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Heartland ―el corazón de tierra firme (I de III)
Los espacios interiores del Imperio Ruso y Mongolia son tan inmensos, y su potencial en población, trigo, algodón, combustible y metales tan incalculablemente grande, que es inevitable que un vasto mundo económico, más o menos apartado, se desarrolle allí, inaccesible al comercio oceánico.
(Halford J. Mackinder).
ÍNDICE
PRIMERA PARTE
- INTRODUCCIÓN
- LAS CUENCAS ENDORREICAS Y LA IMPORTANCIA DE LOS SISTEMAS FLUVIALES
- ¿QUÉ ES EL HEARTLAND?
- BREVE HISTORIA DEL HEARTLAND
· Prehistoria
· Antigüedad
· Edad Media: Pax Mongolica
· Antiguo Régimen: cosacos y zares
· Los socialismos telúricos
· La Guerra Fría
· La globalización
Si en Occidente hemos heredado leyendas sobre Atlántida —un rico estado comercial marítimo que, por sus pecados, fue castigado por los dioses a perecer bajo el mar—, en Oriente también abundan menciones sobre tierras perdidas. En las enormes regiones budistas de Asia Central existen infinidad de mitos sobre ciudades subterráneas y valles ocultos, como Shambhala, a donde se habrían replegado los antiguos poderes tradicionales y espirituales del mundo, esperando manifestarse en la guerra final entre los espíritus del bien y los espíritus del mal. Los mongoles identifican Shambhala con diversos valles del sur de Siberia, mientras que en el folklore altaico, la puerta de la ciudad secreta está escondida en el monte Beluja, de la cordillera del Altai, donde según la leyenda fue enterrado Genghis Khan. El Kalachakra, un escrito tántrico del budismo tibetano con fuertes influencias hinduistas, afirma que cuando el mundo degenere en una vorágine de guerra y codicia, de Shambhala emergerá Kalki ("caballo blanco", o "destructor de la inmundicia"), una especie de mesías que formará un ejército y luchará contra las fuerzas demoniacas, matando por millones a los "bárbaros" y a los "ladrones que han usurpado el poder real". Reuniendo a todos los brahmanes del mundo, fundaría una nueva raza para poblar la edad dorada que vendrá. En su pasado chamánico, los pueblos túrquico-mongoles hablaban de Ergekenon, un aislado valle supuestamente situado en el Altai, donde sus antepasados estuvieron aprisionados durante cuatro siglos hasta que un herrero consiguió derretir la barrera que los encerraba. El mito de Ergenekon luego sería usado estratégicamente por el nacionalismo turco en su promoción del pan-turanianismo.
Desde China, la tradición contaba que Lao Tsé ("anciano sabio", el fundador del taoísmo) se marchó hastiado del país montado en un búfalo blanco hacia el Oeste, es decir, hacia Asia Central, quizás hacia los montes Kunlun Shan, donde se encontraban las fuentes del río Amarillo, un lugar considerado santo por los monjes y ermitaños, donde el aire era puro y energizante, donde crecían hierbas curativas y avanzaban enormes glaciares, donde nacieron escuelas de artes marciales y en cuyos ríos vivían peces de larga vida. El folklore taoísta explicaba que en esa especie de Edén espiritual, en la "montaña del centro del mundo", unos hombres "regios" encontraron la bebida de la inmortalidad en tiempos muy remotos, y que el rey Mu (un milenio antes de Cristo), halló allí el palacio de jade del Emperador Amarillo, fundador de la civilización china. Mitológicamente hablando, la cordillera conectaba la Tierra con el Cielo y en algún lugar de su seno se erguía un palacio de jade donde moraba Xiwangmu, la "reina madre de Occidente". Como una versión oriental del mito griego del jardín de las Hespérides, crecía allí un enorme árbol que brindaba melocotones de la inmortalidad cada tres mil años.
