más manejables para los mandarines de Roma, que, igual que los venecianos, preferían vérselas con reyezuelos, príncipes y un mapa dividido que proporcionaba un caldo de cultivo perfecto para la intriga, antes que con emperadores y un mapa y un sistema unificados y cerrados.


    Gracias a las órdenes monásticas y al clero en general, la Iglesia poseía gran cantidad de individuos totalmente sacrificados, adoctrinados, disciplinados, jerarquizados, estériles y célibes (por ende capaces de consagrar sus energías a otras tareas sin dejar herederos o fundar "dinastías" propias), académicamente formados, organizados, acostumbrados al trabajo de papeleo, obedientes, austeros (baratos) y dispuestos a ser enviados a la otra punta del planeta si así se les ordenaba. El hecho de que no trabajasen, ni comerciasen, ni guerreasen, les permitía dedicarse íntegramente a labores especulativas. La Iglesia acaparaba su talento y lo organizaba, estructuraba y explotaba, pero no permitía que se reprodujese. El potencial de diplomacia, espionaje, cultura e intriga de todo este aparato multinacional —cuyo comportamiento era equiparable al de una sociedad secreta, una secta, una ONG y un servicio de Inteligencia— era formidable. Varios elementos eclesiásticos resuenan en la historia de Hispanoamérica: frailes dominicos, sacerdotes sevillanos y vascos, misioneros jesuitas… En lo que a órdenes se refiere, los mercedarios y franciscanos desembarcaron en 1493, los dominicos a partir de 1508, agustinos 1533, jesuitas 1566, capuchinos 1646…

    Otro asunto que Roma no le perdonaba a España fue que los reyes españoles jamás le permitieran al Vaticano mandar a un nuncio papal (miembro del alto clero, generalmente arzobispo, que ejerce de embajador de la Santa Sede) a las Américas para monitorizar más estrechamente la evangelización de los indios. Ya Fernando el Católico le negó al papa Alejandro VI la posibilidad de establecer un nuncio en las Antillas, y trabajó incansablemente para asegurar que sus sucesores en el trono controlasen la estructura organizativa de la Iglesia en Ultramar. Carlos I logró que toda súplica de los obispos al Papa fuera remitida antes a la Corona, y en 1543 hasta lanzó una real cédula prohibiendo toda "injerencia extranjera" en América, dejando caer, en un revelador guiño, que el Vaticano era considerado una potencia extranjera. Felipe II le negó a Pío V su nunciatura de Indias en 1568 (mismo año de la Junta Magna y las Instrucciones de Toledo, en las que proyecta controlar más a la Iglesia) [17] y de nuevo en 1579, Felipe IV a Urbano VIII en 1629. En 1615, un indio de Perú, Felipe Guamán Poma de Ayala, evidentemente teledirigido por el clero, le proponía a Felipe III varias medidas eclesiásticas, entre ellas el establecimiento de un clero indio y —cómo no— el envío de un nuncio apostólico del Papa. El rey no cedió.

    La persistente negativa de tantos monarcas de dos dinastías distintas se debe probablemente a que las embajadas siempre han sido centros de espionaje y subversión y que, en lo que a estos asuntos se refiere, la Iglesia jugaba en otra liga. Los reyes ya tenían bastante con la nunciatura permanente de la Santa Sede en Madrid —a la que no se le permitía entrometerse en los "asuntos americanos". ¿Para qué quería el Vaticano más nuncios en Ultramar si aquellas posesiones pertenecían a un Estado donde ya tenía nunciatura? ¿Pretendía el Vaticano balcanizar el Imperio Español, como había hecho con Italia y con Alemania?

    Portugal tampoco dio su brazo a torcer nunca. Las fronteras del vasto Brasil pudieron expandirse mucho más allá de las marcadas por el Tratado de Tordesillas gracias a la iniciativa de los bandeirantes, tenaces conquistadores paramilitares que habían encontrado un porfiado enemigo en las profundidades del continente: la Compañía de Jesús. Lejos de cualquier poder externo, los jesuitas habían armado a los indios guaraníes de las reducciones (misiones) y los habían entrenado militarmente para resistir la expansión portuguesa. Los jesuitas tenían buen motivo para combatir en defensa de aquellas zonas, ya que habían establecido verdaderos complejos agroindustriales y hasta minerales. (En la zona andina de Argentina, los jesuitas ya controlaban las minas de Paramillos de Uspallata, ricas en plata, plomo y zinc, y explotaban la mano de obra local).

    El caso es que, con estos precedentes de por medio, la Santa Sede tardará mucho en obtener la golosina de su primera nunciatura papal en Iberoamérica. El nuncio en cuestión, Pietro Ostini, se hará cargo de su puesto en Río de Janeiro. La fecha es tremendamente tardía: 1830, cuando Brasil ya se había desligado de Lisboa. Seis años después, también independizadas las repúblicas hispanoamericanas, el Vaticano logrará al fin colocar en Bogotá a un internuncio (que no nuncio) para toda Hispanoamérica, el obispo Cayetano Baluffi. Los sucesivos avances de Roma en el Nuevo Mundo serán apoyados por grupos ultramontanos, capitaneados por antiguos cabecillas separatistas que velarán también por la restauración de los jesuitas. La Santa Sede conseguirá, por ejemplo, establecer un arzobispado en Buenos Aires en 1866, y un obispado en Montevideo en 1878. En ambos casos, un filojesuita será el máximo responsable.

    Otro efecto de las emancipaciones hispanoamericanas fue la supresión de las cofradías religiosas y "guachivales" indígenas, donde el barniz cristiano, aplicado por curas indolentes y de moral cuestionable, apenas si alcanzaba a tapar los rituales y el imaginario colectivo precristianos locales. La brujería, el chamanismo, la escasez de ropa, las referencias a santos y héroes paganos, las juergas, las danzas, la "indecencia", el aguardiente y otras bebidas populares a raudales, incomodaban a la Iglesia. El Vaticano llevaba queriendo suprimir estas cofradías desde, como poco, la publicación de "Descripción geográfico-moral de la diócesis de Goathemala" (1774) por el arzobispo Pedro Cortés y Larraz, pero el objetivo será alcanzado por los procesos desamortizadores y de concentración de tierras de las revoluciones liberales, alcanzando así una mayor cristianización de las comunidades indígenas [18]. El Antiguo Régimen llegaba a su fin, sí, pero no sólo el traído por los españoles, sino también el antiguo régimen indígena. Borrando las señas de identidad de ambos pueblos, se podía producir más fácilmente el mestizaje necesario [19] para globalizar Hispanoamérica. Si bien había fuerzas a las que les interesaba mantener a los indios en su identidad étnica para favorecer la separación racial y establecer un sistema de castas orientado a su explotación laboral (las cofradías no inquietaban a los encomenderos, que las controlaban a través de los caciques), otras fuerzas buscaban igualar a los indios con los blancos para explotarlos a todos por igual…


    En un minucioso viaje por la diócesis de Guatemala, el arzobispo Cortés y Larraz resolvió que la causa de la "indecencia" de los indios fuera de misa se hallaba en las cofradías religiosas y guachivales, donde subsistía la idiosincrasia de los tiempos paganos. Solución: suprimirlas —eso sí, con cuidado— para mejor integrar a los indios en la sociedad moderna. Su sueño será cumplido después de la independencia. La otra queja era la pervivencia del sistema de explotación económica que, burlando las Leyes de Indias, tendía a trazar una línea entre los criollos blancos y la población local, frustrando la posibilidad de un rebaño igualitario sometido a Roma.

    A la inversa, la Iglesia, perspicaz como de costumbre, nunca accedió a la creación de un Patriarcado de las Indias Occidentales, sin duda recordando los problemas que le había causado el Patriarcado de Constantinopla cinco siglos atrás, cuando el Cisma de Oriente lo convirtió en una nueva iglesia separada de la romana. Fernando el Católico había solicitado el Patriarcado de Indias Occidentales en 1513, pero el Vaticano no cedió. En 1524, Clemente VII accederá a hacer un paripé para Carlos I. Nombrará al arzobispo de Granada como Patriarca de Indias, pero con claras restricciones que le impedían ejercer de tal: el presunto patriarca no tenía jurisdicción en el Nuevo Mundo, no podía cruzar el Atlántico so pena de excomunión, no tenía sujetos dependientes en América, ni tierras, ni podía percibir rentas procedentes de Ultramar, y su sede debía permanecer en Granada. Se trataba de un pseudo patriarcado, de papel-cartón. Con ello, Roma conseguía frustrar otro nuevo proyecto de Iglesia Hispánica, evitando que los reyes españoles convirtiesen al patriarca de Indias en un vicario de toda la iglesia americana, a través del cual Madrid acentuaría la independencia del clero americano y tendría bajo su autoridad a toda la estructura eclesiástica del Nuevo Mundo, sin tener que contar con Roma salvo para los asuntos de fe (doctrinales, filosóficos e ideológicos).

    Si bien aquella breva no cayó, donde sí se salió España con la suya fue con la creación de la primera sede episcopal del Nuevo Mundo: la arquidiócesis de Santo Domingo (1511), en tiempos de Carlos I. Esto desvinculaba a la iglesia indiana de la archidiócesis de Sevilla, donde la influencia romana era fuerte. En la creación de sucesivas arquidiócesis, los reyes siguieron sus propios criterios sin contar con Roma, de modo que la estructura eclesiástica pudo engranarse, integrarse y —allá donde se consideró oportuno— subordinarse, a las estructuras militares, administrativas y económicas. Del mismo modo, la labor misionera de la Iglesia en América estuvo en buena medida supervisada y monitorizada por el Consejo de Indias (que formaba parte de la corte del rey), por el que debían pasar todas las disposiciones del Vaticano a América y viceversa. Lectura implícita: España estaba poniendo demasiados peros al poder de la Iglesia allende los mares, España quería ser ella quien utilizase a la Iglesia, no viceversa…

    El Siglo XVIII es una época todavía peligrosa para Gran Bretaña. Aunque Holanda ha sido arrinconada como rival, España todavía gobierna un vasto imperio, Francia y España se encuentran gobernadas por una misma dinastía, y a veces cooperan en política exterior (será el caso de Norteamérica, donde tanto España como Francia apoyarán a los revolucionarios de George Washington). Desde Madrid, los Borbones, coincidiendo con una racha particularmente mala de desencuentros con el Vaticano, lucharon denodadamente contra "la doctrina jesuita sobre el origen de la autoridad". Felipe V, primer rey borbón, expulsó de España al nuncio papal en 1709, rompió relaciones con la Santa Sede y animó a los obispos españoles a independizarse de Roma. Probablemente estaban alertados por los casos de los pasados reyes franceses Enrique III (asesinado por un fraile dominico en el Siglo XVI) y Enrique IV (asesinado por los jesuitas en el Siglo XVII), ambos eliminados a instancias del clero, que se oponía a la concentración del poder en manos de un estado nacional francés. Estos regicidios ideológicos habían sentado un inquietante precedente para los que se producirían en Inglaterra bajo Cromwell y de nuevo en Francia durante la revolución francesa. Los reyes españoles no tenían ninguna intención de ser los siguientes en la macabra lista.

    Carlos III, regalista convencido y uno de los mejores gobernantes que ha tenido España, comenzó su reinado determinado a recortar el poder del Vaticano en general y de los jesuitas en particular, y caldeó el ambiente promoviendo catecismos en los que se negaba la infalibilidad del Papa. En 1767, en buena parte debido al Motín de Esquilache (promovido por los jesuitas el año anterior), Felipe V expulsó a la Compañía de Jesús de sus dominios (incluyendo América) y al año siguiente prohibió directamente la obra del jesuita Francisco Suárez, una de las piedras angulares de la Escuela de Salamanca, del "derecho de gentes", la protección a los indios, el tiranicidio ideológico y las teorías escolásticas de soberanía popular claramente precursoras de la revolución francesa. Decía el jesuita que "La soberanía no reside en ningún hombre en particular, sino en la colectividad de hombres, o sea, en el pueblo. En efecto, todos los hombres nacen libres y ninguno posee naturalmente jurisdicción política sobre otro". Con ello, aniquilaba toda noción de orden jerárquico.


    Las órdenes religiosas constituían verdaderas multinacionales, a medio camino entre los servicios de Inteligencia, las ONGs, los círculos de estudios académicos, la banca y la gran empresa. El hecho de que existiesen varias ayudaba a diversificar los naipes en la baraja de la Iglesia y favorecía que compitiesen entre ellas para ser las favoritas de la Santa Sede y así obtener el favor papal y más poder. De los jesuitas, dirá Napoleón que se trata de una organización militar y no religiosa.
    Primera fila: franciscanos (también capuchinos), mercedarios, dominicos, jesuitas (Compañía de Jesús).
    Segunda fila: agustinos, San Juan de Dios, carmelitas.


    La monarquía hispánica había conseguido obtener un alto grado de control sobre la Iglesia en Ultramar gracias al Patronato Real, una institución de tiempos de Carlos I, en virtud de la cual los reyes nombraban a los principales jerarcas del clero en América, percibían los diezmos en vez de Roma, etc. A cambio, los clérigos debían limitarse a actuar como correa de transmisión de la hispanización del continente, enseñar oficios modernos a los indios y predicar la sumisión a Castilla. En época de las luchas separatistas, esto determinó que el alto clero fuese razonablemente fiel a Madrid (por ejemplo, a raíz de la insurgencia hispanófoba, no hubo obispo en la diócesis de Buenos Aires durante 18 años), mientras que el bajo clero —pleno de criollos desafectos, criptojesuitas y agitadores en contacto directo con las masas indias, y generalmente más fieles a Roma que a Madrid— mezcló en un extraño refrito las teorías francesas ilustradas con las jesuíticas para justificar sus revoluciones. El "pacto social" de Tomás de Aquino se confundió con el "contrato social" de Rousseau, mientras que el "derecho de gentes" de Francisco Suárez se mezcló con la "Declaración de Derechos del Hombre" predicada por los guillotinacuellos y ensartacabezas de la Place de la Concorde. En parte era de esperar, ya que en los dos últimos siglos, en las universidades americanas predominaban las cátedras de Filosofía, Teología y Derecho (las ciencias sólo estarán tímidamente representadas por Medicina y Matemáticas, y sólo en algunas facultades), donde las doctrinas de la Escuela de Salamanca, los jesuitas y los ilustrados franceses se amalgamaban por pura simpatía. En dichas universidades, bajo la hegemonía cultural, académica e intelectual jesuítica, se formaba lo más granado de la juventud criolla. Estando las facultades totalmente controladas por el clero, sorprende que hubieran podido filtrarse ideas ilustradas sin la aquiescencia de éste.

    Cuando llegó el momento, el catolicismo no fue ajeno a la "liberación" del continente. Las independencias hispanoamericanas están trufadas de simbología religiosa, profesiones de fe católica en las constituciones, banderas con imágenes de la Virgen, invocaciones a tal o cual santo, procesiones tras la toma de las plazas, campanas repicando tras batallas ganadas y catecismos hispanófobos y republicanos de aroma jesuítico. Existen también ejemplos humanos muy claros de agentes eclesiásticos trabajando para carcomer la arquitectura imperial de España en el Nuevo Mundo, la mayor parte de ellos educados en colegios jesuitas.

    En la tierna fecha de 1797 ya tenemos en Nueva España al monje franciscano Juan Ramírez de Arellano, resuelto defensor de los indios, encarcelado por la Inquisición por llamar tiranos a todos los reyes del mundo y declarar que los enciclopedistas franceses eran los salvadores del "género humano", agregando que Voltaire era el Papa del siglo —todo lo cual no le impedirá llegar a obispo de Guatemala. Tuvieron su papel también los curas-revolucionarios José María Morelos, Mariano Matamoros, José Guadalupe Salto, el fraile carmelita Gregorio de la Concepción y Miguel Hidalgo y Costilla. Poco antes, se había publicado el "Itinerario para pueblos para párrocos de indios" —un libreto jesuita en el que se explica que "los clérigos pueden tomar las armas lícitamente cuando hay alguna grave necesidad en utilidad grande de la república". Ensalzar la igualdad y hablar de "nuestra santa revolución" no salvó al cura Miguel Hidalgo de la ironía de ser decapitado por un indígena tarahumara prohispano. También en México encontramos a Juan de Villeras, Luis Herrera (ambos de la orden de San Juan de Dios y partícipes en la insurgencia de San Luis Potosí) y al presbítero Juan Pastor Morales —profesor de seminario conciliar que aprobó la decapitación de Luís XVI en Francia y animó a hacer lo mismo con el Rey de España.

    El caso del dominico novohispano Servando Teresa de Mier resalta mucho por su cariz indigenista y anglófilo. Este fraile, pastor de indios, asimiló Quetzalcoatl a Santo Tomé y Tonantzin con la Virgen de Guadalupe. Con ello pretendía demostrar inverosímilmente que los mexicas ya eran cristianos antes de la hispanización, y reclutar seguidores entre las masas locales de indios. Después de jugar al gato y al ratón con las autoridades españolas y la Inquisición, el religioso abrió una academia de idiomas en París con Simón Rodríguez (profesor de Simón Bolívar). Tras haber convertido a dos rabinos judíos al catolicismo, fue hecho prelado del mismísimo Papa. Durante la Guerra de Independencia española, trabajará con el general británico Blake y participará en la Logia Lautaro, que ya tenía sedes en Cádiz, Londres y Baltimore. En Londres, colaborará con la publicación "El español", que apoyaba a las insurgencias hispanófobas. El padre Cuevas, en fin, estimó en 6.000 los clérigos que participaron en la insurgencia antiespañola, de un total de 8.000 personal eclesiástico para todo México. El predominio tan descarado de individuos étnicamente españoles en el movimiento independentista mexicano llevó al historiador Ernest Gruening a escribir que la independencia mexicana "resultó ser un negocio perfectamente hispánico, entre europeos y gentes nacidas en América... una lucha política dentro de la misma clase reinante".


