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"Era un verdadero moro, esto es,
un Moro de novela. Su cabeza bellísima
estaba pálida como la muerte"
(ALARCÓN, Diario de un testigo de la guerra de África, I, 214).
"¿ha venido a su noticia
que hay cristianos en España?"
(Romance atribuido a Góngora, Obras completas).
Te escribiré desde Málaga y Ceuta, y a mi llegada. Siento dejar tan pronto tu tierra y tu trato. Ambos habían empezado a inspirarme ciertas ideas nuevas para mí hasta ahora, de las cuales me había privado mi nacimiento y educación, influyéndome otras que ya me parecen absurdas, desde que medito sobre el objeto de las conversaciones que tantas veces hemos tenido. Grande debe de ser la fuerza de la verdad, cuando basta a contrastar dos tan grandes esfuerzos. ¡Dichoso amanezca el día feliz cuyas divinas luces acaben de disipar las pocas tinieblas que aún oscurecen lo oculto de mi corazón!
Cadalso, Cartas, 301.
"Llegamos a la capital (Almería), donde mi ilusión no tuvo límites en lo relacionado a estos ideales africanos que tanto imperan siempre en la fantasía de los granadinos".
Alarcón, Últimos escritos, 27.
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