Cordillera del Kunlun Shan
En Occidente también se contemplaba el interior de Eurasia a través de un prisma de leyendas. En "Historias", Heródoto habla de un lugar "al noreste", más allá del Mar de Hircania (el Caspio) y de los escitas, donde existen vastas cantidades de oro guardado por grifos. Buran (un fuerte viento invernal del Norte, equivalente al Boreas griego), soplaba allí con fuerza desde una caverna montañosa en la llamada Puerta de Zungaria, que separa Uiguristán (también llamado Turkestán chino o Xingjiang) del resto de Asia Central. Más allá de este dominio se encontraba el "país de los hiperbóreos", cuyo territorio llegaba al mar (probablemente el Océano Ártico). En los mitos bizantinos, Alejandro Magno no halló otra solución para las hordas de "Gog y Magog" (bárbaros del interior continental, asimilados a veces a los escitas y destinados a caer sobre el resto del mundo en el futuro) que contenerlas con un muro de hierro o adamantio. Seguramente se trate de las Puertas Caspias, situadas en el sur de Rusia, donde siglos después un ejército de eslavos y vikingos aniquilará el reino jázaro (khazar) fundando el primer Estado ruso. El contenido metafórico de la construcción de las Puertas Caspias quedó servido —especialmente teniendo en cuenta que, en el folklore centroasiático, una "puerta de hierro en un lago" o un "agujero en una montaña" son considerados el origen de los vientos. Tras las malhadadas campañas de los macedonios en el norte de India, una historia helenística llegada a Occidente hizo circular la idea de que en lo más profundo de Asia Central había un valle alfombrado con diamantes y patrullado por aves de presa y serpientes "de mirada mortífera". En tiempos del comercio de la seda, Roma sabía de la existencia de los seres, un pueblo alto, longevo y sano (posiblemente los tocarios) situado en Serica, la "tierra de la seda", que se correspondería con Uiguristán. Estos mitos y rumores encarnaban de alguna manera la voluntad de Europa de no perder su conexión con Oriente.
En tiempos medievales, tanto en Roma como en Bizancio y los estados cruzados se hablaba del reino de Preste Juan, un monarca que mantenía el orden en las tierras de Gog y Magog gobernando sobre un país cristiano aislado entre dominios musulmanes y "paganos" (léase budistas, hinduistas y/o religiones ancestrales chamánicas y animistas). Las tradiciones gnósticas consideraban que los reyes magos procedían de este país, donde se encontraría, junto con otras reliquias santas de la Cristiandad, el Santo Grial, obtenido por Parzival en Monsalvat y llevado al Gran Oriente en unas naves con velas blancas y cruces rojas… "Juan" era probablemente una corrupción de "jan" o khan: el título de los reyes tártaros. El personaje en cuestión seguramente era un khan-obispo nestoriano de origen mongol deseoso de estrechar lazos con Occidente, pero la situación pronto se envolvió de símbolos y arquetipos en el imaginario colectivo europeo. Marco Polo, que no podía faltar en este escrito, ubicaría Gog y Magog al norte de Catay (China), es decir, en Mongolia o Siberia. En la misma China, las autoridades imperiales hicieron algo parecido a Alejandro Magno, dando al Heartland por imposible y conformándose con levantar la Gran Muralla para proteger el reino de las incursiones bárbaras del Norte.
Todavía en pleno Siglo XIX, los colonos rusos en Siberia, hombres y mujeres de una calidad humana sobresaliente en todos los sentidos, tenían la idea de Belovodye, mítico lugar de "aguas blancas" situado en Siberia oriental, que jugaba el papel de Tierra Prometida en su imaginario religioso y que probablemente influyó de forma importante en el flujo de poblaciones étnicamente europeas hacia el Este, estableciendo colonias cada vez más cercanas al Mar de Japón y a las fronteras con China y Mongolia. Mientras Rusia conquistaba Asia Central, Nikolai Fiodorovich Fiodorov, fundador de la corriente filosófica rusa del cosmismo, situó Shambhala en el Pamir, actual Tayikistán. Asia Central se iría haciendo popular en Occidente gracias al "Miguel Strogoff" de Julio Verne, a la incipiente ciencia geopolítica, al "Bestias, hombres y dioses" de Ferdinand Ossendowsky y al auge de corrientes ocultistas que idealizaban Asia Central como un santuario de tradición y sabiduría. En los años 20, el pintor, arqueólogo y esoterista ruso Nikolai Roerich también puso su grano de arena describiendo una extraordinaria expedición por toda Asia Central, incluyendo sus visitas de más de 50 monasterios y sus encuentros con lamas budistas.