    Fray Servando Teresa de Mier.

    En el ámbito rioplatense (aproximadamente actuales Argentina, Paraguay, Uruguay y parte de Bolivia), las Actas Capitulares de Buenos Aires fueron firmadas por 26 sacerdotes, entre otros. Encontramos aquí al cura Gregorio Funes, fray José Benito Monterroso, fray Cayetano José Rodríguez, de los franciscanos, Pedro Ignacio de Catro Barros, el dominicano Justo Santamaría de Oro (que ayudó a canalizar la correspondencia secreta de San Martín), Luís José de Chorroarín y Juan Ignacio Gorriti.

    En el Virreinato de Perú (actuales Perú-Chile) tampoco faltaron los curas hispanófobos, como Francisco Javier Luna Pizarro, Camilo Henríquez (fan de la "ilustración universal" que consideraba que los tres siglos del Imperio fueron "de infamia y de llanto") o el fraile franciscano Antonio Orihuela, que había proclamado "Borrad si es posible, del número de los vivientes a esos seres malvados que se oponen a vuestra dicha, y levantad sobre sus ruinas un monumento eterno a la igualdad". Frase que hubiera podido firmar el mismísimo Robespierre. La Ilustración, el cinismo eclesiástico, el hedor jesuítico, el imperialismo británico, el comercio internacional y el pseudocomunismo se mezclan a partes iguales.

    En zona novogranadina (grosso modo actuales Colombia, Venezuela, Ecuador y Panamá) se destacaron el obispo José de Cuero y Caicedo —ex alumno de los jesuitas—, Juan Fernández de Sotomayor, Andrés María Rosillo (que llegó a ser encarcelado con otros 200 sacerdotes) y el cura José Cortés Madariaga, que propuso la igualdad social absoluta, la abolición de la esclavitud y la redistribución de tierras. En el acta de independencia de Colombia del 20 de Julio de 1810, un tercio de los firmantes fueron sacerdotes.

    En zona salvadoreña, tenemos a los sacerdotes José Matías Delgado y Nicolás Aguilar, primos hermanos que fueron próceres de las Provincias Unidas del Centro de América, una entidad territorial destinada a la yugoslavización. Con capital en Guatemala, este engendro geopolítico se separó de la antigua Nueva España, abarcando todo lo que hay entre las actuales México y Panamá. En Costa Rica, el sacerdote y diputado Florencio de Castillo, una vez promulgada la constitución española de 1812, denunció el repartimiento de indios… por su incompatibilidad con los principios liberales.

    Puede que sea algo arriesgado afirmar, con Jorge Tadeo Lozano, que la yugoslavización del Imperio Español fue una "revolución clerical", pero lo que está claro es que el bajo clero (menos sometido al Patronato pero también menos comprometedor para la Santa Sede) tuvo un papel estelar en el proceso, junto con la Masonería, las oligarquías criollas y los intereses estratégicos y comerciales de los rivales del Imperio Español.


    El clero y la balcanización de Hispanoamérica. La mayoría de estos hombres no tenían una gota de sangre india.
    Primera fila: Andrés María Rosillo, Camilo Henríquez, Francisco Javier Luna Pizarro, Juan de Mariana.
    Segunda fila: José Cuero y Caicedo, José Cortez de Madariaga, Juan Ignacio Gorriti, Justo Santamaría de Oro.
    Tercera fila: Juan Ramírez de Arellano, Juan Fernández de Sotomayor, Mariano Matamoros, Miguel Hidalgo.

    La balcanización de España a manos del Vaticano no se detendría aquí. Podrá verse de nuevo en las Guerras Carlistas y en las pésimas relaciones que el franquismo mantuvo con la Santa Sede, con Arias Navarro considerando que la Curia romana era "gentuza que odia a España". Podrá verse en el apoyo, de matriz jesuítica, que tuvo siempre el nacionalismo vasco en la Iglesia, en los obispos catalanistas, en el asilo que prestaban las iglesias a los manifestantes izquierdistas o en los curas obreros posconciliares que, en la época de furor de la Teología de la Liberación y la protestantización del discurso y del ritual católico, guitarra en mano (lo del instrumento musical ya había sido empleado con éxito durante la evangelización de América), constituían la principal referencia de estudiantes desnortados y vagamente izquierdistas. Y lo seguimos viendo en el apoyo abierto que Roma brinda hoy a la implantación y multiplicación del tercermundismo en España, con ONGs como Cáritas marcando el camino. Si bien esto no puede constituir un ataque contra la fe católica o las tradiciones religiosas, es innegable que la multifacética Iglesia ha tenido corrientes que han obrado entusiastamente en contra de la idea de España como nación, así como de los grandes bloques geopolíticos occidentales en general y europeos en particular.


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    La farsa indigenista como vector globalista en América —alternativa controlada

    En el Perú y Bolivia utilizaremos a la indiada para promover la revolución, de esos hay miles y son fácilmente reemplazables.
    (Ernesto "Che" Guevara, "Diarios en motocicleta").

    El indigenismo de cuño izquierdista, cada vez más presente en las universidades iberoamericanas (donde los indígenas no son precisamente las etnias más representadas), es una forma de emplear a los pueblos indígenas, la tergiversación histórica, la hispanofobia, la ideología antiblanca y la excusa medioambiental para avanzar un paso más en la globalización —y por tanto la tercermundización— de Iberoamérica.

    Durante el Imperio Español, las disposiciones proindias, casi fueros, implicaban que los indios eran considerados súbditos de la Corona española, que no se les podía dañar, al menos no legalmente, que la mayoría de indios conservaban sus caciques, sus lenguas maternas, sus territorios y sus tradiciones (incluso en lo que respecta a magia y hechizos, no se permitía que la Inquisición les molestase), y la mayor parte de ellos ni siquiera hablaba castellano. Este respeto por las culturas locales, tan propia del Antiguo Régimen, era el mismo que permitía a gallegos, vascos, catalanes, flamencos e italianos del sur conservar sus idiomas, a pesar de estar dominados por un aparato estatal donde la cultura castellana era hegemónica. Encontramos un ejemplo de esto en Paraguay, donde las reducciones jesuíticas prolongaron la vida del Antiguo Régimen al aislar comunidades enteras de los poderes criollos-oligárquicos continentales, de modo que el guaraní ha llegado a nuestros días como idioma co-oficial de Paraguay, siendo conocido y hablado por la mayor parte de paraguayos. Otras lenguas indias que han llegado con buena salud a nuestros días son el quechua, el aymara, el náhuatl, el mapundungun, el quiché y los idiomas mayas, hablados por millones de personas.

    Muchos españoles llegaron a interesarse genuinamente por la cultura indígena, como el franciscano fray Bernardino de Sahagún, verdadero etnólogo de su tiempo, erudito de la lengua náhuatl y escritor de "Historia general de las cosas de Nueva España", una mastodóntica obra de 12 volúmenes. Fray Bernardino también fue promotor de la escuela de Santa Cruz de Tlatelolco (México), donde los hijos de la aristocracia indígena podían recibir educación superior (un privilegio que en la misma España estaba vedado a la mayor parte del pueblo), de modo que, además de ciencias y latín, se les enseñaba medicina tradicional nahua y se preparaba a los hijos de los caciques para gobernar sus pueblos. Fray Domingo de Santo Tomás también evidenció similar interés en la lengua indígena cuando redactó la primera gramática del quechua. También en la epopeya de "La araucana", el autor, Alonso de Ercilla, evidencia gran conocimiento, empatía y hasta cierta idealización del enemigo mapuche. En Perú se publicaron catecismos en lengua tanto castellana como aymara y quechua, y así sucesivamente. La tolerancia y la comprensión fue incluso económica, hasta el punto de que en muchos lugares se continuó haciendo comercio de trueque (es decir, saltándose el poder monetario de Madrid) o empleando la antigua moneda de los mayas: los granos de cacao.

    Lo mismo no puede decirse de idiomas indios al norte del Río Grande, como el navajo, hablado por sólo 150 mil personas, el ojibwe (40 mil), el dakota (20 mil), el apache (14 mil), el keresan y el o'odham (13 mil cada una) el cheroki y el zuni (10 mil cada una), por no mencionar lenguas indias ya extintas como el tonkawa, el shasta, el apalachee o el chitimacha. Hasta el vietnamés es más hablado en EEUU que cualquier idioma indígena, y los nativos norteamericanos tienen unas cifras escandalosas de suicidios y alcoholismo. Esto se debe a la mayor agresividad de los conquistadores protestantes para con los indios. Hoy los indígenas en EEUU son sólo el 1,4% de la población y no conservan bien su pureza ni racial ni cultural. En Iberoamérica hay países (Guatemala, Perú, Bolivia) donde los indígenas suponen más de un 20% del total, siendo el resto de la población mestiza en su mayor parte. Esto debería hacer que nos cuestionemos hasta qué punto hubo realmente un "genocidio de pueblos originarios" en Iberoamérica.


    La Venezuela bolivariana, el país con la mayor proporción de población urbana (más del 90%) de Sudamérica, demuestra que es perfectamente posible publicar un cartel indigenista e hispanófobo… escrito con perfecta ortografía castellana. La propaganda indigenista procura suprimir el hecho de que la mayor parte de la población hispanoamericana no es indígena, sino mestiza y de cultura hispana. En lugar de aceptar ese hecho e intentar darle sentido, la propaganda indigenista tiende a provocar una confrontación cultural contra todo lo europeo en general y español en particular.

    Está de más aclarar que las mismas independencias hispanoamericanas tuvieron poco que ver con los indígenas y mestizos, y mucho que ver con los oligarcas criollos, los británicos y los franceses —cuyos conflictos lograron destruir la flota española en la Batalla de Trafalgar— y con traidores españoles como el general Riego, un militar liberal, marioneta de la masonería londinense, que evitó, en el momento más crucial, el embarque de refuerzos realistas para sofocar las rebeliones en Ultramar.

    El primer paso de consolidación del mito indigenista vino de la mano de los "próceres de la independencia", con Francisco de Miranda a la cabeza, un general criollo y étnicamente 100% español, proclamándose, como hemos visto, "descendiente de aquellos ilustres indios" que supuestamente lucharon contra los españoles. Sin embargo, su consolidación definitiva en su actual forma izquierdista vendría en el Siglo XX. En México tenemos por ejemplo al pintor Diego de Rivera, que en su pintura Unidad panamericana consigue combinar insólitamente la doctrina Monroe, el NAFTA y el indigenismo. El mexicano —cuya obra llegó a estar expuesta en el mismísimo Rockefeller Center de Nueva York— resultó ser un acérrimo amigo de León Trotsky y del estalinista Pablo Neruda, y su extraña mezcla de ideas proyanquis, antiblancas, indigenistas, comunistas, morbosas-victimistas-judeocristianas e hispanófobas no eran casualidad, sino que respondían al plan de integración americana, ya preconizada por la más alta élite económica en la Unión Panamericana de 1910, año en el que se creó el Serviço de Proteção ao Índio (SPI) en Brasil. Fue también el año en el que el Congreso Geológico Internacional se reunió en Estocolmo, poniendo a disposición de los hombres de negocios valiosa información sobre los tesoros escondidos en la tierra de numerosos países, entre los cuales destacaba Brasil en general y la Amazonia en particular.

    La Unión Panamericana, con sede en Washington, como el estadounidense Bureau of Indian Affairs [20] fueron las fuerzas directoras tras el Primer Congreso Indigenista Interamericano (1940), tras el cual los diversos Estados adoptaron políticas indigenistas de corte moderno: "ilustrar" a los indígenas para que dejasen de comportarse como tales, integrarlos en la sociedad tecnoindustrial e iniciarlos en plagas modernas como el feminismo y el marxismo. Sin que sorprenda, el establecimiento de los diversos institutos indigenistas estuvo apoyado, desde el principio, por la "filantrópica" Fundación Rockefeller, con la inevitable colaboración de personalidades iberoamericanas del ámbito de la cultura, como el izquierdista, funcionario del SPI y ex ministro de educación brasileño Darcy Ribeiro.

    Es indiscutible que considerar a los pueblos indígenas como un patrimonio nacional colectivo y motivo de orgullo, es muy positivo, pero sorprende el doble rasero aplicado por los globalistas: si los pueblos europeos considerásemos como pueblos originarios a, por ejemplo, los individuos rubios y de ojos azules, o si reivindicásemos la preservación de nuestra herencia étnica frente a la aplanadora de la globalización, el racismo y la xenofobia serían las menores acusaciones a las que nos tendríamos que enfrentar.

    En 1964, el gobierno brasileño fue depuesto en un golpe de Estado apoyado por Washington. Aquel año, aviones de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos peinaron la Amazonia en varios vuelos, armados con espectrómetros de última generación para mapear las riquezas minerales de la región. La Geological Survey del gobierno estadounidense puso la jugosa información sobre yacimientos de oro, plata, diamantes, mercurio, casiterita, gipsita, hematita, magnetita, tantalio, titanio, torio, uranio, cuarzo, cobre, manganeso, plomo, sulfatos, potasios, bauxita, zinc, circonio, cromo, niobrio, pirocloro y tierras raras de alta ley mineral, en manos de las multinacionales mineras de EEUU. A no mucho tardar, hubo enormes movimientos de compra de tierras en la Amazonia por parte de empresas privadas estadounidenses (destacando la Bethlehem Steel y especialmente la Hanna Mining Co.), generalmente por métodos irregulares o fraudulentos. En 1967, un gran escándalo destapó que el Serviço de Proteção ao Índio se había involucrado en atrocidades contra varias comunidades indígenas, de tal forma que se sustituyó por la Fundação Nacional do Índio. Entretanto, el revuelo armado por la usurpación empresarial de tierras había llegado hasta tal punto que el Congreso brasileño inició una investigación sobre la compra fraudulenta de terrenos en la Amazonia. El informe resultante, publicado el 3 de Junio de 1968, daba fe de que 20 millones de hectáreas habían sido compradas y que estaban distribuidas de tal manera que "forman un cordón para aislar la Amazonia del resto de Brasil". El diario carioca Correio da Manhã iba más allá, y el 30 de Junio de 1968 declaraba que varias misiones protestantes de origen estadounidense habían ocupado zonas amazónicas ricas en minerales y que estaban protegidas por elementos armados, de tal forma que nadie ajeno podía penetrar en esos territorios.

    Los años 70, década de revolución verde, ingeniería social e infiltración de grupos ecologistas, vio un auge del indigenismo a la moderna, predicado por globalistas, catedráticos y otros codiciosos y ególatras con corbata, al parecer preocupadísimos por los "pueblos originarios". Comienza la era de José Lutzenberger (llegará a secretario de medioambiente), Mary Allegretti, Stephen Schwarzman, Adrian Cowell y otros. Incluso la Iglesia se involucró con su Conselho Indigenista Missionário (CIMI). Con estas presiones de por medio, se logró en 1974 que el presidente Geisel detuviese su proyecto de poblar y desarrollar la Amazonia. También tuvieron lugar las Declaraciones de Barbados (1971 y 1977) y la creación de un Consejo Mundial de Pueblos Indígenas (1975). La hoja de ruta hacia la balcanización indigenista vino subsiguientemente jalonada por varios hitos internacionales: la conferencia Etnocidio y Etnodesarrollo en América Latina (UNESCO, Costa Rica, 1981), el Documento del Manual de Operaciones OMS 2.34 (Banco Mundial, 1982), el Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo (1989), la Directriz Operacional OD 4.20 Indigenous Peoples (Banco Mundial, 1991), la firma del Convenio constitutivo del fondo para el desarrollo de los pueblos indígenas de América Latina y el Caribe (Madrid, 1992, V centenario del descubrimiento), el capítulo 26 "Reconocimiento y fortalecimiento del papel de las poblaciones indígenas y sus comunidades" de la Conferencia de Naciones Unidas Sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo" (Río de Janeiro, 1992, ídem), la "Cumbre de la Tierra" (Río de Janeiro, 1992, ídem), la Declaración de Naciones Unidas sobre los derechos de los pueblos indígenas (1994, actualizada en 2007), la Resolución sobre las medidas internacionales necesarias para una protección efectiva de los pueblos indígenas (parlamento europeo, 1994) y la Política Operacional OP 4.10 Indigenous Peoples (Banco Mundial, 2005).

    Todo esto no se hizo sin obstáculos, ya que hubo pulsos entre el organismo nacional brasileño y los organismos supranacionales que lo presionaban. El presidente brasileño José Sarney se negó a participar en la Conferencia y Declaración de La Haya de 1989, alegando heréticamente: "Somos los jefes de nuestro destino y no permitiremos ninguna interferencia en nuestro territorio". Esto, unido al activismo de Chico Mendes, apoyado por los medios de comunicación internacionales, hizo que el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo (IDB) cesasen su apoyo financiero a la carretera Polonoroeste, que conectaría a Brasil con Perú a través de la Amazonia, y suspendiesen sus ayudas al Estado brasileño. Excusa: el gobierno brasileño no estaba plegándose ante las estipulaciones "medioambientales" y "sociales".

