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Que perra historia, hasta parece una historia sacada de un videojuego de terror!!Hará cosa de tres años me ocurrió una movida bastante chunga, al punto de necesité un poco de ayuda psicológica para afrontarlo, pero ya está superado y por eso lo cuento.
En aquel entonces mi hermano iba a ser padre de mellizos en unos meses y por motivos de papeleo necesitaban empadronarse él y su pareja en una vivienda que no fuera la de ella que era donde vivían ambos, de modo que compraron la casa más barata que pudieron encontrar en el pueblo. Al final pillaron una pequeña casita, de estilo tradicional castellano, por unos 10.000€. Tenía sólo 70m2 y estaba muy avejentada, al punto de que no se podía hacer reforma alguna sino que era conveniente derribarla respetando la fachada y reconstruirla. Recuerdo que la primera vez que entré en ella de golpe el ambiente cambiaba con respecto al exterior, era un ambiente muy pesado y claustrófobico, hoy pensándolo lo comparo a cuando estás agitado por regañar acaloradamente con alguien. No le di importancia al atribuirlo a lo pequeño de la casa, pero he estado en sitios más pequeños y jamás sentí algo parecido. Días después de aquello, ayudando a mi hermano a sacar algunos muebles que quedaron dentro, en un cajón encontré unas fotos en blanco y negro en las que un hombre que salía en ellas -que supongo sería el cabeza de familia- aparecía en todas con la cara borrada a base de rascar la foto con un cuchillo o algo semejante. Nos quedamos con el culo torcido, no sabíamos qué hacer con ellas, pensamos que lo mejor sería devolvérselas a sus dueños, pero los anteriores dueños de la casa se la habían comprado a su vez a otra gente que al parecer ya estaba fallecida y esas fotos no eran suyas según nos dijeron. Total las rompimos y tiramos a la basura. Pues bien, al día siguiente las putas fotos estaban en la casa, en el suelo de la habitación donde estaba el mueble. Comprobamos si había podido entrar alguien a dejarlas y era imposible, y tampoco nos explicábamos por qué estaban las fotos enteras si las rompimos. Ya no volvimos a tener valor ni de tocarlas. También por esos días notábamos otras cosas raras como ocasionales bajadas bruscas de temperatura, oír como pasos y golpes y de vez en cuando notar olor a podrido o a vómito. La gota que colmó el vaso llegó un día que estando apuntalando la fachada por fuera vino mi cuñada a traernos el almuerzo con su sobrino -que entonces tenía siete años-, y el niño se quedó mirando a la ventana de arriba haciendo pucheros. Cuando le preguntamos qué le pasaba dijo "dentro hay una señora que me da mucho miedo". Era imposible que hubiera nadie dentro porque habíamos estado allí todo el rato, pero por si acaso entramos a ver y justo cuando íbamos a subir mi hermano y yo las escaleras oímos una voz como de anciana gritar "fuera de aquííííííí!!!", y justo seguido vimos la carretilla que teníamos allí salir sola como arrojada contra la chimenea. Salimos de allí corriendo y no hemos vuelto a permanecer más de diez minutos en esa casa, que ahora mi hermano utiliza como trastero.
Preguntando en un principio no conseguimos más información al respecto que el dato de que allí vivía sola una anciana que se llevaba mal con todo el mundo -al parecer también con la familia- y que murió allí sola, parece ser que nadie se percató de su fallecimiento hasta mucho tiempo después al salir de la casa olor a putrefacto, y de hecho dentro encontraron su cadáver podrido. Finalmente indagando más a fondo encontré con un anciano pastor jubilado que según me contó en su niñez y adolescencia vivió muy cerca de esa casa y me puso al corriente de la horrible historia que había ocurrido con los dueños de la casa. Al parecer, allá por los años 40, vivía en esa casa un matrimonio joven con dos niños pequeños. El marido era jornalero y su jefe terrateniente era a su vez el alcalde del pueblo. El alcalde tenía un hijo que andaría entonces por los 17-18 años, que al parecer se encaprichó de la mujer del jornalero, y cuando este iba al campo a trabajar se citaba con la mujer en determinado sitio. La mujer dejaba encerrados solos en casa con un plato de chorizo y una hogaza de pan para que comieran el rato que ella no estaba. Parece ser que el hijo del alcalde quería algo más que sexo y deseaba casarse con esa mujer, aunque no podía. El caso es que al poco tiempo encontraron al jornalero ahorcado de un árbol cerca del río. Algunos decían que al descubrir lo que había entre su mujer y el hijo del alcalde. Pero otros, entre ellos el señor que me contó todo esto y que fue vecino del matrimonio cuando pasó todo esto, decían que de suicidio nada; que el hijo del alcalde mató al jornalero para quitarle la mujer. La cosa acabó aún peor, pues el hijo del alcalde acabó tras aquello internado en la Academia de Infantería de Toledo para evitar la cárcel, a los niños del matrimonio los acabaron criando los abuelos paternos y la mujer acabó sola. Parece ser que andando el tiempo los niños, ya adultos y conscientes de lo ocurrido, cortaron toda relación con su madre, que acabó sola y amargada y sin nadie que se ocupase de ella. Al morir como describí más arriba los hijos vendieron la casa a quien después me la vendió a mí.
En fin una movida digna de Cuarto Milenio :
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