Mongolia
Como se ve, las zonas más recónditas de Asia Central eran vistas como fuente de misterio, fantasía e incertidumbre por parte de las sociedades que recogían su influencia. También eran consideradas como un avispero de hombres y animales, al que se le podían poner diques pero que no debía ser agitado. Todos los mitos que hemos visto coinciden en presentar el corazón de Eurasia como un lugar, como mínimo, interesante y digno de ser visitado por los valientes y los nobles. El presente artículo tratará sobre este vasto espacio habitado por interrogantes y posibilidades infinitas aun por desvelar, un nuevo mundo en potencia, una enorme fortaleza cerrada, inaccesible, inexpugnable, celosamente tradicional, replegada sobre sí misma en innumerables valles, montañas, llanuras, bosques, estepas y desiertos, que no pudo ser conquistada por Alejandro Magno, ni por Roma, ni por Bizancio, ni por los emperadores chinos, ni por la Mancomunidad Polaco-Lituana, ni por los jesuitas portugueses, ni por Napoleón, ni por el Imperio Británico, ni por Hitler, ni por Japón, ni por los oligarcas mafiosos del espacio ex-sovético, ni por las multinacionales y bancos de la globalización capitalista-neoliberal ―a largo plazo ni siquiera por los khanes asiáticos o el terrible bolchevismo soviético―, sino sólo por dos extraordinarios pueblos: los vikingos y los cosacos, que, como Alejandro Magno antes que ellos, llevaron la cultura griega (caracteres cirílicos, herencia bizantina) al corazón de Asia.
Desde el amanecer de la Historia, quien posee el Heartland se mueve en él como pez en el agua, ya que es un océano de tierra, pero quien no lo posee se estrellará contra sus muros una y otra vez, y sólo podrá contentarse con asediarlo…
LAS CUENCAS ENDORREICAS Y LA IMPORTANCIA DE LOS SISTEMAS FLUVIALES
La palabra "endorreico" procede del griego ἔνδον (éndon: "interno") y ῥεῖν (rheîn: "fluir"). El segundo vocablo comparte raíz con el Rhin y también con Rea, una diosa primordial ctónica de la mitología griega. Una cuenca fluvial endorreica es, por tanto, una cuenca de flujo interno o, si se prefiere, de circuito cerrado, donde las aguas no se derraman hacia los mares, sino que permanecen encerradas hasta que van a dar a "ombligos" centrales terminales, especialmente lagos (a menudo salados, como el Caspio, el Mar Muerto o Great Salt Lake), sistemas cavernarios, corrientes subterráneas, acuíferos, oasis, pantanos, arenas movedizas y otros espacios de clausura. A diferencia del resto de cuencas fluviales, que están abiertas hacia un océano y por tanto son imperfectas, las endorreicas son cuencas perfectas que retienen el agua, calderos cerrados donde las corrientes acuáticas que corren por la superficie no pueden ni entrar ni salir.
Si el mundo dentro de las cuencas marítimas convencionales representa el derroche, el cambio y la explosión de lo perecedero ("nuestras vidas son los ríos que van a dar a la mar que es el morir", escribía Jorge Manrique en el Siglo XV), dentro de las cuencas continentales endorreicas representa la conservación, la fermentación, el cultivo y la implosión de lo perenne. De hecho, la misma civilización, cuya esencia es el devenir y la dilapidación, nació en cuencas marítimas: la del Mediterráneo y la del Golfo Pérsico —aunque interesantemente, Jericó, la primera ciudad del registro arqueológico con murallas, torres y fortificaciones, surgió en una pequeña cuenca endorreica: la del Mar Muerto.
Las cuencas endorreicas suelen corresponderse con climatologías secas, ya que en áreas de frecuentes precipitaciones, estas cuencas rebosan por la salida más baja de las mismas, conectándose con una cuenca convencional, o bien erosionando la barrera de menor resistencia hasta encontrar una salida hidrológica (como pasó con el Mar Negro, antiguamente un lago, tras la última edad de hielo). En climatologías secas, el agua se evapora o es absorbida por el subsuelo antes de que esto pueda pasar. Por este motivo, la húmeda Europa apenas posee cuencas endorreicas (aunque la del Caspio representa el 19% del territorio europeo), tratándose generalmente de excepciones diminutas como la del lago salado de Akrotiri, en Chipre, donde Reino Unido mantiene un enclave estratégico de tipo Gibraltar. En España los sistemas endorreicos son pequeños, como el de Los Monegros (Aragón) o el Complejo Endorreico de Puerto Real (Cádiz).
Cuencas endorreicas del planeta.
En geoestrategia, las cuencas de los ríos no son un criterio aleatorio ni caprichoso, ya que muestran mejor que ningún otro la fuerza de la gravedad, es decir, la influencia de la Tierra a la hora de conducir poderes. El motivo por el que en este artículo prestaremos tanta atención a las cuencas fluviales es porque la Naturaleza y la voluntad de la Tierra siempre se acaban imponiendo —y las cuencas son una expresión de dichas fuerzas, ya que sus aguas descienden obedeciendo la atracción gravitatoria de la ruta más sencilla y lógica.