    Como se ve, es un asunto de gran interés para los globalistas… y muy regulado. Lo que está claro es que los mercaderes de la globalización no quieren vérselas con estados nacionales fuertes o con pueblos conscientes de su cultura, sino con un mosaico de etnias débiles y aisladas entre sí. Como los venecianos y el alto clero en Europa, o como los mismos conquistadores ibéricos en América, prefieren vérselas con tribus atomizadas y desorganizadas que con poderes establecidos y reconocidos. De ahí la desproporcionada relevancia concedida a los pueblos indígenas por parte de instituciones hipócritas que, por lo demás, no tienen el más mínimo escrúpulo a la hora de promover la extinción de los pueblos indígenas europeos en la orilla opuesta del Atlántico.

    En los años 80, el indigenismo recibió otra propulsión con el apoyo que la "comunidad internacional" dio al entorno de Rigoberta Menchú, culminando con el Premio Nobel de la Paz en el estratégico 1992, año del 500 aniversario del desembarco español. Quitando el hecho de que el Premio Nobel de la Paz está totalmente devaluado desde que se concedió a personalidades como el general Marshall, Henry Kissinger, Nelson Mandela, Bernard Kouchner, Barack Obama o la Unión Europea, hay que apuntar otras falsedades surgidas en torno a la mujer guatemalteca. El primer hecho es que su libro "Yo, Rigoberta Menchú" [21], no fue escrito por ella, sino por Elisabeth Burgos, una izquierdista venezolana afincada en París y casada con el marxista francés Régis Debray, uno de los promotores de la guerrilla comunista en Cuba y en Bolivia. La obra de Burgos es un alegato a favor de los indígenas maya y en contra de los terratenientes ladinos (mestizos) que en teoría los explotaban.

    El Premio Nobel de Rigoberta Menchú representó el esfuerzo de los globalistas por infiltrar la sociedad centroamericana, otrora muy tradicional, con indigenismo, marxismo, sindicalismo, feminismo y odio de castas, para balcanizar aun más el panorama geopolítico de esta azotada región, "utilizar a la indiada" a cuento de los derechos humanos y eliminar la influencia de las clases medias (los terratenientes ladinos) de ascendencia europea y mezclada. Como ejemplo de lo mucho que interesaban los pueblos indígenas a Menchú, jamás denunció la represión que el gobierno comunista de los sandinistas hizo caer sobre los indígenas miskitos en Nicaragua, señal de que sus lealtades partidistas eran muy superiores a sus lealtades étnicas. Ello no impidió que, en buena parte gracias al libro de Burgos, todos los intelectuales europeos decadentes se alineasen con las sanguinarias guerrillas del continente americano.


    A la izquierda, la fachada visible de la "comunidad internacional". A la derecha, los verdaderos promotores, dos elitistas izquierdistas amamantados en la Francia sesentayochista, que probablemente compartían las ideas del Che Guevara sobre utilizar a la indiada: Elisabeth Burgos y Régis Debray.


    El año 1992 no sólo coincidió con el 500 aniversario del primer desembarco español y con la concesión del Premio Nobel de la Paz a Rigoberta Menchú. También coincidió con el derribo de la estatua del conquistador Diego de Mazariegos y Porres en la localidad de San Cristóbal de las Casas, estado de Chiapas (México), lindante con Guatemala. En el caso de Chiapas, la proliferación de organizaciones sindicales campesindias sólo ha redundado en desestabilización, pobreza, guerra civil, grupos insurgentes armados, miseria, muertes, ignorancia, subdesarrollo y, en suma, más tercermundismo. Dos años después de derribada la estatua, tuvo lugar el levantamiento zapatista.

    El uruguayo Eduardo Galeano puede que sea de los ideólogos más reconocidos del victimismo indigenista-izquierdista por su difundido libro "Las venas abiertas de América Latina". Lo que raramente se reseña es que él mismo se ha retractado de su propia obra. Esteban Mira, con su "Conquista y destrucción de las Indias" (2009) es otro ejemplo, aunque de momento es temprano para saber si también va a retractarse con el paso del tiempo, cuando el daño ya esté hecho.

    El motivo de este interés globalista en el indigenismo es sencillo: los jerarcas de los bancos y las multinacionales quieren como interlocutores a los individuos e instituciones más bananeros, manipulables, subdesarrollados y tercermundistas que sea posible. De ese modo, cuando desean explotar un recurso, en lugar de tener que pasar por una capital y por las organizaciones, burocracia y maquinaria negociadora de todo un Estado, se saltan estos fastidiosos controles y se plantan directamente en la zona de operaciones, negociando con un interlocutor mucho más asequible, barato y presionable: la "autoridad indígena" paraestatal. Cuando, después de la Conferencia de Río de 1992, se dio gran relieve a los indígenas yanomami, se habló de acotar territorios (en lo cual tuvo un papel estelar José Lutzenberger, padre de la Fundación Gaia) para que los yanomami "gestionasen sus propios recursos". Traducción: los yanomami viven en un territorio rico en materias primas y son un interlocutor más fácil y barato que el Estado brasileño, de modo que las hienas de las multinacionales preferían sentarse a la mesa de negociaciones con un jefe yanomami ataviado con plumas que con un funcionario gubernamental trajeado. Ésa es la explicación del interés que tienen algunos organismos en conferir autogobierno a ciertas "etnias estratégicas", revistiendo de dignidad pseudoestatal a las autoridades tribales, como una estrategia más en esta guerra que el Mercado lleva a cabo contra el Palacio en todo el mundo, dividiendo toda tierra y todo pueblo en porciones más manejables. Es uno de los muchos motivos por los que la comunidad globalista hizo caer el gobierno del Apartheid en Sudáfrica en 1994. El gobierno sudafricano de entonces no era una república bananera, sino un gobierno serio, en buena medida autárquico, con sus propios intereses comerciales, que elevaba el nivel de vida de toda la población —incluyendo la negra, hasta el punto de que recibía importantes flujos migratorios— y estratégicos y, sobre todo, interesado en que las riquezas sudafricanas se quedasen en suelo sudafricano, haciendo de Sudáfrica la economía más fuerte de África con diferencia. ¿Cómo puede una multinacional o un gobierno extranjero chantajear o presionar a un Estado como el sudafricano, que tenía la mismísima bomba atómica? Preferible vérselas de tú a tú con un clan de corruptos sobornables de etnia xhosa, como el actual régimen del ANC. Del mismo modo, con la pantomima indigenista —paralela de la tribal en Sudáfrica— los avariciosos del mundo también consiguen bloquear la explotación económica de enormes territorios, a la espera de que las resoluciones indigenistas se vayan imponiendo y el Estado de turno vaya liberalizando las leyes o firmando acuerdos favorables.

    Las directrices territoriales indigenistas en realidad siguen la estela de los Puntos de Wilson y el principio de libre determinación de la Europa de entreguerras. Resultado: la libre determinación se aplicó sólo donde a la Alta Finanza internacional le interesaba disolver Estados molestos (como el Imperio Austro-Húngaro), mientras que en otros casos (unión de Alemania con Austria) se bloqueó, contradiciendo la voluntad popular. A la vez, se crearon estados aberrantes geopolíticamente, como Checoslovaquia, y se resucitó una Polonia artificial, donde la población étnicamente polaca no llegaba a la mitad del total. Los halcones de la diplomacia imperialista consiguieron un mapa europeo de estados más numerosos, más débiles, más absurdos, más inviables, más permeables a la infiltración y a la intriga y, sobre todo, más manejables. El resultado fue la Segunda Guerra Mundial.

    La Bolivia de Evo Morales, que pasa por estado "anti imperialista" y tiene una implantación muy avanzada del indigenismo politizado, es un ejemplo claro de aplicación de los principios indigenistas e hispanófobos de las élites globalistas. En el censo de 2001, las autoridades gubernamentales bolivianas impidieron que los censados se declarasen étnicamente mestizos. En La Paz se creó un "Viceministerio de Descolonización" donde se bloquea la publicación de las grandes obras de la literatura boliviana porque fueron escritas por kharas y cholos (mestizos) "machistas" y "colonialistas". Sin embargo, se impulsan a indigentes intelectuales como el ex comunista Fausto Reinaga, escritor de perlas como "La podredumbre criminal del pensamiento europeo" (1982). El 12 de Octubre, fiesta de la Hispanidad por excelencia, fue rebautizado como Día de la Liberación, de la Identidad y de la Interculturalidad… y finalmente como Día de la Descolonización. Evo Morales incluso ha cambiado el nombre del Estado de Bolivia por "Estado Plurinacional de Bolivia"; en su seno se reconocen las "naciones indígenas", pero no a la provincia de Santa Cruz, rica en petróleo y de mayoría no-indígena, donde ha florecido, como reacción, un movimiento separatista. La ONG estadounidense USAID (expulsada ya de Rusia y de Ecuador), el Banco Mundial y las ONGs de la Unión Europea respaldan este fenómeno de sembrar el caos en la identidad boliviana para convertir Bolivia en el reflejo de Zimbabwe: un erial depauperado, aferrado a su propio subdesarrollo y sin acceso al mar. En 2011, con motivo de la vergonzosa connivencia entre las "autoridades indígenas" y varias multinacionales petroleras, en la prensa progresista boliviana se dijo que poner en solfa el derecho de las "naciones indígenas" a "disponer de sus propios recursos" y hacer "legítimas gestiones financieras" para "generar ingresos" era "claramente discriminatorio". Ese mismo año, el gobierno reprimió salvajemente diversas protestas campesinas e indígenas. También la soja transgénica pasa por buenos tiempos en Bolivia, a diferencia de la selva amazónica y las comunidades indígenas (a las que se pretende disolver a base de introducir Internet). Todo esto no sorprende si se tiene en cuenta que la ANP, la Asociación Nacional de Prensa, recibe financiación de la NED (National Endowment for Democracy), una de las míticas fachadas legales de la CIA en el extranjero. Tanto el Fondo Monetario Internacional como el Banco Mundial han felicitado al gobierno boliviano por sus políticas. Bolivia resulta ser rica en gas natural y sobre todo en litio (que, según algunas voces, es el petróleo del futuro), con reservas sólo superadas por Afganistán... Aunque algunas voces alertan sobre todo ello, la opinión pública general sigue estando muy desinformada, y Bolivia llega al presente como una advertencia viviente de lo que les espera a otros Estados, como Brasil o Argentina, si deciden profundizar en el camino indigenista.


    El salar de Uyuni (Bolivia), situado en cuencas geográficas endorreicas (sin salida al mar) ricas en sal, contiene de las mayores reservas de litio del mundo, pero los niveles de explotación del "oro blanco" son risibles y el Estado boliviano no se ha atrevido a nacionalizar el recurso. El responsable del bloqueo económico de esta cuenca resulta ser Ayni, un grupo etnoambientalista con participación alemana, que asegura que hay que tener en cuenta el punto de vista etnológico, social y ecológico para, en suma, no explotar el salar. Alemania es un país que, por su próspera industria automovilística, tiene importantes intereses en el litio, que se usa entre otras cosas para fabricar baterías. La insistencia en bloquear la explotación del litio boliviano resulta, como mínimo, extraña.

    La Amazonia brasileña es el caso más flagrante de cómo el indigenismo (y el ambientalismo) puede ser un as en la manga de la globalización. Esta vasta ecorregión lleva décadas con la amenaza de la internacionalización gravitando pesadamente sobre sus interminables selvas, meandros y torrentes. En su día, Gorbachov no se conformó con desmembrar la Unión Soviética, sino que presionó para hacer lo mismo con Brasil, declarando que "Brasil debe delegar parte de sus derechos sobre el Amazonas a las organizaciones internacionales competentes". Al Gore, prácticamente relaciones públicas de la petrolera Oxy, ha estado utilizando los cuentos medioambientales durante años como vector de proyección empresarial, y tampoco tuvo empaque en declarar que "Al contrario de lo que piensan los brasileños, el Amazonas no es de ellos, sino de todos nosotros". También el incombustible Henry Kissinger, vocero de los intereses rockefellerianos, ha presionado en este sentido, así como el ex presidente de Francia, Miterrand, para el cual Brasil debía aceptar una soberanía relativa sobre el Amazonas. Se ha citado también que la selva amazónica es el "pulmón del mundo" por su vasta masa vegetal. Quitando el hecho de que Rusia, Canadá y Estados Unidos poseen masas boscosas comparables, el verdadero pulmón del mundo es el mar, que con sus millones de toneladas de algas y plancton, genera el 70% del oxígeno de la atmósfera terrestre.

    De manera que todas estas declaraciones altisonantes y rimbombantes, realizadas por señores a los que, es obvio, el medioambiente les importa un comino, tienen una sencilla explicación: la Amazonia está petada de recursos de interés estratégico y ellos quieren saquearlos sin que el Estado brasileño les ponga trabas, para ello necesitan guayanizar la Amazonia. Se trata de privatizar la cuenca hidrográfica más extensa del mundo (ocupa el 40% de Sudamérica), y no sólo desde el extranjero, sino también desde emporios privados del mismo Brasil. A este respecto, es inquietante que la proyección potencial de Bogotá, Caracas, Lima o las tres Guayanas en la Amazonia es potencialmente mayor que la que pueda ejercer Brasilia. Pero naturalmente, sin llegar a las armas, el saqueo de recursos puede ejercerse por las buenas, mediante la zonificación ambiental de entornos ecológicos supuestamente importantes o mediante el decreto de reservas indígenas protegidas. En ambos casos, se bloquea el acceso a los recursos locales por parte del Estado brasileño y el pueblo brasileño. Éste es el verdadero interés que tienen ONGs como Survival International (sede central en Londres) o Cultural Survival (Massachusetts, EEUU) en proteger a grupos indígenas como los yanomami. Casualmente, los yanomami habitan una región a caballo entre Venezuela y Brasil… incluyendo el riquísimo y estratégico estado brasileño de Roraima, que comparte frontera con la antigua Guyana británica [22] y resulta albergar yacimientos de oro, diamantes, titanio, cobalto, niobio, torio y molibdeno, además de tener agua a raudales, caucho y madera sin límites. A los yanomami se les dio mucho relieve en la Conferencia de Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo (Río de Janeiro, 1992), a raíz de la cual se creó un Territorio Yanomami. A consecuencia, el precio del oro ascendió automáticamente en Londres y Nueva York. Hoy, el estado de Roraima tiene 23 áreas indígenas. La correspondiente a los yanomami es mayor que Portugal. Los yanomami no pueden ser procesados por la ley brasileña porque no son considerados ciudadanos brasileños en pie de igualdad con el resto de Brasil, sino sujetos jurídicamente menores de edad, incapaces de razonar o hacer una decisión consciente. Esto, obviamente, es muy interesante para los negociadores, arquitectos de la privatización de los recursos amazónicos o entidades bancarias interesadas en dominar a un pueblo con "microcréditos" (como hicieron en India)... pero muy peligroso para el orden del Estado. Por ejemplo, en Colombia, en Julio de 2012, un grupo de indígenas nasa, armado con palos y piedras, asaltó y desalojó una base militar en el Cauca. El Ejército colombiano es quizás el más competente de Sudamérica, pero tenía prohibido abrir fuego contra los indígenas (protegidos por la UNESCO), y estos lo sabían perfectamente.

    Existen unas 600 reservas indígenas protegidas sólo en Brasil. En muchas de ellas, se ha expulsado a ciudadanos brasileños corrientes; por ejemplo, tras la demarcación del área indígena de Raposa Serra do Sol, se deportó, en una limpieza étnica encubierta, a muchos ciudadanos cuando sus propiedades fueron declaradas "indígenas". Todo esto significa que un ciudadano brasileño no puede irse a vivir a una reserva indígena protegida, pero un "cooperante" de una ONG internacional sí. Mantener tales zonas en el subdesarrollo es muy útil para impedir que sus riquezas acaben en demasiadas manos en lugar de concentrarse en unos pocos y selectos bolsillos. Si bien es muy loable que etnias como los yanomami conserven su identidad étnica intacta —quizás costumbres como el infanticidio y el canibalismo podrían ser cuestionadas— y sean protegidas de los garimpeiros (cazadores de oro sin escrúpulos, aunque no tan desalmados como las multinacionales auríferas), hay que señalar la hipocresía de la globalización, que no tiene problemas en erradicar otras comunidades (como los indígenas de la Isla Diego García, o como los mismos europeos étnicos en el mundo entero) si le conviene. Brasil llegó a 2010 con 2.197.485 km cuadrados de "áreas protegidas" en la Amazonia: suponen el 43,9% de la región y el 25,8% del territorio brasileño. De estas áreas protegidas, grosso modo la mitad se corresponden con "unidades de conservación" (ambiental) y la otra mitad con tierras indígenas.


    Territorio yanomami. Fuente: infolatam.com

    Incluso en Argentina, donde el elemento español e italiano es dominante (cada vez menos) pueden verse programas infantiles de TV que básicamente identifican al pueblo argentino con indios y negros, mientras ningunean directamente cualquier legado español —y todo eso lo hacen en una lengua española. En 2010, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner consagró el 12 de Octubre, antes Día de la Raza, como "Día del Respeto a la Diversidad Cultural", en un grandioso ejemplo de la pandemia ñoña y políticamente correcta que se está apoderando de Argentina [23]. Asimismo, en 2013, la estatua de Cristóbal Colón en Buenos Aires fue retirada. Contradictoriamente, el gobierno argentino promueve el indigenismo a la vez que loa a los "próceres" de la independencia, que fueron los mayores mataindios de la historia del país. La farsa continúa, a pesar de que la misma Argentina está siendo víctima del indigenismo izquierdista-rockefelleriano, por un lado debido al dumping social causado por la inmigración boliviana y por otro lado debido a la intervención israelí, británica, estadounidense y china en la Patagonia, a vueltas con el supuesto Plan Andinia y las organizaciones indigenistas mapuche, cuya sede está en la ciudad inglesa de Bristol. Igual que en Venezuela, la dialéctica anti-estadounidense abunda e, igual que en Venezuela, se trata de una burda máscara: mientras reivindica las Malvinas a Reino Unido, Argentina tiene en realidad el estatus de "aliado importante extra OTAN", una distinción compartida por países como Israel, Australia, Kuwait, Marruecos y Japón.

    Pero los pueblos indígenas (que obviamente no tienen la culpa de nada, están siendo utilizados por poderes fácticos muy por encima de ellos) no son el único vector étnico de globalización, balcanización y tercermundización, sino que también las poblaciones negras y mulatas están intentando ser movilizadas con fines desestabilizadores. La poderosa Ford Foundation, implantada en Brasil en 1962 y obsesionada con promover un mesiánico "cambio social", lleva décadas infiltrando el Movimento Negro, envenenando las relaciones entre negros y blancos e inculcando ansia revanchista a los negros brasileños. La Fundación Ford se ha defendido explicando que "descubrió" que había un "problema racial" en Brasil… Gracias a este "descubrimiento", los años 60 coinciden con el inicio del mundo delincuente favelista tal y como lo conocemos hoy (así como con el problema de las FARC en Colombia). Por su parte, la Comissão de Igualdade Racial se ocupa de imponer cuotas de discriminación positiva totalmente alineadas con el Affirmative Action de Estados Unidos, discriminando en la práctica a los blancos y pardos. ¿Llegará a haber movimientos políticos étnicos, violentos y desestabilizadores en Iberoamérica? En Brasil, Venezuela, Colombia, República Dominicana, Cuba, Ecuador… hay afrodescendientes de sobra como para suponer un serio problema si el clima social es manipulado por actores externos. ¿Habrá grupos terroristas indigenistas, bolivarianos y afrocentristas? Sólo el tiempo lo dirá.


    La película "Ciudad de Dios" relata el desarrollo del mundo favelista desde su aparición en los años 60, en la misma época en la que las fundaciones "filantrópicas" globalistas comenzaban a penetrar en la sociedad. Hoy en día, la favelización es un contrapeso manejado por la globalización para reducir la influencia del Estado brasileño.

    El caso es que se está intentando formar un caldo de cultivo en el que el odio de castas y la balcanización sea muy fácil de provocar en Iberoamérica: se culpa de todo a España (de la que Hispanoamérica se independizó hace 200 años) o a los blancos (pero solo a los blancos de rango medio y bajo… los importantes viven en una nube inaccesible y están muy por encima del alcance de la desordenada cólera populista puntual) y, gracias al caos resultante, las multinacionales explotan los recursos a tarifa de saldo.

    El problema de la mentalidad victimista inculcada por el indigenismo moderno es la pasividad que promueve. Si el hombre blanco, si Occidente, es el culpable de la pobreza en Iberoamérica, entonces es Occidente quien tiene que intervenir para acabar con la situación, sacarles las castañas del fuego a los países bolivarianos y, en suma "salvarlos de sí mismos". Esto implica que ciertos sectores de las poblaciones iberoamericanas van asumiendo su tercermundismo y van resolviendo que su supervivencia no depende de su duro esfuerzo, sino de actores externos, de la cantidad de victimismo lacrimógeno que sean capaces de desplegar para provocar la compasión del Primer Mundo. En esto, el bolivarianismo indigenista sigue la estela de África Subsahariana: vivir de dar pena, hacer de la solidaridad ajena y del chantaje moral-histórico una fuente de ingresos... y con ello sólo se conseguirá convertir Iberoamérica en una fotocopia de la orilla opuesta del Atlántico Sur.

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    El indigenismo, al servicio del modelo de Huntington: una "civilización latinoamericana"

    A río revuelto, ganancia de pescadores.
    (Refrán castellano).

    En 1996, Samuel P. Huntington propuso, en su "Choque de civilizaciones", una tal "civilización latinoamericana", así denominada para dejar clara su separación con respecto a Europa en general y España en particular, así como de Estados Unidos. Huelga decir que la civilización latinoamericana no es una realidad, pero los geoestrategas de la globalización quieren convertirla en realidad, y para ello cuentan con el bolivarianismo, afanado en hacer que cuaje una "identidad latinoamericana" basada en el indigenismo y en la "música latina" de cuño puertorriqueño y diseño yanqui. Gracias a esto, un iberoamericano promedio puede sentir que debe llevar a cabo revoluciones violentas para alejarse de Occidente y reencontrarse con una identidad indígena perdida, o que "los europeos" son una entidad aparte, a pesar de tener apellido europeo, nombre europeo, idioma europeo y genética europea (más a menudo que no, en una proporción del 50% o más).

    La globalización, marítima por excelencia, necesita que se multipliquen las islas para que el Mercado pueda triunfar por sobre el Palacio y el Templo. Con la ficción de la civilización latinoamericana, consigue convertir Iberoamérica en una isla más, sin un pie en Eurasia (como sí lo tiene EEUU). La influencia de Huntington no debe ser subestimada: el hombre era amigo de Zbigniew Brzezinski y de Henry Kissinger, y trabajó tanto para la CIA como para el Departamento de Estado y el Consejo de Seguridad Nacional.


    La teoría del choque de civilizaciones (en realidad formulada por Bernard Lewis) representa el mundo tal y como a la OTAN le gustaría organizarlo y enfrentarlo. Filipinas es considerada de cultura "occidental", mientras México es considerada de cultura "latinoamericana". Rusia no tiene nada que ver con Europa, ni Japón con Asia continental, y Xingjiang resulta ser de cultura "sínica" en lugar de islámica. Asimismo, se ningunea el papel de los cristianos de Oriente y de países amortiguadores del islamismo, como Iraq, Libia o Siria.

    Sin que sorprenda, a partir de la obra de Huntington empieza a arreciar más la propaganda indigenista y el odio hispanófobo. Donde antes Iberia era vista como la Madre Patria, ahora se convertirá en un actor externo y ajeno al continente, en beneficio, claro está, de los tiranos locales y de Washington.

    Estas contradicciones de la mitología globalista sirven bien al fin de constituir Iberoamérica como un bloque separado, unificado bajo organizaciones globalistas como UNASUR, MERCOSUR (uno de cuyos ideólogos, Jorge Abelardo Ramos, llegó a hablar de una "nación latinoamericana"), la CELAC, ALBA o la Organización de Estados Americanos (sucesora de la rockefelleriana Unión Panamericana). Muchas de estas uniones están patrocinadas por la Unión Europea, Reino Unido, las "fundaciones filantrópicas" de los globalistas y/o las ONGs del Departamento de Estado de Washington. La idea de las organizaciones es la constitución de bloques geopolíticos teóricamente soberanos pero, en la práctica, férreamente infeudados, como la Unión Europea, la Unión Africana, el Consejo de Cooperación del Golfo o la ASEAN. En el caso de Iberoamérica, se trata en realidad de perpetuar la Doctrina Monroe: "América para los (norte)americanos".

    En la práctica, UNASUR y similares proyectos de globalización iberoamericana lo que van a hacer es degradar las zonas más prósperas de Iberoamérica a base de reajustarlas mediante igualación por lo bajo. Los flujos migratorios tercermundistas (inmigración mexicana en EEUU, boliviana en Argentina, peruana en Chile) terminarán por provocar los mismos efectos que la inmigración tercermundista y la quimera multicultural están provocando en Europa Occidental y Norteamérica. En este contexto, es muy útil para los globalistas que los iberoamericanos gasten todas sus energías en agredir las estatuas inertes e indefensas de conquistadores que llevan muertos casi 500 años, o que culpen de todos sus fracasos a un país del que se emanciparon hace 200.. ya que ello evita que culpen y agredan a los tiranos que los están sojuzgando en el aquí y ahora.

    No hay que llamarse al equívoco: la globalización quiere interconectar el mundo entero, incluyendo Iberoamérica, pero no mientras no esté férreamente bajo el control de las élites globalistas ni mientras el control de ciertas zonas no pueda ser ejercido por un reducido puñado de hombres "de confianza". Sólo entonces se permitirá su vertebración, y sólo si ello redunda en una concentración de más riquezas en menos bolsillos. De lo contrario, cualquier vertebración geográfica terrestre (por ejemplo, iberoamericana, o de Oriente Medio), sea aliada de EEUU o enemiga, pertenezca al bloque que pertenezca, redundará en un perjuicio a la globalización, puesto que la estabilidad implicará que los Estados regionales empezarán a pensar por sí mismos y lucharán por sus intereses nacionales, que consisten en fijar la riqueza al territorio del Estado. Es el caso de Iraq, que pasó de Saddam Hussein (estabilizador, abierto) al ISIS (desestabilizador, cerrado). Del mismo modo, una continuidad territorial de —por ejemplo— Venezuela-Colombia, sea aliada de la OTAN o enemiga, será un problema para la globalización, que ha decretado una polarización continental en Iberoamérica, en la que ambas unidades viven antagonizadas. El Mercado prefiere un Palacio pequeño y débil, aunque sea enemigo, que un Palacio grande y fuerte, aunque sea aliado. En esta guerra oculta, el Mercado prefiere balcanizar y bloquear la explotación de regiones enteras, a la espera de circunstancias más propicias. Mientras no lleguen tales circunstancias, la existencia de regímenes esterilizadores, desestabilizadores y/o bloqueadores, como Corea del Norte, Cuba, Zimbabwe o Venezuela, es muy útil para la globalización. Todo lo que no se puede controlar, se desestabiliza.


    La cuenca del Amazonas, con su tupida masa boscosa, constituye —al menos en lo que a comunicaciones terrestres se refiere— una barrera natural, comparable en menor medida al Sáhara o al Tíbet. Norsudamérica, o las cuencas del norte de Sudamérica (Caribe + cuencas atlánticas superamazónicas) es, a efectos geopolíticos, prácticamente una isla, y los estrategas de la globalización quieren que siga siéndolo, al menos de momento. Se trata de la región más vulnerable a la penetración externa y puede asemejarse al Magreb histórico: separada del resto del continente y bajo la influencia geopolítica de potencias del norte (EEUU, Reino Unido, Francia y Holanda). El Cerrado Brasileiro jugaría un papel similar al Sahel en África. La otra bisagra geográfica entre cuencas serían los Andes. Se notará que los únicos Estados que poseen territorio en las tres franjas sudamericanas son Brasil y Colombia. Centroamérica (entre el Río Grande y el Tapón del Darién), aunque sea culturalmente hispana, debe considerarse geográficamente norteamericana. Por tanto, Sudamérica propiamente dicha es, a efectos geopolíticos, América Subamazónica, lo señalado en rojo en el mapa. Posee la mayor parte de la población del continente, así como los principales centros urbanos, y además tiene su propia bisagra oceánica: el Estrecho de Magallanes. Las fortalezas naturales de Sudamérica son el Altiplano Andino, el Cerrado Brasileiro y los tramos más altos de la cuenca del Río de la Plata. Juntos, conformarían el heartland sudamericano, tal y como vimos en otro artículo. Si alguna vez se establece un proyecto de Estados Unidos de Sudamérica, éste será su trono.


    En lo que a continuidad terrestre se refiere, el verdadero Canal de Panamá no es la sobradamente conocida vía fluvial (que está cruzada por la Carretera Panamericana, o Interamericana), sino el Tapón del Darién (señalado en negro), donde se interrumpe la vía terrestre, teóricamente por complicaciones topográficas, ambientales, étnicas y de desarrollo económico. Este tapón comparte frontera con la región de América Subamazónica, separándola claramente de Centroamérica y Norsudamérica. Los conquistadores españoles supieron ver el potencial estratégico de Darién desde la época de Vasco Núñez de Balboa, igual que los piratas holandeses e ingleses. En 1698, la Company of Scotland Trading to África and the Indies, dirigida por Sir William Paterson, intentó establecer allí una colonia escocesa, Nueva Caledonia, pero fracasó. Actualmente, las excusas para mantener la zona de Darién esterilizada en lo que a logística terrestre se refiere, son tan variadas como absurdas: la ubicación de reservas naturales y pantanos, inquietudes medioambientales, presencia de comunidades indígenas, el miedo a las enfermedades, el narcotráfico y la actividad de las FARC a ambos lados de la frontera colombiano-panameña. Curiosamente, estos remilgos nunca fueron problema a la hora de abrir la selva de Darién a la explotación petrolífera. Las noticias en torno al tapón, junto con la constatación de la insistencia de Washington por mantenerlo cerrado (a despecho de Bogotá, que desea su apertura), persuaden de que hay intereses estratégicos en mantener este ridículo hueco en la carretera más larga del mundo. Como es evidente, la única interesada en mantener la vía marítima abierta y la vía terrestre cerrada, es una potencia marítima.

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    Mitos y verdades de Simón Bolívar y sus émulos —¿libertadores o balcanizadores?

    Trescientos años de calma, ¿no bastan?
    (Simón Bolívar, en el Congreso Nacional de Caracas, 4 de Julio de 1811).

    En el momento de la emancipación, las colonias españolas se volvieron una especie de colonias inglesas.
    (Vizconde de Chateaubriand, político francés).

    La idea de "nación" que el patriciado latinoamericano engendró se parecía demasiado a la imagen de un puerto activo, habitado por la clientela mercantil y financiera del imperio británico, con latifundios y socavones a la retaguardia.
    (Eduardo Galeano, "Las venas abiertas de América Latina").

    La revolución francesa y las emancipaciones de Hispanoamérica fueron como la venganza de Gran Bretaña contra Francia y España por haber apoyado éstas la independencia de Estados Unidos. La declaración bolivariana que encabeza este apartado sugiere que no era precisamente la estabilidad de América lo que el Libertador perseguía, y efectivamente, se alcanzó una inestabilidad geopolítica que América jamás había tenido bajo bandera española. Los ridículos y mezquinos conflictos intestinos desencadenados tras la emancipación muestran bien a las claras por qué los pueblos tradicionales preferían autovertebrarse en torno a la figura del Rey, y que los nuevos organismos nacionales surgidos no tenían un sistema inmunitario lo bastante fuerte como para resistir la infiltración del aparato comercial y diplomático de Londres.

    Simón Bolívar, protomártir de todos los movimientos nacionalistas, indigenistas y supuestamente anticoloniales en Hispanoamérica, era un señorito de familia mantuana (aristocracia criolla de Venezuela) que poseía esclavos negros y que consideraba que los indios y mestizos eran incapaces de gobernarse a sí mismos. "Los indios son todos truchimanes, todos ladrones, todos embusteros, todos falsos, sin ningún principio de moral que los guíe", escribió.

    • Durante la mayor parte de su vida, Simón Bolívar fue marioneta del principal capitoste de la Inteligencia británica, el economista, escritor y filósofo utilitarista Jeremy Bentham, una figura fascinante cuyo mayor desarrollo, a pesar de ser una gran tentación, escapa a la intención de este escrito y tendrá que quedar pendiente para otro artículo más específico. Basta decir de momento que Bentham, niño-prodigio, muy viajado por Europa, Rusia y el Imperio Otomano, era el centro de una vasta red de Inteligencia, información, comercio, diplomacia y espionaje que se vengó de Francia y de España por haber apoyado la independencia de EEUU, promoviendo la revolución francesa y la emancipación de las colonias españolas, entre otras cosas. Su época coincide con la creación del Foreign Office y con la toma de control de las actividades externas de Inglaterra por parte de la Compañía Británica de las Indias Orientales, multinacional que actuaba como gobierno británico de facto allá donde estaba implantada.


    Jeremy Bentham (izquierda) y Simón Bolívar (derecha), su instrumento de usar y tirar.

    El caso es que en 1802, a instancias de un diplomático ruso, Bentham conoció a Francisco de Miranda, futuro padre de la independencia novogranadina. En 1810, acompañado de Andrés Bello y López Méndez, Bolívar viaja a Londres a fin de recabar apoyos para el gobierno de la Junta Suprema de Caracas. Allí conoce a Miranda y a James Mill (padre del filósofo John Stuart Mill), quienes lo ponen en contacto con Bentham, que vivía al lado de este último. James Mill era economista, filósofo —de la corriente utilitarista, al igual que Bentham— e intelectual en general, con una sólida preparación. Habiendo trabajado posteriormente para la Compañía Británica de las Indias Orientales, era obvio que poseía lazos privilegiados con el incipiente mundillo de la legendaria Inteligencia británica, a su vez muy engranado con las logias masónicas en el mundo entero.


    Placa vista en Londres. "Bolívar, el liberador de América Latina, se alojó aquí en 1810". Bolívar también conocerá en Inglaterra al anti-esclavista Wilberforce (quien estaba en contacto con figuras del movimiento Sons of Africa, como Olaudah Equiano) y al reformador educativo Joseph Lancaster, cuáquero que llegará a ser influyente en la pedagogía en Caracas. También publicará un artículo en el "Morning Chronicle" (5 de Septiembre) sobre la emancipación de Iberoamérica.