En la escritura china, "orden político" se expresa con los ideogramas "río" (elemento agua) y "dique" (elemento tierra). El río representa las fuerzas "caóticas" de la Naturaleza, que intentan ser controladas y contenidas por la civilización humana, por el "orden". Como se repite en la geopolítica moderna muchos milenios más tarde, los ríos son sistemas políticos supranacionales: no en vano, las cuencas fluviales cruzan fronteras, canalizan mercancías, influencias, tecnología, ejércitos, religiones, ideologías, animales, economías y estrategias, además de proporcionar tierras fértiles y húmedas en las que sembrar cereales. Fue a orillas del río Jordán que nacieron las primeras sociedades proto-civilizadas, el Tigris y especialmente el Éufrates constituyeron el eje de las civilizaciones mesopotámicas y el Nilo fue y es la columna vertebral de Egipto, como el río Wei y posteriormente, la cuenca del río Amarillo, lo fue en el nacimiento de China. Frente al río, la construcción de una presa no es sino un intento de crear una cuenca endorreica artificial.
Las cuencas fluviales también son vías naturales de infiltración desde el mar: el Neolítico penetró en Europa por el Danubio, como milenios después lo harán los otomanos —la Primera Cruzada tomará la misma ruta en sentido inverso. Los romanos entraron en Hispania a través del Ebro y los moros del Guadalquivir, y a partir de los afluentes de dichos ríos, ramificaron su estrategia de conquista y dominio. El simple hecho de remontar ríos (Misisipi, Missouri, Ohio y San Lorenzo) les dio a los franceses control sobre una superficie de Norteamérica muy superior a la controlada por los ingleses, mientras que los belgas pudieron dominar lo que hoy es Congo-Kinshasa gracias al río Congo y sus afluentes. Hasta los vikingos tuvieron que agradecer su dominio de las Rusias o su llegada al Imperio Bizantino y al Califato de Bagdad a los grandes ríos del Este, fácilmente navegables. Gracias a los ríos de Europa Occidental, los vikingos pudieron llegar a ciudades tan importantes como París, Sevilla y Pamplona. El río Perla fue la vía de entrada de la influencia británica en China, el Yangtze de la japonesa. Más al sur, el Mekong fue crucial para la incorporación de Indochina al Imperio Francés. En Sudáfrica, los ríos Orange, Vaal y Limpopo fueron claves en la expansión de los bóers. La cuenca del Zambezi dio el nombre al proyecto geopolítico de Cecil Rhodes y la British South Africa Company en el interior de África, proyecto que se llamó Zambesia antes de llamarse Rhodesia. Los conflictos en Ruanda también tenían que ver con una lucha de cuencas fluviales (Nilo vs. Congo), igual que en Darfur (Nilo vs. cuenca endorreica del Lago Chad) y actualmente en el norte de Nigeria (Níger vs. Lago Chad). Tampoco es necesario recordar hasta qué punto la fértil cuenca del Duero vertebró Castilla en tiempos de la Reconquista, el papel central del Ebro en la Guerra Civil española, el papel del Vístula (cuya internacionalización llegó a proponerse) y su desembocadura, la ciudad libre de Danzig, en el desencadenamiento de la Segunda Guerra Mundial, o la importancia que tienen el Amazonas y el Río de la Plata para varios Estados de Sudamérica. En cuanto a Norteamérica, el sistema fluvial de la cuenca del Mississippi sumado al Canal Intracostero (Intracoastal Waterway) del Atlántico proporcionan más kilómetros de vías fluviales navegables que la suma del resto del mundo junto, aparte de nutrir con gran capilaridad y rodear el mayor territorio continuo de tierras cultivables del planeta, convirtiéndolo en una isla de facto. A principios de 2014, los conflictos de Crimea y Ucrania dirigieron nuestra vista de nuevo hacia el mapa de las cuencas fluviales, revelándonos la enorme silueta dibujada por la cuenca del río Don, que se geobloquea fácilmente en el estrecho de Kerch, que separa Crimea de Rusia. La parte más pro-rusa de Ucrania coincide sospechosamente con la región ucraniana de la cuenca del Don. Casi como confirmándolo, en esas zonas se formó la Milicia Popular de la Cuenca del Don (Donbass), grupo paramilitar prorruso.
Shanghai, Hong Kong, Macao, Alejandría, Amberes, Rotterdam, Londres, Gdansk, Nueva Orleans, Nueva York, Buenos Aires, Dhaka, Calcuta, El Cairo y Ho Chi Minh tienen en común que deben su importancia a dominar lugares donde una gran cuenca se encuentra con el mar. Tampoco puede entenderse el desarrollo y la historia de ciudades interiores como Moscú, Kiev, Volgogrado, Frankfurt, Estrasburgo, Basilea, París, Milán, Roma, Budapest, Belgrado, Montreal, Asunción o Chongqing —o en España Valladolid, Zaragoza, Toledo, Madrid, Sevilla o Córdoba— sino como parte de los ríos que presiden: otro motivo más para no subestimar la importancia de los sistemas fluviales.