    Cuando la Primera República venezolana fracasó, siendo Miranda derrotado y encarcelado, Bentham parece desligarse de los acontecimientos de Iberoamérica, hasta 1818, cuando conoció a Bernardino de Rivadavia, separatista rioplatense. A raíz de esto, Bentham llegó a publicar "Rid yourselves of Ultramaria" (liberaos de vuestras colonias ultramarinas), un escrito en forma de cartas al pueblo español. Con esto, no hacía sino repetir aquel anterior Emancipate your colonies!, dirigido a la Convención Nacional de Francia en 1793, en una época en la que los agentes de la British East India Company lograron insólitamente que el nuevo Estado francés liquidase su propia Compagnie Française por le Commerce des Indes Orientales, que a diferencia de la británica, estaba más firmemente sujeta al gobierno.


    Bentham animó a los españoles (y a los franceses) a deshacerse de sus fastidiosas colonias ultramarinas… pero nunca les propuso lo mismo a sus compatriotas. El anti imperialismo francés y español no era más que una máscara para el imperialismo británico. España no permitía que los virreinatos comerciasen entre ellos, ni con otras potencias europeas aparte de España, de modo que, en la bañera caribeña, a la periferia de las posesiones españolas, se fue concentrando una gran fuerza comercial multinacional que, acechante y codiciosa, ardía en deseos de hacerse con una porción del comercio colonial español y "abrir los mercados" de Ultramaria. Su consigna-clave: la libertad de comercio. Bentham era el vocero de esta fuerza.

    • Bolívar nunca tuvo problemas a la hora de traicionar a sus propios compañeros de causa. En 1812, tras haber perdido Puerto Cabello ante el avance español, Bolívar huye y se esconde en San Mateo. Desde allí, ordena el secuestro de su compañero y hermano masón, el general Francisco de Miranda, haciéndolo entregar, cargado de cadenas, al general español Monteverde. Los españoles lo mandarán preso a Cádiz, donde morirá. A Bolívar, empero, las fuerzas españolas le expiden un pasaporte español, agradecidas por su "servicio prestado al Rey de España con la entrega de Miranda". En 1816, Bolívar huye de Valencia, amenazada por una reducida fuerza al mando del general realista Morales, dejando en la estacada a todos sus compañeros. Este episodio hará que el general Manuel Piar lo llame "el Napoleón de las retiradas" y lo amenace con hacerle un consejo de guerra por cobardía y deserción, pero al final será Bolívar el que haga fusilar a Piar. El Libertador defraudará de nuevo en 1817, esta vez al general Arismendi, dejándolo a los españoles, y luego al general Freites, en Barcelona, donde muere en la matanza de la Casa Fuerte.

    • El 15 de Junio de 1813, Bolívar publica el Decreto de Guerra a Muerte. Con ello, pretende seguir los ejemplos del Terror parisino (1793-94) y de la independencia de Haití (1804) [24], país donde, en un genocidio nunca recordado por la Historia, los mulatos y negros exterminaron a los franceses étnicos para obtener una independencia de la cual solo han obtenido subdesarrollo y barbarie. En Venezuela, la Guerra a Muerte acabó tomando carices claramente raciales. Bolívar especificó: "Españoles y canarios contad con la muerte, aunque seáis indiferentes, si no obráis por la liberación de América, venezolanos contad con la vida aunque seáis culpables". El político venezolano Antonio Nicolás Briceño ya había declarado insólitamente que

    El fin principal de esta guerra es el de exterminar en Venezuela la raza maldita de los españoles de Europa, sin exceptuar los isleños de Canarias, todos los españoles son excluidos de esta expedición por buenos patriotas que parezcan, puesto que ninguno de ellos debe quedar con vida, no admitiéndose excepción ni motivo alguno.

    Bolívar mismo había declarado, en una verdadera apología de los crímenes de guerra, que:

    Será mérito suficiente para recibir premio o grado en el Ejército, presentar un número de cabezas de españoles europeos o isleños [canarios, puede que también cubanos]: el soldado que presente 20 cabezas será ascendido a alférez, 30 valdrán el grado de teniente; 50 el de capitán.

    El general Santander tampoco se quedó atrás, declarando "me complace matar a todos los godos" y mandando ejecutar a 36 oficiales españoles que habían sido previamente indultados por el mismo Bolívar, así como a un hombre que osó recordarle que esos oficiales estaban indultados. Campo Elías, lugarteniente de Bolívar y nacido en España, diría que "La raza maldita de los españoles debe desaparecer. Después de matarlos a todos, me degollaría yo mismo, para no dejar vestigio de esa raza en Venezuela".

    Más que por fanatismo antiblanco irracional (que fue capitalizado, no profesado, por la cuadrilla bolivariana), los autores de estas demenciales proclamas estaban seguramente movidos por el pragmatismo económico: los españoles europeos, incluyendo canarios, eran el principal rival socioeconómico y político de la élite criolla blanca, a la que pertenecían Briceño, Bolívar, Arismendi y otros.

    El caso es que, al concluir su macabra Campaña Admirable, Bolívar no tuvo problema en declarar que había atravesado nueve ciudades y pueblos "donde todos los europeos y canarios casi sin excepción fueron fusilados". Probablemente no le faltaba razón. Durante los días 13-16 de Febrero de 1814, en Caracas, siguiendo órdenes directas de Bolívar, Juan Bautista Arismendi hizo fusilar a 1.253 prisioneros españoles indefensos —incluyendo los enfermos y heridos de un hospital— en las principales plazas. Para ahorrar municiones, se mataba a puñal y a bayoneta, o aplastando con rocas. Otros 800 prisioneros fueron ejecutados en Valencia. En Santa Marta, Bolívar permitió 48 horas de saqueo a sus tropas, a pesar de que la plaza había capitulado con arreglo a las leyes de la guerra. Si la población blanca de Venezuela ya sufría terriblemente bajo la rabia antiblanca de José Tomás Boves, con esto sus tribulaciones se incrementaban.

    • A Bolívar nunca le interesó la defensa de la soberanía real de las porciones de Iberoamérica que le tocó someter, sino la defensa de los negocios regionales de la clase socioeconómica a la que pertenecía. El "libertador anti-imperialista" llegó a ofrecer al Imperio Británico porciones de Hispanoamérica a cambio de ayuda para su levantamiento. En una carta fechada el 19 de Mayo de 1815 y escrita desde Kingston (Jamaica: colonia británica y nido de piratas, reclusos y traficantes de esclavos) a un hombre de negocios inglés llamado Maxwell Hyslop, Bolívar ofrece vender su propia patria al máximo exponente del imperialismo capitalista-mercantil. Reproducimos una buena parrafada de dicha carta vendepatrias por su efecto demoledor sobre la mitología bolivariana:

    El comercio británico ha perdido en Venezuela siete millones de pesos anuales (…) pero la pérdida incalculable que va a hacer la Gran Bretaña consiste en todo el continente meridional de la América, que, protegida por sus armas y comercio, extraería de su seno, en el corto espacio de sólo diez años, más metales preciosos que los que circulan en el Universo. Los montes de la Nueva Granada son de oro y de plata; un corto número de mineralogistas explotarían más minas que las del Perú y Nueva España. ¡Qué inmensas esperanzas presenta esta pequeña parte del Nuevo Mundo a la industria británica! No hablaré de las otras regiones que sólo esperan la libertad para recibir en su seno a los europeos continentales, y formar de la América en pocos años otra Europa, con lo que la Inglaterra, aumentando su peso en la balanza política, disminuye rápidamente el de sus enemigos, que indirecta e inevitablemente vendrán aquí a hacer refluir sobre la Inglaterra una preponderancia mercantil y un aumento de fuerzas militares capaces de mantener el Coloso que abraza todas las partes del mundo.

    Ventajas tan excesivas pueden ser obtenidas por los más débiles medios: veinte o treinta mil fusiles; un millón de libras esterlinas; quince o veinte buques de guerra; municiones, algunos agentes y los voluntarios militares que quieran seguir las banderas americanas (…). Con estos socorros pone a cubierto el resto de América del Sur y al mismo tiempo se puede entregar al gobierno británico las provincias de Panamá y Nicaragua, para que forme de estos países el cetro del comercio del Universo por medio de la apertura, que rompiendo los diques de uno y otro mar, acerque distancias más remotas y hagan permanente el imperio de Inglaterra sobre el comercio.


    • En una nueva carta dirigida al mismo mercader, el 30 de Octubre de 1815, Bolívar recurre al chabacano método de dar pena para obtener limosnas del inglés:

    Muy señor mío: Obligado de la más absoluta necesidad, me tomo la libertad de molestar la atención de V. confiando en las ofertas generosas que a nombre de V. me han hecho nuestro amigo el difunto general Robertson y Mr. Chamberlaine.

    Ya no tengo un duro; ya he vendido la poca plata que traje. No me lisonjea otra esperanza que la que me inspira el favor de V. Sin él, la desesperación de forzará a terminar mis días de un modo violento, a fin de evitar la cruel humillación de implorar auxilios de hombres más insensibles que su oro mismo. Si V. no me concede la protección que necesito para conservar mi triste vida, estoy resuelto a no solicitar la beneficencia de nadie, pues es preferible la muerte a una existencia tan poco honrosa.

    La generosidad de V. debe ser gratuita, porque me es imposible ofrecer ninguna recompensa, después de haber perdido todo; pero mi gratitud será eterna [25].


    Bolívar parecía pensarse hábil al utilizar a Londres para sus proyectos, cuando al final quedó claro que era Londres quien le había utilizado a él.

    • Bolívar no simpatizaba en absoluto con la causa de los pardos, de los indígenas ni de los esclavos negros. El ejército republicano estaba totalmente controlado por la aristocracia mantuana, racialmente blanca. La única excepción era el general mulato Manuel Piar, descendiente de africanos por parte materna. Piar tenía vínculos con el nuevo régimen antiblanco de Haití y con ciertos círculos de Filadelfia, que le aportaban medios materiales y exigían que Simón Bolívar emancipase a los esclavos negros —no olvidemos que Londres había ilegalizado la esclavitud en 1807 y buscaba imponer su prohibición en otros lugares. La rebelión de esclavos de Barlovento, llevada a cabo contra encomenderos blancos de la cuerda de Bolívar, demostró que el Libertador no tenía la más mínima intención de liberar a los negros. Los mantuanos se alarmaron cuando Piar conquistó Guayana, empezó a reclutar soldados y mandos pardos y conspiró para derrocar a Bolívar en una guerra de castas a imagen de la haitiana. Afanado en abortar una "revolución de negros" que llevaría a Venezuela a una situación como la de Haití, Bolívar arrestó y fusiló a Piar.

    • Buena parte de los méritos de las campañas separatistas de Nueva Granada no le corresponden a Bolívar, sino a las tropas extranjeras que lucharon a su lado contra la Corona española. Luis López Méndez, encargado de reclutar en Londres las "legiones británicas" —compuestas de veteranos ingleses, escoceses, irlandeses y alemanes de las guerras napoleónicas— fue llamado por Bolívar "el verdadero libertador de Colombia" [26]. Esto no le impedirá a López Méndez oponerse a la demencial partición de Perú y conspirar contra Bolívar; y es que todas estas marionetas "libertadoras", convencidas de su misión, en realidad danzaban fielmente al son marcado por el aparato británico de Inteligencia: divide y vencerás.

    • En 1824, Bolívar, en plena sintonía con los procesos de desamortización, enclosures, privatización y reforma agraria que tenían lugar en Europa Occidental, declaró la disolución de las comunidades indias de Perú, la venta de los terrenos de apropiación colectiva y la desaparición de los cacicazgos y de los títulos nobiliarios indígenas. La subasta de tierras, claro está, las colocó en manos de los que más dinero tenían.

    • Bolívar fue un balcanizador nato de Hispanoamérica: en 1825, separó el Alto Perú del resto de Perú. A este nuevo engendro geopolítico se le puso, en un tremendo ejercicio de megalomanía bananera, el nombre de República de Bolívar (actual Bolivia). Tal grado de despotismo hortera no se ha visto ni en África subsahariana ni en Arabia Saudí. Bolívar también cerró el congreso de Perú y desterró, apresó o ejecutó a todos sus opositores, lo cual provocó un levantamiento separatista. Tras hacerse presidente de Gran Colombia, amenazó a Perú con una guerra si no le entregaban ciertas ciudades como pago por la emancipación. Perú se negó y se desencadenó otra guerra, donde Bolívar fue derrotado. En 1830, abrumado por el separatismo, Bolívar querrá invadir Venezuela desde Colombia, pero se sintió intimidado por el ejército del general venezolano Páez (otro agente de balcanización, que terminará sus días en Nueva York) y presentó su dimisión a cambio de retirarse en el extranjero con una cómoda pensión. A su muerte, la Gran Colombia se disolvió, quedando las repúblicas de Venezuela, Nueva Granada (grosso modo las actuales Colombia y Panamá) y Ecuador. Pero la infiltración británica, todavía no satisfecha, seguirá actuando para balcanizar la zona, de tal modo que la República de Nueva Granada perderá Panamá, Ecuador, la Costa de Mosquitos (en la actual Nicaragua) y otros territorios, para convertirse en la Colombia de hoy. Otra vuelta de tuerca en la yugoslavización de la antigua Nueva Granada ocurrió en 2012, con la amputación, a Colombia, de una enorme porción de aguas territoriales y zona económica exclusiva frente a la costa de Nicaragua. Motivo: la construcción del nuevo canal bioceánico por parte de China.

    • En 1828, acuciado por la sequía fiscal y presionado por los terratenientes de Quito y del Cauca, Bolívar no titubeó en restablecer el Tributo de Indios, un impuesto especial cuyo hecho imponible era simplemente ser indio, y que en realidad procedía de tiempos precolombinos. En un principio, el tributo de indios era percibido por los encomenderos, luego revirtió a la Corona. Bolívar estaba básicamente devolviendo esta fuente de ingresos a los criollos, pero también contentaba en cierto modo a los indios, muchos de los cuales pedían su reinstauración porque, a cambio, se les libraba de otras cargas. Tomás de Mosquera, portavoz de la oligarquía del Cauca, consideraba ("Gazeta de Colombia", 23 noviembre 1828) que, desde la abolición del tributo, los indios habían involucionado "a un estado casi salvaje… no han hecho otra cosa que abandonarse a sus placeres brutales". Si bien se instauraron escuelas para indios, éstas debían ser costeadas por los propios indios, ya pesadamente gravados en una especie de sistema neo-encomendero.

    • Hasta Karl Marx describió a Bolívar, en una carta a su colega Engels fechada el 14 de Febrero de 1858, como "el canalla más cobarde, brutal y miserable. Simón Bolívar es el verdadero Souloque" (despótica dinastía "imperial" de Haití, responsable de tercermundizar el país).

    • Bolívar fue elogiado por Mussolini, lo cual, más que decir algo a favor de Bolívar, dice algo en contra de Mussolini.

    • El turbulento idilio entre Bolívar y la red de Inteligencia del británico Bentham tuvo un final. En Marzo de 1828, Bolívar prohibió los tratados de legislación de Bentham, excusándose en que habían causado gran escándalo en la sociedad conservadora de Colombia, especialmente entre el clero. En respuesta, Bentham hizo ascender su plan B, la estrella alternativa de la facción rival, encabezada por el general Santander [27], y en Septiembre de aquel año, un atentado contra la vida de Bolívar lo hizo prohibir la Masonería en Colombia y declararse dictador. En un decreto del 8 de Noviembre de 1828, declara que

    Habiendo acreditado la experiencia, tanto en Colombia como en otras naciones, que las sociedades secretas sirven especialmente para preparar los trastornos públicos turbando la tranquilidad pública y el orden establecido; que ocultando ellas todas sus operaciones con el velo del misterio, hacen presumir fundadamente que no son buenas, ni útiles a la sociedad.

    No faltaron contemporáneos suyos que le llamaron dictador y tirano por ello. Se diría que Bolívar, para entonces, ya se había dado cuenta de que la Masonería y las "fraternidades" consistían principalmente en una mayoría de tontos útiles, al servicio de una minoría de manipuladores profesionales y diplomáticos altamente experimentados. En Julio de 1830, Santander hará una visita a Londres y visitará a Bentham. Cinco años después, logrará restituir la Masonería y la enseñanza de los tratados benthamistas en Colombia.

    • En sus últimos días, Bolívar evidencia un cambio radical y una gran amargura en una carta enviada al general ecuatoriano Juan José Flores. El Libertador menciona que "los pueblos son como los niños que luego tiran aquello por que habían llorado (…) Mañana se matan unos a otros, se dividen y se dejan caer en manos de los más fuertes o más feroces". También reconoce que había "arado en el mar" y "sembrado en el viento". Sin embargo, sus líneas más reveladoras son las que siguen.

    V. sabe que yo he mandado 20 años y de ellos no he sacado más que pocos resultados ciertos. 1º. La América es ingobernable para nosotros. 2º. El que sirve una revolución ara en el mar. 3º. La única cosa que se puede hacer en América es emigrar. 4º. Este país caerá infaliblemente en manos de la multitud desenfrenada, para después pasar a tiranuelos casi imperceptibles, de todos los colores y razas. 5º. Devorados por todos los crímenes y extinguidos por la ferocidad, los europeos no se dignarán conquistarnos. 6º. Si fuera posible que una parte del mundo volviera al caos primitivo, este sería el último periodo de la América. La primera revolución francesa hizo degollar las Antillas y la segunda causará el mismo efecto en este vasto Continente.

    Simón Bolívar realmente deseaba una Hispanoamérica unida, dejándolo claro en el Congreso de Panamá de 1826, donde abogó por crear el Estado más grande del mundo, estrechar relaciones comerciales en todas las direcciones y hacer un homenaje a la figura de Cristóbal Colón. Obviamente, esto ya dejaba de interesar a Londres. Demasiado tarde debió darse cuenta Bolívar de que España era la única que podía mantener en pie aquel enorme y complejo edificio, y que una vez exterminados vastos estratos sociales de sangre española, y desterrada la misma presencia política de Madrid, aquella Babilonia se tambaleaba. El rosario de revueltas, guerras civiles increíblemente sanguinarias, inversiones británicas, balcanizaciones, dictadores bananeros y tiranos militaristas (muchos de ellos graduados en la US Army School of the Americas) certificará el mismo punto de vista del Libertador [28].

    Si bien nos hemos concentrado en la figura de Simón Bolívar por el relieve desproporcionado que se le ha concedido desde el ámbito izquierdista-indigenista, podríamos desmenuzar también a San Martín (masón, anglófilo, adicto al opio y a las órdenes de Lord Duff), a Manuel Belgrano (vendido al imperialismo británico), a Bernardino Rivadavia (masón, antibrasileño, marioneta de la banca londinense Baring Brothers & Co., amigo de Bentham y traductor de sus obras al español), Antonio José de Sucre (masón y carnicero de Bolivia), el almirante Lord Cochrane (masón escocés, expulsado de la Armada británica, procesado en 1814 por fraude en la bolsa de valores y partícipe también de las independencias de Chile, Perú y Grecia), Bernardo O'Higgins (masón de origen irlandés, fundador de varias logias, vendido al imperialismo británico y estadounidense) o José Gervasio Artigas (vendido al comerciante y financiero escocés John Parish Robertson, sus tropas consistían en indios reclutados de las reducciones jesuíticas).


    En otro artículo ya hemos visto el interés estratégico que los británicos tenían en el Cono Sur y en la Cuenca del Plata. El caso de los ferrocarriles en Sudamérica es digno de estudio: los británicos se encargaron siempre de financiar vías férreas que transcurrían desde las fuentes de materias primas al puerto de turno, en este caso Buenos Aires. Del mismo modo, evitaban que los ferrocarriles interconectasen zonas interiores y centros de producción entre ellos para evitar la consolidación de un mercado interno autárquico y orientar toda la productividad a la exportación portuaria, convirtiendo a los puertos en vampiros comerciales donde aguardaban los barcos británicos para drenar las riquezas continentales. Se trata de lo que Eduardo Galeano denominó "dictadura del puerto único". En la segunda mitad del Siglo XIX, interesará a Londres crear una vasta y avanzadísima red ferroviaria en Argentina para importar las riquezas de las Pampas —especialmente carne, cuero, sebo, lana y trigo. Los británicos querían evitar a toda costa que Argentina comerciase con las vecinas Uruguay, Paraguay, Brasil y Chile formando un espacio económico propio, de modo que hizo todo lo posible para que la red ferroviaria conectase a Argentina con el mar, no con otras tierras. El papel de estados-tapones de Uruguay y Paraguay es patente a la hora de separar Argentina del próspero sur de Brasil. El ferrocarril argentino será apropiado por la Western Railway de Londres mediante diversas maniobras endeudantes, especulatorias y de engaño empresarial al gobierno argentino, fuertemente masonizado y jesuitizado. Para 1897, solo 2.000 de los 14.119 km ferroviarios de Argentina pertenecían al Estado argentino. En 1917, el Imperio Británico recibía el 38% de las exportaciones argentinas y Estados Unidos un 29%. Por ello, quizás al "Libertador" San Martín habría que rebautizarlo como "Anglificador" [29].
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    Bolibananismo moderno, o los hijos de Bentham —conozca usted el rostro de la política bolivariana

    En el imaginario popular, Venezuela se presenta como una "alternativa" al poder de EEUU en Iberoamérica. Un vistazo con lupa nos alejará rápidamente de esa idea.

    • Venezuela no tiene ningún tipo de conflicto con el Fondo Monetario Internacional. Paga religiosamente sus deudas y mantiene excelentes relaciones con corporaciones transnacionales como la petrolera estadounidense Chevron-Texaco.

    • Las demagogias antiyanquis del régimen bolivariano han tenido más bien poco efecto en las relaciones económicas Washington-Caracas. La isla de Grenada, bajo tutela de Washington, sigue siendo para Venezuela lo que Guantánamo es para Cuba, Hong Kong para China, las Malvinas para Argentina o Gibraltar para España. Gracias a Hugo Chávez, Washington consiguió el petróleo venezolano más barato de toda su historia. En 2006 el comercio bilateral EEUU-Venezuela subió la friolera de un 36%. Venezuela es el 11º socio comercial de EEUU y EEUU es el mayor socio comercial de Venezuela. "Las relaciones de Venezuela con las empresas estadounidenses son extraordinarias", aseguró un antiguo embajador de Venezuela en Washington. Y tenía toda la razón. EEUU es el destino número uno del petróleo venezolano (sin contar que muchos países caribeños receptores de petróleo venezolano, como Curaçao, son en realidad meras estaciones intermedias en el tránsito petrolero hacia los puertos estadounidenses) y Venezuela es el tercer exportador de petróleo para Washington, por lo que, si EEUU realmente quisiese, se hundiría la economía venezolana. Ésta es la realidad, por mucho que los políticos bolivarianos, con el difunto Chávez a la cabeza, hayan descalificado a Estados Unidos en infinidad de ocasiones. Por su parte, el ex-embajador estadounidense en Caracas consideraba que "Hay que juzgar a Chávez por sus acciones y no por sus palabras".


    Las "otras amistades" del difunto Hugo Chávez. Izquierda, encuentro con el ex presidente George Bush padre en Houston, el 11 de Junio de 1999. Derecha, encuentro con la reina de Inglaterra, el 24 de Octubre de 2011.

    • Varios Estados miembros de ALBA son, a la vez, pertenecientes a la Commonwealth británica: Antigua y Barbuda, San Cristóbal y Nieves, Santa Lucía, y San Vicente y las Granadinas. Algunos de ellos, como San Cristóbal y Santa Lucía, tienen como primer socio comercial a EEUU. Esas islas, así como Guayana Esequiba (parte de la Guyana Británica supuestamente reivindicada por Venezuela), son, en la práctica, zonas francas donde EEUU y Reino Unido realizan sus trapicheos con Venezuela y donde los agentes atlantistas se mueven con total libertad. Naturalmente, las "zonas francas" están montadas para que sean los millonarios y ricos los que se beneficien del Caribe, no el pueblo estadounidense.

    • La era chavista y madurista ha supuesto un crecimiento monstruoso y desproporcionado del poder de la Alta Finanza en Venezuela. Esto hemos podido verlo en el auge del financiero Grupo Banesco y su protagonismo en España con la compra de los activos correspondientes a la antigua Caixa Galicia. El presidente de Grupo Banesco, Juan Carlos Escocet, es un venezolano nacido en Madrid y educado en Miami, que colabora con diversas fundaciones y ONGs sin ánimo de lucro —entre ellas, la FundaMusical Simón Bolívar.


    En Caracas, a orillas del río Guaire y al lado de la autopista Francisco Fajardo, la Universidad Central de Venezuela, el estadio olímpico y el Jardín Botánico, se encuentra Ciudad Banesco, un complejo financiero inaugurado en 2004 en plena era Chávez, y que pasa por ser la mayor sede bancaria de toda Iberoamérica. No está nada mal para un régimen político supuestamente socialista y anticapitalista.

    • Este crecimiento de las altas élites ha corrido parejo al hundimiento del resto de la sociedad, de tal modo que se han extendido los barrios degradados, el tercermundismo y la delincuencia en general. El 54% de la población de Caracas vive en barrios precarios, conocidos allí como ranchos. Es necesario hacer cola durante horas para acceder a bienes como la harina, la leche, el papel higiénico o los medicamentos básicos (los funcionarios gubernamentales pueden saltarse las colas). Buscar desperdicios entre la basura es una ocurrencia cada vez menos rara.


    De nuevo en Caracas, la autopista Francisco Fajardo separa dos mundos (ver aquí otra vista del mismo lugar). El mundo de la izquierda contiene los sectores de la Urbina y el Márquez, se trata de zonas de clase media y receptáculos de inmigración española, portuguesa e italiana. A la derecha se encuentra una de las mayores favelas de Iberoamérica, Petare, con una población de casi medio millón de almas y cerca de 11 mil habitantes por km cuadrado. Esta favela ya era incipiente en los años 30 del siglo pasado, pero empezó a tomar su forma actual a partir de los años 60, inflada por un flujo migratorio de campesinos pobres y sin tierras, procedentes del interior de Venezuela. A pesar de ello, el ambiente de convivencia era bueno, y la delincuencia en esta barriada pobre era relativamente baja hasta que, a partir de los años 80, entró en escena la inmigración más conflictiva, procedente de Colombia y las islas caribeñas. Junto con el auge del narcotráfico en esta época, la favela se convirtió en un centro criminal de primer orden. Actualmente, el habitante promedio de esta barriada tiene una proporción de sangre subsahariana de más del 70%. De modo que tenemos a la izquierda una isla de piel clara de baja natalidad, y a la derecha un mar de piel oscura de alta natalidad. Para imponer el orden en estos entornos urbanos dejados de la mano del Estado, el régimen echa mano de milicias de delincuentes armados, algo reminiscente de la II República española. La gran ausente en esta instantánea, claro está, es la élite de clase alta. Atrincherada en urbanizaciones de lujo, se encuentra completamente protegida de los conflictos étnicos venideros, que eliminarán a la clase media venezolana como siniestra premonición de lo que le espera al resto de Occidente: la haitización y la bananización.

    • La favelización de la sociedad venezolana corre paralela al aumento desmesurado del crimen. En los 16 años de bolivarianismo en Venezuela, ha habido el doble de homicidios que represaliados en las cuatro décadas del franquismo en España. Los homicidios se han multiplicado por 3 y los delitos en general, por 5 —y subiendo—, de tal modo que Venezuela ha adelantado a Colombia. Los niveles de corrupción son de los más altos del mundo. El régimen mismo, a nivel de calle, se apoya a menudo en delincuentes comunes, a los que se arma para imponer la autoridad del gobierno allá donde los cuerpos militares y policiales regulares no llegan. Cada año, 1400 mujeres son asesinadas, en comparación con las cerca de 100 asesinadas anuales en España (país más poblado que Venezuela), de tal modo que Venezuela tiene una tasa de violencia contra las mujeres casi 25 veces superior a la española. Sólo en el año 2013, hubo en Venezuela casi 25 mil muertes violentas (muy por encima de las "sólo" mil de 1976). Esta cifra, por sí misma, puede que no nos diga mucho, pero las comparaciones nos harán ver rápidamente la magnitud del problema: se trata de una tasa de homicidios diez veces superior a la estadounidense, anualmente mueren violentamente más venezolanos que todos los españoles asesinados por el grupo terrorista ETA en toda su historia. Cada año en Venezuela causa más muertes que la Guerra Hispano-Estadounidense de 1898, la guerra civil irlandesa de los años 20, la insurgencia Mau Mau en Kenia, la "guerra sucia" en Argentina, la Guerra de las Malvinas, la Guerra del Líbano de 1982, la dictadura de Pinochet, la guerra de los Balcanes en Croacia o diez años de "genocidio palestino". Seis años de régimen bolivariano suponen más muertes de las que hubo en la Guerra de los Cien Años. Asimismo, el sistema penitenciario venezolano pone los pelos de punta por estar hacinado y totalmente fuera de control. Estos hechos, que constituyen rasgos de Estado fallido, no impiden que la izquierda española progre y decadente —teóricamente obsesionada con los derechos humanos— se alinee con el régimen bolivariano, sin que el feminismo institucional europeo eleve tampoco la más mínima protesta.

    • El régimen bolivariano no ha redundado en una verdadera regeneración social ni en mayor gravedad en las relaciones humanas. La superficialidad está por las nubes y, a pesar de los niveles de pobreza, los implantes de silicona en senos y las ortodoncias dentales están más demandados que nunca.

    • El 12 de Octubre, considerado Día de la Hispanidad, fue rebautizado en 2002 como "Día de la Resistencia Indígena". Esto se complementó con el derribo de monumentos, incluyendo la estatua de Colón en Caracas, y con cambios en varios escudos municipales para adaptarse mejor a la mitología indigenista. El cerro más emblemático de Caracas, el Cerro de Ávila, estuvo a punto de ser cambiado varias veces por el nombre que le dieron los indios caribes. Todo esto a pesar de que varias poblaciones venezolanas (como Chacao o Chacaito) tienen nombres indígenas, homenaje a los caciques derrotados por los españoles. Esta obsesión por el borrado de memoria es reminiscente de India, donde las autoridades cambiaron varios nombres de ciudades para "descolonizarlos" (Bombay por Mumbai, Calcutta por Kolkata, Madras por Chennai, etc.). Para ser consecuente con sus ideas, Chávez hubiera tenido que desmantelar las ciudades, universidades, iglesias, infraestructuras, etc., construidas por los españoles o por descendientes de españoles étnicos, y también hubiera debido renunciar a su mismísimo apellido y su lengua materna.


    Las acciones totalitarias del bolivarianismo indigenista en su esfuerzo por erradicar la memoria histórica, coinciden plenamente con los de sus equivalentes eurasiáticos —los fundamentalistas islamistas—, también destructores de todo patrimonio artístico que no concuerde con su sectaria visión del mundo. En la imagen, la estatua de Cristóbal Colón es derribada en Caracas por jóvenes bolivarianos, en 2008. Estos fanáticos ignoraban que su ídolo, Simón Bolívar, en el Congreso de Panamá de 1826, propuso homenajear a Cristóbal Colón, "creador de nuestro hemisferio". Curiosamente, todos los derribos de estatuas de conquistadores (que son los antepasados de los iberoamericanos actuales tanto como los indígenas o más) suelen venir seguidos de oleadas de haitización social.

    • En su programa de televisión "Aló Presidente", el 27 de Abril de 2008, Chávez declaró que África es más "madre patria" que España, tratando a todos los venezolanos como descendientes de esclavos negros.

    • La Venezuela bolivariana ha entrenado terroristas de la antiespañola ETA y les ha prestado cobijo.

    • Distorsión de la figura histórica de Simón Bolívar con fines de manipulación política y social, tal y como hemos visto antes.

    • El politólogo Lyndon LaRouche considera que Hugo Chávez llegó al poder originalmente gracias a maniobras subrepticias de la embajada británica en Caracas y a una gira en Reino Unido inmediatamente antes de asumir el cargo. La operación británica consistía en usar a Chávez como catalizador para desatar el jacobinismo y el romanticismo radical por todo el continente, como presunto heredero de Fidel Castro. En este sentido, Chávez seguía los pasos de su alter-ego Simón Bolívar, quien fue él mismo un piñón en la maquinaria de Inteligencia de Jeremy Bentham, el spymaster británico. Chávez no fue el único bolivariano entrenado y adoctrinado en la Cuba castrista en los años 80: también Evo Morales y Nicolás Maduro lo fueron.

    • En 2006, Chávez visitó Londres para encontrarse con el "amigo y camarada" Ken Livingstone, alcalde de la ciudad. El verdadero motivo: un acuerdo petrolero que se firmaría al año siguiente, en virtud del cual Venezuela proporcionaría petróleo a Londres para que se pudiesen rebajar los precios del transporte público para todos aquellos que viven de los benefits (traducción: población tercermundista inmigrante o descendiente de inmigrantes). Algo similar hizo Chávez en Nueva York y Boston. De nuevo, el bolivarianismo y las élites capitalistas de Occidente coinciden en su deseo de mayor tercermundización y sostenibilidad de la pobreza. El conservador británico Richard Barnes notó agudamente que todos esos recursos estarían mejor invertidos ayudando a los pobres de la misma Venezuela.


    Arriba: encuentro con el Papa Benedicto XVI el 11 de Mayo de 2006.
    Abajo: con el alcalde de Londres Ken Livingstone, el mismo mes


    • Tanto el golpe de Estado de 2002 como los disturbios de 2014 fueron inquietantemente reminiscentes de la operación de Bahía de Cochinos (Cuba), también organizada por la CIA. Con estas acciones, se llevó a cabo una purga de opositores al régimen, se reducía el peso de la clase media venezolana y se daba otra vuelta de tuerca a la limpieza étnica antiblanca. Las zonas más duramente castigadas por el gobierno en las protestas de 2014 coincidían con aquellas zonas donde más implantada está la raza blanca: Chacao y Táchira. Hasta en la pacífica Colonia Tovar, donde predominan los alemanes y holandeses étnicos, hubo represión gubernamental jacobina y odio contra el "sifrino". El gobierno bolivariano de Venezuela ha tenido rasgos de limpieza étnica al provocar un éxodo de blancos de origen español, portugués o italiano.