Por todo ello, en los Estados dignos de tal nombre, lo que pasa en sus cuencas fluviales, especialmente cuando son compartidas con otros países (caso de Egipto-Sudán-Sudán del Sur-Uganda-Etiopía, de Bangladesh-India, de Birmania-China, de Vietnam-Camboya-Laos-Tailandia-China, de España-Portugal, de Holanda-Alemania, de Ucrania-Rusia o de Brasil-Paraguay-Argentina-Uruguay), es un asunto de seguridad nacional. Por poner ejemplos, a Serbia le quitaron sus salidas mediterráneas tras sus conflictos con la OTAN, pero no le pudieron quitar el Danubio (río navegable y por tanto una conexión fluvial que rompió el aislamiento al que la OTAN quería someter a Belgrado), y si a Etiopía y/o a Uganda les da por hacer algo "raro" en las fuentes del Nilo, estrangularían de forma tremendamente efectiva a una nación de 80 millones de almas. Lo mismo podemos decir de Turquía, que puede arrebatarle a Iraq el 90% de las aguas del Éufrates con desviarlo. Siria también estaba en posición de presionar a Israel con el asunto de las fuentes del Jordán... hasta que Israel invadió y ocupó (hasta nuestros días) los Altos de Golán. También Pakistán mantiene tensiones con India por el hecho de que ésta controla un tramo alto del río Indo, del que dependen los sistemas de irrigación de Pakistán, aunque sus fuentes están en Tíbet. Quizás el ejemplo más claro lo constituya Bangladesh, un Estado inviable con una demografía ultra-densa y explosiva (150 millones de habitantes, más que Rusia, concentrados en un territorio del tamaño de Nepal, ultra-llano y bajo, muy sensible a las inundaciones y crecidas del nivel marino), que depende completamente del río Ganges, que a su vez está controlado por India. Como ya vimos en el artículo sobre la guerra de Libia, la lucha por los acuíferos y fuentes de agua es una realidad geopolítica irresistible y lo será en cada vez mayor medida, según una humanidad enloquecida por el crecimiento económico y tecnoindustrial va contaminando y dilapidando las reservas de agua fresca del planeta.
Entre cuencas siempre hay fronteras naturales como cadenas montañosas, o al menos una clara divisoria de aguas, por lo que las cuencas fluviales delimitan dominios geográficos naturales. Así, en la época del Imperio Español, la Corona de Castilla se correspondía esencialmente con la cuenca atlántica de la Península Ibérica, mientras que la Corona de Aragón lo hacía con la mediterránea —ambas entidades tenían por tanto una coherencia geográfica que tendía a dotarlas de coherencia política. También el Imperio Austro-Húngaro coincidía sospechosamente con la cuenca del Danubio y las Trece Colonias inglesas en Norteamérica con la cuenca atlántica del continente; uno de los motivos por los que Inglaterra entró en guerra con sus colonias fue porque prohibió a los colonos rebasar los Apalaches (la Proclamation Line), cosa que los hubiera hecho irrumpir en la enorme cuenca del Mississipi, convirtiéndolos en una entidad continental que se sustraería más fácilmente al poder, fuertemente marítimo, de Londres. En aquellos casos en los que los ríos no tienen este papel central, tienen un papel periférico como frontera entre Estados (casos del Río Grande, el Congo, el Orange o el Amur), por lo que su importancia sigue incuestionable.
Cuando uno se sitúa en una cuenca marítima convencional, siguiendo la fuerza de la gravedad y de la "ruta más fácil", la tierra le conduce invariablemente al mar, por eso sucede tan a menudo en la Historia que cuando un país incrementa su potencia política y económica, produciendo un excedente de poder material, se acaba echando a la mar. Pero hay otras cuencas donde la tierra te conduce… a la tierra. La particularidad de las cuencas endorreicas es que si estás fuera de la cuenca, la tierra jamás te conducirá naturalmente a ella, y si estás dentro, la tierra jamás te conducirá naturalmente fuera; en este simple hecho hay una trascendencia casi metafísica: el Heartland es, a todos los efectos, una burbuja, una anomalía, una contradicción en el sistema geográfico general, que se rige por leyes totalmente distintas y hasta opuestas a las del resto de superficies terrestres del planeta.
Finalmente, en las cuencas endorreicas, los diques del agua —recordemos, la clave del "orden político"— ya vienen puestos de serie por la geografía…
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