    • El bolivarianismo, también conocido como bolibananismo, ha perdido toda credibilidad anticapitalista al vender las deudas debidas por Jamaica y República Dominicana, encuadradas en el contexto Petrocaribe, al banco Goldman Sachs —uno de los pulpos financieros más voraces del mundo. Caracas tampoco ha hecho ascos a otras turbias maniobras financieras especulativas.

    • Por mucho que se intente sintetizar marxismo con indigenismo, ambas corrientes son contradictorias. En 1848, Marx apoyó a EEUU en su anexión de territorios mexicanos, por considerar que EEUU representaba el "progreso". Engels era partidario de exterminar a los indígenas, considerados por él como "pueblos reaccionarios", igual que los vascos, los serbios, los bretones y los escoceses.

    • La Venezuela bolivariana ha apoyado a las FARC, un grupo organizado con la anuencia de EEUU en los años 60 para desestabilizar la región, frustrar las conexiones Colombia-Venezuela, establecer bases militares en Colombia y controlar el narcotráfico. Gracias a las FARC, la frontera Colombia-Venezuela corre el riesgo de convertirse en otra Afganistán-Pakistán, Siria-Iraq o México-Guatemala. Las FARC son además uno de los principales cárteles de la cocaína del mundo. Siguiendo las directrices de la Organización Mundial de la Salud, Chávez, junto con el presidente de Bolivia, Evo Morales, era partidario de legalizar la hoja de coca en el resto del mundo (aunque no en Venezuela). Debido a su alianza estratégica con las FARC, el gobierno bolivariano ha sido crucial en las negociaciones con la narcoguerrilla, que manejaron la idea de una legalización global de las drogas. Es difícil no ver en esto la larga mano de la Fundación Beckley.


    La Beckley Foundation (Oxford, Reino Unido) tiene notorios lazos con el MI5 británico, el gobierno guatemalteco, la presidencia colombiana y, a juzgar por su logo, probablemente también con la francmasonería de rito escocés. Algunos de sus miembros fueron instrumentales en el descubrimiento y posterior popularización, por parte del agente Ronald H. Stark, del LSD en la época de la "contracultura", el Tavistock Institute y los experimentos psicosociológicos de las agencias de Inteligencia de EEUU y Reino Unido.

    • Sin que sorprenda, el gobierno británico considera que las oportunidades de negocio en Venezuela son excelentes, aunque se sobreentiende que, como de costumbre, estas oportunidades son para las grandes multinacionales y emporios financieros, capaces de gestionar cabildeos y firmar acuerdos con gobiernos, no para el británico común. No hay que olvidar que la Commonwealth británica comparte frontera tanto terrestre como marítima con Venezuela, ya que tiene posesiones en las inmediaciones del país: Trinidad y Tobago, Grenada y Guyana (parte de la cual es reivindicada por Venezuela). No es de extrañar que gran cantidad de dinero negro y transacciones turbias fluyan en este entorno desfiscalizado, ambiguo y desregulado.

    • Chávez contrajo matrimonio con una venezolana blanca, Marisabel Rodríguez. En eso quedó toda su dialéctica indigenista y afrocéntrica.

    • Chávez juzgaba que "ser rico es malo, es inhumano", pero su fortuna llegaba a los 2 mil millones de dólares e incluía joyas, vastas fincas, colecciones de automóviles, etc. Una fortuna indecente, propia de un jeque de una petromonarquía árabe vendida a Occidente.

    • Chávez renunció totalmente a la herramienta de soberanía nacional por excelencia: la energía nuclear. Los Estados más influyentes del mundo le conceden gran importancia al núcleo por el efecto autarquizante que tiene sobre la política energética. Argentina, Brasil y en menor medida Chile, ya se encuentran en proceso de implantar la energía nuclear. El 15 de Marzo de 2011, Chávez declaró que la energía nuclear es "algo extremadamente riesgoso y peligroso para todo el mundo" y canceló un acuerdo que tenía con Rusia para construir la primera planta nuclear de Venezuela. En esto, curiosamente, estaba de acuerdo con el presidente de Colombia y antiguo alumno de la London School of Economics, Juan Manuel Santos.

    • Holanda también mantiene sus negocios turbios con Venezuela a cuento de fronteras marítimas compartidas mediante islas como Aruba, Bonaire y Curaçao. Ámsterdam se encuentra a la espera de que el tratado de la UE con MERCOSUR inaugure una nueva era para las empresas holandesas en la región. Holanda importa gran cantidad de petróleo venezolano y mantiene una importante refinería en Curaçao. De nuevo, el mismo gobierno holandés admite la importancia de las relaciones con Caracas.


    Vestigios de la piratería holandesa en el Caribe. Gracias a las Antillas Neerlandesas, Holanda mantiene abierta su ruta marítima, estrangulando el espacio marítimo venezolano. Junto con Surinam, Holanda puede mantener un pie en Sudamérica e intervenir en el comercio regional.

    Algo parecido podríamos decir del caso cubano. Cuando el gobierno de Fulgencio Batista dejó de interesar a EEUU, el embajador estadounidense Earl T. Smith le comunicó al cubano que Washington "consideraba su gobierno terminado", al tiempo que decretaba un embargo de armas sobre la isla. Esto facilitó el ascenso de Fidel Castro, entrenado en un rancho en México y ahijado del rockefelleriano Council on Foreign Relations, que fue ayudado por círculos masónicos en Tuxpán (México) para zarpar hacia Cuba en 1956. El periodista estadounidense Herbert L. Matthews, que ya había edulcorado la revolución maoísta en China, pintó a los castristas cubanos como reformistas agrarios en busca de justicia social. Tras la toma de poder en 1959, Batista se exilió en España y el castrismo tuvo un efecto de limpieza étnica en Cuba, con las clases acomodadas y medias huyendo en masa a Miami y otras ciudades estadounidenses. Kennedy, que describirá el mandato de Batista como "una de las dictaduras más sanguinarias y represivas en la larga historia de la represión latinoamericana", permitirá que la CIA organice, en 1961, una fuerza de patriotas cubanos para retomar su isla y derribar al comunismo. Completamente abandonada por Washington, que les negará apoyo aéreo en el momento clave, esta legión será masacrada por las fuerzas castristas. A toro pasado, es fácil ver que con esta traición descarada, la CIA ponía en bandeja a Castro a sus opositores y, de paso se quitaba del medio a la inquieta presencia de patriotas cubanos excesivamente militantes. En adelante, Cuba le hará el trabajo sucio a la globalización en el resto de Iberoamérica, así como en Argelia, Angola (el Vietnam de Cuba) y otros lugares. EEUU decretará un nuevo bloqueo naval contra Cuba, gracias al cual todo el comercio caribeño será monopolizado por Washington y sus paraísos fiscales.


    Visto en el tebeo "Furia". Bahía de Cochinos, 1961. Traicionados por la CIA y privados de apoyo aéreo, la fuerza voluntaria de cubanos patriotas es masacrada por el gobierno castrista. Muchos de estos hombres, buena parte de origen gallego y asturiano, eran terratenientes, rentistas y empresarios en la Cuba precomunista. Si ya al principio del Siglo XX los gallegos y asturianos eran poblaciones altamente organizadas en la sociedad cubana, siguieron siéndolo en Miami. Esta fuerza voluntaria no sólo contaba con ex policías y ex militares de Batista, sino también con dueños de un total de 370 mil hectáreas de terreno cubano, 10 mil inmuebles, 70 fábricas, 10 azucareras, 3 bancos, 5 minas y 12 cabarets. Como los nobles de la Edad Media, eran hombres de grandes privilegios, pero a cambio, eran también los primeros en dar la cara arriesgándolo todo contra el enemigo con las armas en la mano. Con esta masacre, tanto Washington como La Habana se quitaban de en medio a un molesto protagonista regional.



    Las amistades peligrosas de Fidel Castro con el Consejo de Relaciones Exteriores de John D. Rockefeller. Si alguien se preguntaba qué clase de intrigas han podido sostener y viabilizar, durante cinco décadas, a un Estado comunista supuestamente hostil en el bajo vientre de la principal superpotencia mundial, ésta es una buena respuesta.

    Con todo, se equivocan quienes pretenden ver en Cuba una referencia hispanófoba o progre. Ni las referencias del Che Guevara a los negros y los "invertidos" pueden considerarse políticamente correctas, ni las visitas del Che Guevara a Madrid pueden considerarse hispanófobas, ni la España franquista fue precisamente enemiga de Cuba. De hecho, Madrid fue de los pocos Estados que rompió el bloqueo comercial decretado por Washington y Fidel Castro, amigo personal del político franquista Manuel Fraga, decretó luto oficial a la muerte de Franco en 1975.

    Si el antiamericanismo de regímenes como Caracas o La Habana es pura pantomima y estrategia de la tensión, solo cabe pensar que ambos son meros pretextos de la globalización para militarizar el Mare de Washington, ponerlo patas arriba, polarizar Iberoamérica, envenenar las relaciones, provocar incendios en todo el continente para poder presentar al Pentágono como bombero, y canalizar los flujos migratorios necesarios para globalizar los mismísimos Estados Unidos. Durante décadas, Cuba ha sido la Corea del Norte del Caribe, destinada, como Corea del Norte, a justificar la militarización naval, la balcanización, la presencia de bases militares y la frustración de ciertas rutas comerciales.


    Los vientos y corrientes marinas atlánticas siguen conduciendo hacia el Caribe, y los nidos de piratas antiespañoles de antaño [30] se han transformado en paraísos fiscales o estados fallidos de hogaño. La increíble balcanización marítima del Caribe y el Golfo de México, sin parangón en los Siete Mares, no es casual, sirve a un fin claro: que no exista una potencia marítima hegemónica capaz de bloquearle el acceso atlántico o panameño a la vasta cuenca estadounidense del Mississippi. Un vistazo a las Zonas Económicas Exclusivas nos ofrece un infernal mosaico de paraísos fiscales, colonias británicas, francesas y holandesas, bases militares estadounidenses (Guantánamo, Haití), espacios ambiguos (isla de Navassa) y regímenes de opereta como Cuba o Venezuela (el extremo opuesto al paraíso fiscal), que configuran un sistema de cerrojos para cerrar el Mediterráneo Americano a cal y canto, convirtiéndolo de facto en un lago interior estadounidense. Hace siglos, el propósito de la barrera insular era aislar a Madrid de los virreinatos de Nueva España y Nueva Granada y atacar dichas posesiones. Evidenciaba una estrategia fuertemente marítima, propia de potencias que no se desenvuelven bien en tierra firme. El canal de Panamá y el proyectado en Nicaragua proporcionan las válvulas de escape de esta inmensa y peligrosísima olla a presión. Tras mirar este mapa cuesta mucho no llegar a la conclusión de que la influencia hispana es un auténtica amenaza para EEUU en este teatro de operaciones, motivo por el que EEUU ha creado su propia marca de cultura iberoamericana, a base de música "latina", política "bolivarianista", indigenismo y spanglish puertorriqueño.

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    Contra el victimismo hispanófobo y leyendanegrista

    Una máxima lógica reza que deben transcurrir al menos 80 años para que un acontecimiento histórico pueda estudiarse con un mínimo de objetividad y sin pasiones subjetivas de por medio. Ocurre sin embargo que ciertos acontecimientos históricos involucran intereses tan complejos e importantes que no conviene a dichos intereses que alguien deshaga el nudo. En este sentido, la historiografía indigenista pseudobolivariana ha puesto su grano de arena para evitar a toda cosa, que el hispanoamericano moderno sea capaz algún día de estudiar su propia historia con el mismo desapasionamiento con el que un español estudiaría las invasiones celtas de Iberia, la conquista de Hispania por los romanos o la ocupación napoleónica. Contra la historiografía de la mentira, el victimismo, el llanto y el resentimiento, no cabe más que oponer la realidad fría y descarnada.

    Los españoles nos robaron el oro, por eso Hispanoamérica es pobre. La riqueza de las naciones no es el oro, sino, como reconocía Adam Smith, el trabajo. El esfuerzo. Lo demuestra el hecho de que, cuando el oro y la plata saturaron el circuito monetario europeo, se produjo una enorme inflación y la consiguiente devaluación monetaria, porque había aumentado la cantidad de dinero, pero no la cantidad de riqueza real. En cualquier caso, puesto que el oro español fue robado por los romanos primero y por los soviéticos después, aquellos bolivarianos y/o indigenistas resentidos harían bien en pedir oro al Vaticano y a los gobiernos italiano y ruso. O a los mismos descendientes de los incas, ya que la aristocracia incaica expolió completamente los metales de las zonas de las tribus dominadas, en minas como Ccolque Porco y Andaccaba (Bolivia). Y ya que, en virtud del comercio mundial, la plata acabó fluyendo hacia donde realmente estaba la riqueza (Italia, Flandes, el Imperio Otomano, Persia, India y China), los bolivarianos estarían bien aconsejados de pedirles la plata a los Estados herederos. También sería buena idea reclamar plata a los británicos, chilenos y a los mismos bolivianos, a cuento de las explotaciones argentíferas que la Compañía Minera de Huanchaca de Bolivia, levantada con capitales de estos países, mantuvo en las minas de Pulacayo y Oruro a finales del Siglo XIX.

    En lo que se refiere a la plata, la cantidad extraída de América desde la conquista española hasta la emancipación, fue de 80 mil toneladas, que recorrían el largo camino desde minas como Potosí [31] y Oruro (Bolivia), Zacatecas, Guanajuato y San Luís de Potosí (México) y Cerro de Yauricocha (Perú) hasta los mercados europeos. Ocurre que la producción argentífera de México fue de 2,7 mil toneladas en el 2002. Es decir, en un solo año, México produce más plata que todo el continente americano en una década en tiempos del Imperio.

    En cuanto al oro, en 2007, Perú tuvo una extracción industrial de 170 toneladas, es decir, más que las 154 toneladas extraídas por España en todo el Siglo XVI. En dos o tres años, Perú extrae oro de sobra como para superar el hueco dejado por la explotación española. La producción aurífera anual de México equivale a toda la plata que España extrajo durante la época del Imperio. Entre 1503 y 1660 llegaron a Sevilla 185 toneladas de oro y 16 mil toneladas de plata.

    A esto añadamos que por ejemplo, de los impuestos sobre la extracción de los metales, se daba a España sólo el 20% (el Quinto Real) y que, de las riquezas novohispanas, llegaban a Cádiz un 30% teórico, en la práctica menos (a menudo hasta la mitad de la plata que llegaba en los barcos se quedaba sin registrar). El resto se dilapidaba en contrabandos irregulares (a China o Filipinas) o se quedaba en Nueva España, que en la época era una potencia económica de entidad internacional, con una fortaleza monetaria tan irresistible que su moneda, el Real de a Ocho, era la principal divisa comercial del mundo y circulaba desde Vietnam, China y Japón hasta las naciones bálticas, Rusia, el Imperio Otomano y Persia.

    Donde sí se le puede recriminar a los conquistadores su conducta metalífera es en el saqueo de joyas y ornamentos de oro y plata y su fundición para producir lingotes, bárbara destrucción de un patrimonio artístico de un valor que estaba muy por encima del precio del metal en sí; pero por desgracia la codicia y el saqueo de las riquezas minerales de la Tierra están completamente a la orden del día en la Historia.

    El caso es que la aplicación del principio demagógico de "devolvednos lo que os dimos", pero en sentido inverso, nos aterrizaría en la posibilidad de que los indigenistas tuviesen que devolvernos las catedrales, iglesias, universidades y cultura que trajeron y levantaron los españoles. También tendrían que renunciar a su idioma, nombres y apellidos, generalmente europeos, y volver a adoptar el modus vivendi que tenían en época precolombina. Además de devolvernos los caballos, los cerdos, las vacas y los toros, las ovejas, los plátanos, la caña de azúcar, varias frutas cítricas, el trigo y otros cereales…

    La conquista española triunfó gracias a las nuevas enfermedades que traían los europeos, para las cuales los indios no estaban adaptados. También los españoles tuvieron que vérselas con enfermedades tropicales desconocidas por ellos y para las cuales no tenían anticuerpos. Las muertes por fiebres tropicales abundaron más que escasearon.

    Los españoles fueron brutales en su conquista de América. Los españoles no fueron más brutales con los indios de lo que los indios lo eran entre ellos mismos en sus conflictos internos. Lo que los españoles hicieron con los aztecas no fue más duro que lo que los aztecas habían hecho con los tlaxcaltecas o los incas con los cañaris —del mismo modo que, en el Norte, lo que hicieron los Rangers de Texas con los comanche no fue tan duro como lo que los comanche ya habían hecho con los apache, los tonkawa y los mismos colonos europeos. Todos los protagonistas fueron brutales porque vivieron una época brutal, que no puede juzgarse cómodamente a través del prisma rosa del Siglo XXI. Dicho sea de paso, aquel era un tiempo donde no era brutal quien quería, sino quien podía.

    Es cierto que en aquella época, las posibilidades de control social eran mucho menores que las de ahora, por lo que, a pesar de la promulgación de leyes protegiendo a los indios, se cometieron abusos. No obstante, no tenemos noticias de que los españoles capturasen a cientos de miles de indios para llevarlos a lo alto de una pirámide donde les sacaban el corazón, los despeñaban por las escaleras y luego se los comían, como hacía la aristocracia azteca. Tampoco tenemos noticias de que los españoles enterrasen vivas sistemáticamente a todas las primogénitas recién nacidas, como hacen ciertas tribus del Amazonas. Y la situación del encomendado indio no era mucho más dura que la del campesino europeo feudal, ni era mucho más déspota el español para con sus siervos indios que lo que lo habían sido las realezas inca o azteca.

    Aquella imagen de los conquistadores internándose en la selva para llevar a cabo un genocidio de indios, debe ser desterrada. Incluso campañas posteriores a la emancipación, como la argentina conquista del desierto, deben ser puestas bajo la lupa, ya que en este caso, los indios de las pampas (mapuche y tehuelches) llevaban a cabo incursiones a cientos de kilómetros de sus territorios para atacar los poblados de los colonos, donde mataban, saqueaban y robaban cientos de miles de cabezas de ganado, llegando a incendiar pueblos de la provincia de Buenos Aires. En este contexto, las campañas militares del presidente Rosas y del general Roca no se diferencian demasiado de las del general Custer en Estados Unidos, protegiendo las caravanas de los colonos contra las atrocidades de los indios. Lo que sí puede considerarse como un genocidio premeditado es el llevado a cabo por Julius Popper y otros cazadores de origen judío y anglo, que recibían una cantidad de dinero por cada par de orejas, testículos o cabeza de indio, en sus fechorías contra los ona (o selknam) de Tierra del Fuego. Incluso este genocidio tuvo lugar décadas después de la independencia de Argentina y muchos de sus principales culpables ni siquiera tenían apellidos españoles. Es el caso de Mauricio Braun, Peter H. McClelland, Rodolfo Stubenrauch, Alexander A. Cameron y otros directivos de la Sociedad Explotadora de Tierra del Fuego, por no mencionar al mismo Popper, judío étnico procedente del Imperio Otomano. También se podría mencionar la limpieza étnica de indios yaquis en Sonora (México) a principios del Siglo XX, para poder vender sus ricas tierras a los mejores postores, que resultaron ser capitalistas estadounidenses.

    La conquista española triunfó sólo gracias a las armas de fuego y el acero que traían los europeos. Lo primero, la tecnología no es un regalo del cielo; los europeos tuvimos que crearla antes de poder usarla. Cualquiera podía apretar un gatillo, pero hizo falta un genio europeo para inventar el arcabuz. Por ende, la superioridad tecnológica también hubo que conquistarla y también fue fruto del esfuerzo y el ingenio de los europeos.

    Lo segundo, buena parte de la superioridad tecnológica de los españoles quedó anulada en América. En el Siglo XVI, las armas de fuego no eran todavía fiables. El arcabuz era una buena idea cuando se empleaba en filas cerradas de tiradores, contra formaciones enemigas compactas y acorazadas de infantería y caballería, pero en el combate esquivo y disperso de las selvas americanas, contra un enemigo sin armaduras, su efecto se desperdiciaba. Un tirador de arcabuz tenía solo 12 disparos (los "doce apóstoles"), de los cuales, tras diez, era necesario limpiar el arma por dentro para despejar los residuos. El tiempo de recarga para un tirador profesional era de 60 segundos, mientras que uno menos instruido podía tardar varios minutos. Por cada tiro de arcabuz de un español veterano, el indio era capaz de lanzar 20 flechas. En un enfrentamiento típico, el arcabucero rara vez realizaba más de dos disparos. A esto se añade que el arma no funcionaba más de la mitad de las veces (la lluvia o el viento podían determinar que la pólvora no prendiese o que la deflagración no se comunicase al cañón), que su alcance efectivo de 50 metros era irrisorio, que para fabricarlo era necesaria una maquinaria industrial muy específica que lo hacía de precio prohibitivo (Hernán Cortés llevó 13 y Pizarro sólo tenía 20; a los dos meses no solía quedar ni uno operativo), que prepararlo para el combate llevaba 5 minutos, que la más mínima humedad inutilizaba la pólvora y que una vez que se acababan las "balas" (rudimentarias bolas de plomo) no se podían fabricar más por falta de azufre.

    Es probable que, en América, el efecto psicológico de los "palos de fuego" fuera importante (ruido, fogonazo, humo, heridas que los indios nunca habían visto, muerte a menudo rápida o instantánea) en los primeros tiempos, pero no una vez que los indios se acostumbraron. Como armamento ofensivo, la alabarda y la espada de Toledo tuvieron un protagonismo mucho mayor que el arcabuz. También el caballo ayudó mucho, aunque en la selva no era muy útil y en la conquista inicial había pocos: Hernán Cortés sólo llevó 32, Pizarro 37. Estos números risibles no explican por sí solos la victoria de 168 españoles sobre 30.000 incas.


    Las armas blancas todavía eran muy utilizadas en la época del Imperio Español y reflejaban la forma de hacer la guerra. En la imagen, dos armas que vivieron entre la espada medieval y el sable de a partir del Siglo XVIII. Izquierda: Siglo XVI, los primeros conquistadores españoles iban armados con espadas similares. Derecha: Siglo XVII, para entonces, las armaduras se estaban empezando a volver obsoletas por la potencia de las armas de fuego, y las espadas más valoradas son ligeras, rápidas y precisas.

    La ballesta era un arma formidable (la Iglesia llegó a prohibirla en la Edad Media); potente y precisa, llegaba a atravesar armaduras, pero su tiempo de recarga era también largo y tendió a quedar obsoleta en la década de 1530. Si bien su alcance y potencia eran mayores que los de un arco, esto no suponía gran ventaja en un entorno cerrado y de distancias cortas como la selva, ni contra un enemigo que combatía sin coraza. Hernán Cortés llevó sólo 32 consigo.

    El cañón también era un arma formidable pero, de nuevo, sólo resultaba "rentable" a la hora de bombardear embarcaciones, formaciones muy compactas o fortalezas de piedra, al estilo europeo. En distancias muy cortas, podía ser muy efectivo si se cargaba directamente con metralla, pero de nuevo, se precisaba de un grupo enemigo nutrido y compacto para hacer buen efecto. Hernán Cortés sólo llevo diez cañones de bronce consigo.

    En cuanto a las armaduras, podían ser eficaces contra algunas armas blancas aztecas y sus puntas de piedra; también tenían un efecto psicológico e intimidatorio importante, pero con una humedad ambiental del 95% y una temperatura de 35º a la sombra, se convertían en ollas a presión que cocían vivo a su portador y que para colmo, al oxidarse, le podían transmitir enfermedades infecciosas como el tétanos. De ahí que los españoles se protegieran más con lino, gambesones y cuero que con metal. La imagen de los conquistadores cubiertos de acero puede resultar muy fotogénica y épica, pero fue menos frecuente de lo que nos han hecho creer.

    Todo esto determinó el empleo, por parte de los españoles, de numerosos auxiliares indígenas, que constituían el grueso de sus fuerzas, y que incluso en pleno Siglo XVIII, los españoles todavía utilizaran tropas auxiliares indígenas armadas con arcos y flechas.

    A esto sumemos que la mayoría de los conquistadores no eran soldados profesionales, ya que las mejores tropas españolas iban generalmente a luchar en las guerras europeas contra el turco y el hereje. En la conquista de América nunca hubo un tercio de infantería española como los que combatían en Flandes o el Mediterráneo, y las guarniciones militares fueron siempre muy reducidas hasta la época de las guerras de independencia.

    La conquista española tiene la culpa de que Hispanoamérica esté subdesarrollada. Hubiera sido mejor una conquista británica, francesa u holandesa. Lo primero que hay que dejar claro es que, en el momento de la independencia, los virreinatos hispanoamericanos estaban mucho más desarrollados que Estados Unidos y las colonias británicas, francesas y holandesas. A aquellos que culpan a España del subdesarrollo hispanoamericano y se lamentan de no haber sido conquistados por otras potencias, les vendría bien recordar que partes de Italia, Francia, Suiza, Alemania, Austria, Chequia, Eslovaquia, Hungría, Eslovenia, Croacia, Polonia, Holanda, Bélgica, Estados Unidos, Bahréin y Macao también formaron parte del Imperio Español y son hoy regiones materialmente desarrolladas. Y que, en cambio, Nigeria, Jamaica, Malawi, Zambia, Sudán, Pakistán y Bangladesh formaron parte del Imperio Británico, siendo hoy naciones tercermundistas. Son los pueblos los que marcan las posibilidades de su propio desarrollo.

    Por otro lado, hay que recordar también que los colonos anglogermanos llevaron al cabo una agresiva política de limpieza étnica para con los indígenas norteamericanos, de tal forma que casi los extinguieron. El sentido de la exclusividad racial de los protestantes era tan acentuado que durante años hasta rechazaron jóvenes indias ofrecidas por los jefes locales para estrechar relaciones, a pesar de que en las primeras colonias inglesas apenas había mujeres. Para cuando se dio el "novedoso" caso Pocahontas, los españoles llevaban un siglo mezclándose con la población indígena con bastante liberalidad. De haber sido conquistada por otras potencias, Iberoamérica sería una esfera mucho menos indígena y mestiza de lo que lo es hoy.

    Tampoco hay que olvidar que la España del Siglo XVI era líder en ingeniería naval y minera, navegación, cartografía, geología, geografía, antropología, ciencias naturales, teoría económica, Derecho, estudios lingüísticos, filosofía, estrategia militar, artes marciales, arquitectura, etnografía, arte, literatura… Achacar el subdesarrollo de Iberoamérica a España es una majadería cuando, por un lado, han pasado 200 años desde la "emancipación" y, por el otro, los virreinatos españoles eran tan ricos y prósperos que superaban a casi todos los países del mundo, incluyendo a Estados Unidos, la metrópoli española y la mayoría de países europeos. Entre 1799 y 1804, no mucho antes de las guerras separatistas, el alemán Alexander von Humboldt emprendió una serie de viajes por el Nuevo Mundo, que lo llevaron a conocer bien Hispanoamérica. El padre de la geografía moderna concluyó que la situación del agricultor novohispano era mucho más holgada que la del europeo, que los campesinos eran pobres pero mucho más libres que, por ejemplo, los rusos o los alemanes, que la esclavitud tendía a cero [32], que los mineros eran los mejor pagados del mundo, con un salario 6 ó 7 veces mayor que los mineros alemanes, y que las instituciones científicas de Ciudad de México, además de ser las mejores de toda América incluyendo Estados Unidos, podían ser comparadas perfectamente con las del Viejo Mundo. Si México fue bautizada por Humboldt como "ciudad de los palacios", la marquesa Calderón de la Barca declaró que era "una de las ciudades de más noble aspecto en el mundo", y actualmente su increíble cantidad de museos la pone en la misma liga de urbes tan eternas como París o Londres. Parece que, en sus escasos 300 años de presencia, los españoles no se dedicaron precisamente a vaguear. Algo parecido podría decirse de la zona novogranadina, peruana o rioplatense: se trataba de sociedades bien organizadas, con todos los adelantos tecnológicos propios de su época y con una incuestionable prosperidad. Hasta Cuba era, en el momento de su independencia en 1898, la provincia más rica de España, llegando a incordiar a la posición comercial y estratégica de Estados Unidos en el Caribe y Golfo de México.

    Sus antepasados vinieron a América a oprimirnos. No. Nuestros antepasados se quedaron en España. Son sus antepasados los que fueron allá, y ustedes son sus descendientes. Guste o deje de gustar, la mayor parte de la población iberoamericana es fruto del mestizaje entre europeos, indígenas y subsaharianos en diversas proporciones. El que lo dude, puede salir de dudas con un análisis genético: la mayor parte de la población mestiza de Hispanoamérica tiene linajes paternos de origen español, destacando el R1b, que es el predominante en Europa Occidental. En EEUU, no faltan aquellos que braman por una chicanización del suroeste del país, expulsar a los anglos y restaurar la zona a México o bien proclamar un engendro separatista llamado "Aztlán". Está de más dejar claro que los chicanos no quieren la "tierra" de California o cualquier otro estado por una cuestión histórica, sino las infraestructuras y comodidades que los blancos construyeron allí con su trabajo. Ocurre que, según los estudios recientes, el inmigrante hispanoamericano medio en EEUU tiene un 65,1 % de genética europea, inevitablemente española. También ocurre que el suroeste de EEUU perteneció a España antes que a México, y que antes de eso no existía ningún Estado en la región, siendo res nullius, pero ése es otro cantar. Otro hecho incómodo es que decenas de miles de inmigrantes guatemaltecos, hondureños, salvadoreños y otros centroamericanos han sido asesinados, no por los malvados WASP norteamericanos, sino por mexicanos, durante su tránsito hacia EEUU.

    1492 marcó el origen del genocidio de los "pueblos originarios". Los indígenas no eran "pueblos originarios", ya que descendían de invasores colonizadores que cruzaron el estrecho de Bering entre Asia y Alaska durante la última glaciación, a veces entrando en conflicto con pueblos preestablecidos, incluyendo australoides del Pacífico y europeos Cromagnon solutrenses. Hasta los incas basaban su poder en la opresión y expolio de otras etnias como los cañaris. Todos somos inmigrantes —los indígenas también— y hablar de "genocidio indígena" sería como llamar "genocidio celtíbero" a la conquista romana de la antigua Hispania. Lo que sí sabemos es que, actualmente, la mayor parte de la población de Iberoamérica es mestiza, que los idiomas indígenas gozan de buena salud en muchas zonas y que esto no sería posible si realmente hubiera habido un verdadero genocidio indígena.

    Próceres de la Patria Libertadores. Los "padres de la patria" eran oligarcas criollos blancos, racistas, masones, cosmopolitas, codiciosos y vendidos a potencias extranjeras. Muchos poseían esclavos y encomendados. Todos tenían turbios y elitistas contactos internacionales y desconfiaban de las masas tanto indias como negras y mestizas, con la notable excepción de Manuel Piar, mulato él mismo —aunque muy diluido— que fue traicionado y asesinado por orden de Simón Bolívar.

    Los españoles masacraron a pueblos pacíficos que vivían en armonía con la tierra. La mayoría de esos pueblos (como los totonacas, tlaxcaltecas, chachapoyas, guaraníes, kakchikeles y otros "indios auxiliares"; en el caso de los bandeirantes luso-brasileños, sus auxiliares serán principalmente tupíes) se unieron en masa a los españoles, a menudo porque estaban hartos de ser masacrados por el salvaje imperialismo de los incas, mayas o aztecas, que eran —especialmente los aztecas— asiduos practicantes de la esclavitud, el sacrificio ritual, el trabajo forzado y el canibalismo, entre otras lindezas dignas de la película "Apocalypto", que sólo la invasión española erradicó. Debido a ello, muchos indígenas llegaron a ver a los españoles como libertadores. La conquista de las Américas hubiera sido imposible sin esta colaboración y adhesión de enormes masas de indios hartos de los atropellos de otros indios. Cuando los españoles conquistaron el valle de Caracas, las esposas de los indios caribe, que fueron tomadas a la fuerza a los arawacos (una etnia indígena rival, más antigua en la región y con otro idioma distinto), escaparon por la noche de sus casas y se entregaron voluntariamente en el campamento español. También hay que tener en cuenta los conflictos domésticos de las mismas civilizaciones indígenas (como Huáscar contra Atahualpa en el imperio inca), así como el hecho de que la Corona reconociese "fueros" a los indios, como el derecho de propiedad de tierras abiertas comunales. Esta estructura legislativa será abolida por procesos desamortizadores en el Siglo XIX, tras la "emancipación". No se puede decir tampoco que las civilizaciones indígenas viviesen "en armonía con la Tierra". Los mayas sobreexplotaron la madera llevando a una catástrofe ecológica y al consiguiente declive de su sociedad, mientras que los incas mantuvieron importantes explotaciones mineras.

    Los españoles llegaron e hicieron la guerra a los estados azteca, maya, inca, etc. También los aztecas, mayas e incas fueron en un origen pueblos invasores que irrumpieron en esas tierras y guerrearon contra sus habitantes originarios, estableciéndose luego como aristocracia extractiva. No se sabe muy bien en virtud de qué principio doblerraserista, si los no-blancos conquistan un territorio, es suyo por los siglos de los siglos, pero si los blancos conquistan un territorio, es imperialismo, colonialismo, opresión, etc.


    Virreinatos españoles en América. Cada uno de ellos estaba dotado de puertos importantes y tenía garantizado el acceso tanto al Atlántico como al Pacífico (Perú obtendrá el suyo a través del Estrecho de Magallanes), así como de cierta coherencia geopolítica. El territorio novohispano (que incluía Filipinas) tenía como figura geográfica central el Mediterráneo Americano (Golfo de México + Caribe), el novogranadino la cuenca del Orinoco, el peruano los Andes y el rioplatense la cuenca del Río de la Plata. En comparación con el virreinato portugués de Brasil, la geografía era mucho más endiablada, y los enlaces marítimos con Iberia, más problemáticos. Sin embargo, el potencial económico y estratégico de cada virreinato era enorme. La principal amenaza procedía del comercio irregular y piratería en el Caribe, a cargo de ingleses, franceses y holandeses, de la expansión portuguesa en Brasil y de la autonomía de las reducciones jesuíticas en territorios fronterizos entre Río de la Plata y Brasil. La Corona no permitió el comercio entre virreinatos hasta la Ley de Libertad de Comercio de finales del Siglo XVIII, cuando la causa de los criollos estaba casi perdida para Madrid. Demasiado tarde se dio cuenta la Corona de que la Iglesia y los funcionarios "gachupines" y "chapetones" la habían envenenado contra sus propios hijos criollos, alienándolos de su patria carnal.

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